Este artículo ha sido elaborado por Guillermo Córdoba, periodista especializado en el tratamiento informativo del suicidio en los medios de comunicación, y por Rogelio González, criminólogo y autor de varios estudios epidemiológicos sobre el suicidio. Ambos son socios de la Asociación Papageno.
El pasado 19 de diciembre de 2022, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó la conocida como ‘Estadística de defunciones según la causa de muerte’ del año 2021, en la que conocimos cuántas personas murieron por suicidio ese año en España. Unas cifras que, además de frías, dejaron unos datos récord: por primera vez desde que existen registros (1906), se superaron los 4.000 suicidios. En 2021, 4.003 personas se suicidaron de forma oficial en España, lo que supone un 1,6 % más que en 2020, año en el que 3.941 personas se quitaron la vida según los mismos datos del INE.
Si sacáramos una radiografía de los datos, la pantalla ofrecería una conclusión clara. Desde el año 2000, el número de suicidios no ha bajado de los 3.000, y desde el año 2012 no ha bajado de los 3.500, lo que demuestra la estabilidad de este problema y la diferencia con otras causas externas de muerte como son los accidentes de tráfico o la violencia machista. Estas, que sí han descendido a partir de la visibilidad social, las campañas preventivas o la inversión presupuestaria, contrastan con un problema que viene de antiguo: el suicidio.
Sin embargo, la primera causa de muerte externa desde el año 2008 apenas cuenta con recursos enfocados a su prevención. Palabras como el tabú, el silencio, el miedo o la vergüenza, que han impedido desde hace siglos su visibilidad, mantienen ahora el protagonismo, pero este es cada vez más menguante. Asimismo, la irrupción de la pandemia y la presencia en ascenso de la salud mental en la agenda mediática o en las redes sociales, han ayudado a que el problema salga del cajón. Aquí, los medios, antes acostumbrados al mutismo, han dedicado más espacio a este problema.
Los datos, los testimonios de personas que han perdido a un ser querido por suicidio o las declaraciones de los especialistas han aparecido con asiduidad en los medios de comunicación. Numerosas piezas han favorecido la visibilidad y el lanzamiento de mensajes de esperanza y de prevención, vitales para animar a hablar como la mejor vacuna ante este problema. Sin embargo, la mayor cantidad de piezas publicadas no ha sido proporcional a la calidad, ya que a veces los periodistas reiteran los detalles, simplifican las causas o no cumplen con las recomendaciones básicas.
Una queja habitual de los profesionales es la excesiva atención de los medios a las cifras del suicidio en la infancia y en la adolescencia, lo que contrasta con la escasez de piezas en otros grupos de edad. Este es el caso en los menores de 15 años, que fue una de las conclusiones más destacadas de los datos de 2021. En este grupo de edad, 22 personas se suicidaron ese año, más que en 2020 (14 suicidios) y también más que en 2019 (siete). Esto, sumado al aumento de las autolesiones e intentos de suicidio en este grupo de la población, representa un problema evidente.
Ocurre algo similar con los suicidios comprendidos entre los 15 y los 29 años. El INE apunta que en este grupo de edad se suicidaron 316 personas en 2021, un dato que coloca al suicidio como la primera causa de muerte en este grupo de edad, pero con contexto vemos que la diferencia es mínima respecto a otras causas de muerte. Los accidentes de tráfico (307 muertes) y los tumores (295) se sitúan por detrás, pero los números revelan su cercanía con el suicidio. Además, podemos contrastar los datos con las tasas de suicidio, que en este grupo de la población se mantienen estables e incluso son inferiores a las tasas de principios del siglo XXI.
Pero, ¿qué significan las tasas de suicidio? La diferencia entre la tasa y la incidencia (número de muertes) podemos explicarla con un ejemplo comparativo. Imaginemos que en la Comunidad de Madrid fallecen 400 personas por suicidio, y que en Soria lo hacen 40 personas. Aunque parece que en Madrid existe más ‘riesgo’ que en Soria, aquí no se tiene en cuenta la población. Por ello, si sacáramos la tasa de fallecidos por cada 100.000 habitantes, Madrid tendría una tasa de cinco y Soria de 50, por lo que el problema sería más grave en la Comunidad de Madrid que Soria.
Explicado esto, si regresamos al gráfico anterior vemos que la tasa de suicidio de la población joven (15 a 29 años) se mantiene estable desde hace más de una década y se sitúa en poco más de 4 por 100.000 habitantes. El dato no debe restar ni la más mínima importancia a un problema evidente que merece más recursos y más tiempo en la agenda de los medios de comunicación, pero sin el alarmismo o los excesivos detalles que en ocasiones romantizan, enturbian o empañan las informaciones. Aquí atributos como el contexto, el rigor o la responsabilidad son imprescindibles.
Si comparamos la tasa de suicidio de la población de entre 15 y 29 años con la de las personas mayores de 64 años, vemos que la diferencia es notable. Situada en 20 por cada 100.000 habitantes a principios de siglo, en los últimos años ha descendido hasta alcanzar los 14 por cada 100.000 habitantes en 2021. Asimismo, si hiciéramos el mismo cálculo en la población de más de 75 años (o de más de 90), veríamos que la tasa aumenta todavía más. Como defienden los especialistas, el riesgo de suicidio aumenta con la edad, debido a la soledad, la utilización de métodos más letales o la menor presencia de redes de apoyo, por lo que es crucial ayudar a prevenirlo.
Es en este punto donde los medios de comunicación pueden jugar un papel crucial y ayudar, con su altavoz, a que el mensaje de prevención llegue a este colectivo. Pero, a pesar de todo, han centrado su mirada en los niños y adolescentes, con atención a un excesivo número de casos concretos, cuando es preferible abordar el problema en su conjunto. Por todo ello, sería deseable que los periodistas ampliasen el foco e informasen más del suicidio en las personas mayores, con piezas elaboradas desde el rigor, con protagonismo de la información preventiva y con recursos de ayuda. Sin olvidar, por último, la precisión en el lenguaje para aportar rigor y huir de los titulares alarmistas, además de denunciar el escaso e insuficiente compromiso político.
El suicidio es un problema complejo, social y multicausal que requiere de un especial cuidado y de mayor sensibilidad cuando informamos sobre ello. La pregunta no debe ser si informar o no del tema, sino de cómo hacerlo para no aumentar el dolor y para reiterar una y otra vez el mismo mensaje: el suicidio se puede prevenir y hablar con contexto, rigor y sensibilidad es la mejor vacuna para conseguirlo.
El suicidio se vincula directamente con la salud mental, que a su vez forma parte del Objetivo de Desarrollo Sostenible 3: Salud y Bienestar. El indicador 3.4.2 evalúa las tasas de suicidio.
Esta investigación cualitativa, analiza distintos mecanismos, sistemas y medidas existentes en lo que a prevención del suicidio se refiere. Comparte la necesidad de hacer un abordaje integral donde factores sociales, psicológicos, culturales y de otras índoles se sometan a revisión.
El trabajo se estructura partiendo desde una mirada internacional, con la revisión de planes y estrategias de prevención del suicidio, para después aproximarse al caso español. Recoge las conclusiones de 16 entrevistas a profesionales que trabajan en los ámbitos sanitarios, educativos y periodísticos y 27 encuestas a antiguos alumnos de diferentes provincias de medicina, psicología, enfermería, trabajo y educación social, periodismo y comunicación.
Muestra la cronología de importantes recomendaciones de las Naciones Unidas, a través de la Organización Mundial de la Salud para la formulación y la implementación de estrategias nacionales (UN, 1996). El escrito enfatizaba la necesidad de la colaboración intersectorial, los enfoques multidisciplinarios, las continuas evaluaciones y revisiones, y también se identificaron elementos clave como medios necesarios para aumentar la eficacia de las estrategias de prevención del suicidio.
Numera las principales recomendaciones y sus líneas de actuación para la prevención del suicidio: información, sensibilización social, capacitación de profesionales, refuerzo de recursos, investigación, políticas públicas apropiadas y educación adaptada al momento vital.
Incluye información de documentos/estrategias de más de 40 países.
“Hay que ver la concepción del suicidio de forma plural, entenderla más allá del modo biomédico. Porque es un fenómeno complejo, dinámico, que está anclado a circunstancias biográficas, sociales y que tiene más que ver con el sentido de la existencia que con un factor clínico”.
Susana Al-Halabí
Sabemos que el sexo, la edad o el lugar donde vivimos influyen en las personas cuando afrontan la idea de acabar con la propia vida. Conocemos también por muchos y variados estudios que las condiciones económicas, el estado de salud, las dependencias, contar o no con apoyos sociales, un historial de maltrato infantil o afrontar una crisis personal, son algunos de los muchos factores de riesgo/protectores del suicidio.
Una forma sencilla de mostrar esta complejidad del comportamiento humano es comparar los datos de suicidio en España, discriminando por nacionalidad española / nacionalidad extranjera.
Si bien el INE no publica en su web los datos separados por nacionalidad por CCAAs o provincias, si disponemos los datos globales con indicación de sexo y grupos de edad en el periodo 2005/2020.
Residentes extranjeros en España
En el periodo 2005/2020 el 10% de la población residente tiene nacionalidad extranjera. La mayoría proceden de nuestro entorno europeo, pero también de países como Marruecos o de Sudamérica.
Con todo, tras la lista de los 14 países más representados en España, el “resto” supone aún el 30% de los extranjeros residentes en España.
No es fácil establecer un nexo común a semejante amalgama cultural, por lo que nos limitaremos a describir su comportamiento conjunto a la luz de los datos de los nacionales españoles.
El nivel de fallecidos por lesión autoinfligida en España (7,634 por cada 100.000 habitantes en el periodo 2005/2020) está en un nivel «medio bajo» respecto al resto de países del mundo. Baja si la comparamos con los países europeos o los llamados países «ricos» (EEUU o Japón prácticamente doblan las tasas españolas).
Metodología
No es posible comparar grupos poblacionales si no atendemos al menos a su diferenciación por grupos de género y edad.
Para ello hemos obtenido del INE las series de fallecidos por suicidio de cada uno de los años en los que se incluyen datos sobre nacionalidades (2005/2020), sexo y edad. De la misma fuente, las series de población residente española/extranjera por sexo y edad.
Como los grupos de edad no se correspondían entre ambas, hemos realizado la siguiente: 0-14, 15-29, 30-39, 40-49, 50-59, 60-69, 70-79, >79.
Se ha verificado mediante la prueba de Kolmogorov-Smirnov el ajuste de normalidad de cada una de las series, su homocedasticidad a través de una Anova (Leneve) y demostrado la dependencia de las variables que expresan las tasas de suicidio de nacionales y extranjeros mediante prueba de Chi-cuadrado y de Pearson. Mediante el estadístico de T-Studen hemos acreditado qué grupos tienen un comportamiento significativamente diferente al 95%.
Conclusiones
La limitada serie cronológica y la relativamente baja incidencia en algunos grupos de edad (menores de 15 años) descartan la posibilidad de extraer resultados con relevancia estadística.
Para visualizar los resultados expresamos las gráfica de las medias, en las que hemos disgregado por géneros:
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Los jóvenes de nacionalidad extranjera expresan tasas de suicidio más altas que las de los de nacionalidad española. A partir de los 30 años, la tendencia se invierte y los nacionales tienen mayores tasas de suicidio que los extranjeros. A partir de los 50 años hay un nuevo punto de inflexión, con diferente comportamiento entre géneros. En los varones se igualan las tasas de ambas poblaciones hasta alcanzar los 69 años para, a partir de esa edad, disminuir notablemente la tasa de suicidios entre la población extranjera. Con las mujeres la evolución parece diferente entre ambos grupos, si bien fuera de los márgenes de error para poder ser concluyentes.
Mediante gráficas de error, en las que también hemos separado por género, vemos con más claridad que grupos de población extranjera tienen un comportamiento distinto y cuales de ellos son estadisticamente significativos.
HombresMujeres
En definitiva, pese a la diversidad de orígenes y a pesar de la influencia ambiental de nuestro entorno de adopción, la población extranjera residente en España se distingue claramente de la población española, mostrando un patrón de conducta suicida propio y diferenciado, en el que queremos destacar que, mientras que la población extranjera de mas edad tiene menor incidencia de suicidio, los jóvenes presentan tasas de suicidio superiores a las de sus homólogos nacionales.
El suicidio en la adolescencia supone un problema de salud pública de primer orden como primera causa de mortalidad a esas edades. Catherine R. Glen y colaboradores realizan una revisión para determinar las tasas de mortalidad por esta causa en adolescentes de 10 a 19 años en países de todo el mundo.
Resumen de la investigación
El estudio recoge datos disponibles de diferentes países considerados de alta calidad de la Base de datos de Mortalidad de la Organización Mundial de la Salud y los relaciona con datos de accesibilidad a métodos letales, indicadores económicos y de desigualdad.
El resultado de la investigación es bastante heterogéneo. A nivel mundial se estima una tasa de 3,77 por 100.00 habitantes. Los países con mayores tasas fueron Estonia, Nueva Zelanda y Uzbekistán. Las tasas más altas de dieron en el grupo de edad superior en el intervalo estudiado y fue superior entre hombres.
Las desigualdades económicas correlacionaron con una mayor diferencia en el ratio entre hombres y mujeres.
Suicidio entre adolescentes en España
Según el estudio, las tasas de suicidio entre adolescentes de 10 a 19 años en España es de 1,47 por 100.00 habitantes siendo superior en el tramo de 15 a 19 años, por lo que el país está por debajo del nivel mundial. Las tasas entre hombres dobla la de las mujeres.
Suicidio entre adolescentes en México
En México los indicadores son superiores. Las tasas de suicidio entre adolescentes son de 4,81 por 100.000 habitantes con peores tasas en el grupo de mayor edad. Las muertes por esta causa son casi el doble entre hombres respecto a las de mujeres
¿Cuáles son los factores de riesgo en el suicidio de adolescentes?
La Clínica Mayo advierte de diferentes circunstancias que pueden constituir factores de riesgo para la aparición de conductas suicidas.
Entre ellos destaca la presencia de trastornos físicos o mentales o antecedentes familiares, pérdidas de seres queridos o conflictos graves, antecedentes de maltrato o abuso, consumo de sustancias, embarazo no deseado, bullying, incertidumbre sobre la orientación sexual, suicidio en su entorno cercano o ser adoptado.
“Y en lo que va del 2020, se han certificado ya 58, con un mes de julio especialmente dramático, con 11 decesos por esta causa, una cifra que supone casi un 15% más que los que se contabilizaron el año pasado en el mismo periodo.”
Frente al temor generalizado a los efectos de la crisis Covid en la intención suicida y frente a publicaciones que parecían indicar una mayor atención hospitalaria de casos de tentativa, el INE nos ha mostrado que las percepciones subjetivas o la “lógica” deben contrastarse con la, muchas veces, sorprendente realidad de la evidencia estadística.
No. No ha habido repunte de casos de suicidio en España.De hecho, en lo que se ha dado en llamar “la primera ola”, en los meses de marzo, abril y mayo, se ha producido un descenso del orden del 20% en el número de fallecidos por esta causa respecto de los mismos meses del año anterior.
(Pese a la noticia del Diario Córdoba, el número de casos hasta mayo en la provincia fue de 19).
¿Significa eso que no hay motivos de preocupación?
Muy al contrario. Es evidente que hay muchos motivos de preocupación. El suicidio es un fenómeno complejo, con sus propias reglas y casi tantas motivaciones como individuos, pero que refleja claramente las tensiones sociales y los sufrimientos individuales, convergiendo en eso que hemos convenido en llamar “factores de riesgo”.
A nadie se le escapa que las tensiones emocionales interaccionan y se acrecientan con los problemas cotidianos. El desempleo, un futuro incierto, malas perspectivas económicas, la merma de independencia económica, o las pérdidas de seres queridos, son circunstancias que van a influir negativamente en la salud mental de las personas. A ello añadiremos la presión acumulada por la falta de movilidad, el cambio en la rutina diaria, el estrés aguzado en determinadas profesiones, la tensión de un mayor número de horas de convivencia familiar o, peor aún, la soledad. Es un cóctel peligroso que nos permite entender el temor de los profesionales de la salud mental y difundido en medios y redes sociales a un “boom” en la intención suicida.
Suicidios de enero a mayo de 2020
Gracias a un enorme esfuerzo, el INE ha sido capaz de adelantar la publicación de los datos sobre fallecidos por causa de muerte de los cinco primeros meses del 2.020. Entre ellos, las que son resultado de la infección por Covid-19, pero también el efecto causado por esta pandemia sobre el resto de la casuística.
Lo más remarcable de esos datos es que las medidas obligadas de confinamiento y, muy posiblemente, por la saturación de los servicios sanitarios, han producido una notable distorsión en muchas de las causa de muerte entre marzo y mayo de 2.020.
La más obvia es el descenso en el número de fallecidos en accidentes de circulación debido a la menor movilidad. Pero hay más. Una de ellas, y a priori bastante sorprendente, es el menor número de muertes por suicidio y lesiones autoinfligidas.
Sin adentrarnos en complejos (y a veces poco útiles) análisis estadísticos, es fácil hacer una descriptiva que nos muestre como ha afectado esta crisis a las intenciones suicidas.
Frente a un arranque de año negativo, se observa como el número de suicidios desciende en marzo y conserva ese sesgo hasta mayo:
Comparando el periodo enero/mayo de los últimos años, los datos absolutos también muestran que los casos de muerte autoinfligida son más bajos en el 2.020:
El seguimiento que hemos ido haciendo a partir de los datos difundidos por Sanidad, y de los que se han ido haciendo eco los medios de comunicación, nos han permitido saber que la pandemia ha golpeado de forma muy desigual en los diferentes territorios. Las muertes por Covid ha sido muy distinta en ambas Castillas o Madrid que en los territorios insulares, Andalucía o Murcia. Aún así, a la vista de los datos recientemente publicados, no es posible extraer un patrón claro que vincule el nivel de afectación de la enfermedad con las tasas de fallecidos por suicidio. Así pues, mientras que en en Madrid se ha incrementado un 21% y Castilla la Mancha un 12%, respecto del mismo periodo de 2.019, en Castilla León ha visto reducido el número de suicidios en un 17%. De igual manera, las variaciones en el número de suicidios en aquellas regiones menos afectadas por Covid parecen indicar que no hay una relación simple y evidente entre ambas.
¿Cómo se explica este fenómeno de la reducción del número de suicidios?
Amigos psicólogos me explicaron hace tiempo una premisa que nunca deberíamos olvidar:
Uno de los elementos capaz de frenar la intención suicida es el pensamiento en el dolor que produciría en sus allegados. La persona que sufre, se rearma para evitar que su muerte dañe a los seres queridos, especialmente cuando puede pensar que es “un mal momento” para ellos.
Al igual que ocurriera con la crisis económica iniciada en 2.008, todo parece indicar que en los primeros años de la crisis, algunas de las personas en riesgo de suicidio, optan por rechazar la decisión de materializar su ideación suicida. Debemos suponer por los datos que ese rechazo inicial no evita muchas de esas intenciones suicidas y acaban convirtiéndose en solo un aplazamiento, que acaba mostrándose cuando, contra la simple lógica, empezamos a ver la luz al final del túnel.
La OMS, algunas instituciones europeas y las diversas organizaciones que se reúnen alrededor de la lucha contra el suicidio, tienen claro que junto con las políticas firmes de prevención se debe invertir en la atención primaria, planificar bien las estrategias y establecer protocolos eficaces.
Los expertos llevan tiempo advirtiendo sobre el drama del suicidio, el terremoto Covid se inició en nuestro país en marzo y, aunque el tsunami está al llegar, las autoridades no han considerado prioritario en este momento adoptar medidas preventivas.
Desgraciadamente, podemos ver ya con preocupación como el agua retrocede de la playa, reflejado en el descenso en el número de muertes, pero queda poco tiempo para evitar la embestida de esta primera ola de «suicidios Covid».
¿Haremos algo por evitar muertes? O peor aún, ¿Habrá empezado ya el «Tsunami»?
Psiquiatra en excedencia del Ib-Salut, profesor tutor de psicología en la UNED. Licenciado en medicina y especialista en psiquiatría. Doctor cum laude, Premio Jean Dausset a la mejor tesis doctoral 2016-17. Máster en Psicoterapia. Experto Universitario en Psiquiatría Forense. Especialista Universitario en Psicopatologia.
El debate sobre los suicidios entre policías
El suicidio es multicausal. Esta frase no es un mantra repetido; es una realidad. Hay factores individuales y sociales. Entre estos factores sociales uno nada desdeñable es el puesto de trabajo. Hay profesiones que tiene mayor tasa de suicidio. En 2017, los tres trabajos con mayores tasas de suicidio en EE. UU. fueron: médicos, dentistas y oficiales de policía La discusión sobre el trabajo en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado (CCFFSE) y su relación con el suicidio es antigua.
A pesar de que en estudios previos el suicidio en la policía se ha descrito como una epidemia (Loo, 2001; Violanti, 1996) y se ha afirmado que la tasa de suicidios de los CCFFSE es entre dos y tres veces mayor que la de la población en general (Mohandie y Hatcher, 1999; Slovenko, 1999) aún quedan algunos con dudas. Los resultados son difíciles de extrapolar entre países por la diferentes definiciones de CCFFSE, (en algunos incluye el ejército, en otros cuentan sólo los no militarizados…), la ocultación de los suicidios que existe,…
Recientemente pude observar en Twitter una discusión sobre las tasas de suicidio en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Unos defendían que era superior. Otros que no lo era. En la red encuentras afirmaciones como que los CCFFSE presentan tasas de suicidio que duplican las cifras de la población general (2,5 veces más), que en la Guardia Civil es tres veces superior… las datos de las tasas reales no he sabido encontrarlos
Mi pregunta es ¿la preocupación existente en los CCFFSE en España sucede en otros países de nuestro medio? ¿qué se ha publicado al respecto?
Así que me lanzo a mi zona de confort: estudios publicados en revistas científicas sobre el tema del suicidio en los CCFFSE y realizo un búsqueda bibliografía.
Busco todos los artículos publicados en revistas indexadas que contengan como palabra clave del artículo “police” “law enforcement” o que aparezca en el título estos mismos términos o “cop”, “LEO” y que además tengan como palabras claves “Suicidal ideation» o «Suicide» o en el título cualquier palabra que comience por “suicid”
Aparecen 142 artículos con estas condiciones en el Pubmed . Entre todos estos artículos muchos son poco útiles para el objetico de nuestro estudio. Aparecen algunos relatos de caso únicos -que tienen interés puntual- y muchos de temáticas varias relacionadas con suicidio y policía; por ejemplo: reacción de los CCFFSE al atender un suicidio, ventajas y desventajas de retirarles el arma si hay ideación suicida, comparativa del número de suicidios según los informes de hospitales y policía, el tema estadounidense del “suicide by cop”, el homicidio y suicidio en familiares de policías, una encuesta a la policía alemana para describir la conducta identificable previa al suicidio, actitudes hacia el suicidio en la policía turca, epidemias de suicidio en cárceles y calabozos, un test para identificar la ideación suicida,…
Y otros que no responden a nuestro objetivo pero dejan ver que esta preocupación por el tema del suicidio en los CCFFSE es habitual; por ejemplo: un artículo italiano sobre cómo perciben los reclutas y los superintendentes el problema del suicidio en la policía estatal, o la evaluación de una estrategia piloto de vigilancia de alerta temprana de suicidio dirigida por la policía en el Reino Unido y otra en Canadá sobre un programa específico para reducir el riego de suicidio entre su policía (spoiler: disminuyó un 79% tras 12 años de aplicación del programa) (Mishara, B. L., & Martin, N. 2012).
El hecho de que haya un programa de prevención nos puede sugerir que en Canadá ya han visto el problema y ya han puesto medios para solucionarlo. También llama la atención un artículo sobre la incidencia de suicidio en policías retirados (Violanti, J. M., Gu, J. K., Charles, L. E., Fekedulegn, D., Andrew, M. E., & Burchfiel, C. M. (2011)
¿Son las tasas de suicidio entre policías superiores a los de la población general?
Entrando ya en el tema de si los CCFFSE cometen más suicidio que la población general hay artículos dispares: en países donde los estudios realizados encuentran una tasa de suicidios igual o menor en los CCFFSE que la población general entran Austria, Portugal y (parcialmente) Noruega.
Los comento un poco a continuación:
En Austria en un estudio realizado entre la policía austriaca de manera retrospectiva entre los años 1996-2006 vieron que la tasa de suicidios entre los agentes de policía masculinos (30.2 / 100,000 ) era comparable con la población general ajustada por edad (30.5/100,000); pero los propios autores señalan que los agentes pasan controles de salud (incluyendo control psicológico) por lo tanto no son población general, son población trabajadora sana. Así que la tasa debería haber sido menor que en población general. (Kapusta,et al. 2010).
En Portugal las tasas de suicidio no fueron estadísticamente diferentes de las de la población general ajustada por sexo y edad. Ahora bien, la tasa de suicidio para los oficiales varones fue de 20,6 por 100.000 personas-año (IC del 95% = 14,2-27,1) y para la población portuguesa en general fue de 13,9 por 100.000 personas-año (IC del 95% = 13,5–14,3). Si bien no encontraron significación estadística los propios autores apuntan que es una muestra pequeña y hay problemas con falta de información para los policías retirados o despedidos y, como en Austria, que, dado que los agentes de policía son trabajadores sanos, esperaríamos tasas más bajas; por lo tanto, tasas similares podrían sugerir un mayor riesgo en la muestra del estudio. (Costa, Passos & Queiros, 2019)
El estudio realizado en Noruega no fue exactamente de suicidios sino de pensamientos suicidas. Pasaron encuestas a policías en activo para contestar anónimamente. En esas encuestas vieron una baja prevalencia de ideación suicida e intentos de suicidio. (Berg et al., 2003).
En el caso de Canadá (concretamente en la Real Policía Montada de Canadá) encuentran que entre 1960 y 1983 la tasa anual promedio (14,1 por 100.000) de suicidio fue aproximadamente la mitad de la de la población general comparable (Loo, 1986) pero en un artículo mucho más reciente (2020) han demostrado una prevalencia significativa de trastornos de salud mental, incluido el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y la ideación, planes e intentos suicidas entre el personal de seguridad pública canadiense, incluidos los agentes de policía. Parece ser que los oficiales de la Policía Montada de Canadá informaron más ideas suicidas que otras policías y obtuvieron mayor puntuación en medidas de trastorno de estrés postraumático, depresión, ansiedad, estrés y trastorno de pánico, que se asociaron significativamente con planes e ideas suicidas, pero no intentos… (Di Nota, 2020).
Hay dos artículos con resultados “intermedios” realizados en Australia y otro en Nueva York (EE. UU.).
En el primero incluyeron a 14.868 empleados de ambulancias, bomberos y rescate australianos, policías y servicios de emergencias estatales. Estos informaron de cualquier pensamiento, plan o intento de suicidio en el año anterior al estudio o en cualquier etapa de su vida. Se encontraron tasas más altas de pensamientos y planes suicidas entre estos trabajadores que en la población general australiana, pero no intentos. (Kyron et al. 2020).
En el segundo examinaron los suicidios desde que se fundó el cuerpo policial 1843 hasta 1992. Vieron que las tasas en el pasado fueron muy altas, llegando a 60 por 100,000, pero que a finales del siglo XX llegó a 20 por 100,000. Esta tasa reciente es más baja que la mayoría de los otros estudios policiales, pero igual que la comunidad en general. (Cantor, Tyman & Slater, 1995).
El estudio sobre los suicidios policiales en NY entre 1977-1996 encontró una tasa de 14.9 / 100,000 en la policía frente al 18.3/100,000 de la población de NY. Si separan por sexos, en mujeres la tasa era de 13.1 en policías versus 3.4 en población general (por 100,000 personas/año) (Marzuk et al.,2002).
Dentro de los países que miden la tasa de suicidio y es más elevada están:
La extinta República Federal Alemana , donde en 1997 la tasa de suicidio fue más altas para los agentes de policía en comparación con las tasas del grupo de edad comparable (25 por 100.000 frente a 20 por 100.000) (Schmidtke, Fricke & Lester, 1999).
También Italia donde la tasa de suicidio entre los agentes de policía fue significativamente más alta que la de la población general menor de 65 años. (Grassi, et al., 2019).
Y Brasil, en un artículo publicado hace dos años afirman “se sabe que el suicidio es la principal causa de muerte entre los agentes de policía en todo el mundo”. En su estudio localizado en el sur de Brasil encuentran una tasa mayor de suicidios entre policías que la tasa nacional. La edad más joven y el rango militar más bajo fueron predictores independientes de suicidio en esta subpoblación. (Gomes, de Araújo & Gomes, 2018).
En otros países los estudios dan por hecho que las cifras son más altas (ni se molestan en discutirlo) y el articulo se enfoca a responder otras preguntas.
Por ejemplo En EEUU en una comparativa entre agentes de policía y otros empleados municipales -en vez de compararlos con población general- encontraron que los agentes de policía tenían un riesgo 8,23 veces mayor de suicidio que de homicidio y un riesgo 3,1 veces mayor de fallecer de suicidio que por accidente. En comparación con los trabajadores municipales, los oficiales de policía tenían un RR = 1.53 (IC 95% = 0.633-3.72) de fallecer por suicidio por encima de homicidio, un RR significativo = 3.1 (IC 95% = 1.94-4.97) de fallecer por suicidio sobre accidentes y un RR significativo = 2.65 (IC 95% = 1.76-4.00) de suicidio sobre homicidio y accidentes combinados. (Violanti, Vena & Marshall,1996).
Y otro artículo de EEUU comparando las tasas de suicidio según el tamaño del departamento de policía vieron que departamentos de policía más pequeños tenían una tasa de suicidio significativamente más alta que los departamentos grandes. Las posibles razones incluyen la falta de disponibilidad de asistencia de salud mental, aumento de la carga de trabajo y peligro y visibilidad de la comunidad. (Violanti et al., 2012).
En un artículo realizado en nuestra vecina Francia también comienzan con un «Las investigaciones indican que las tasas de suicidio son altas entre los miembros de las fuerzas del orden”; y desde esa premisa buscan determinar los eventos de la vida implicados en la mortalidad por suicidio entre los CCFFSE francesas; y describir las diferentes trayectorias de vida de los policías fallecidos por suicidio. Todos los suicidios de policías ocurridos durante 2008 (n = 49) fueron explorados mediante el método de autopsia psicológica. Este estudio mostró que todos los policías fallecidos padecían trastornos mentales y que no existía un solo perfil de trayectoria de vida. Su conclusión: que es necesario que el cribado y apoyo de los agentes de policía en peligro deben ser priorizados. (Encrenaz et al., 2016).
Hay muchos otros artículos que hablan sobre las posibles causas y revisiones sistemáticas sobre el tema. Pero me los guardo para exponerlos en otra ocasión.
La generalización del problema del suicidio entre policías
Mi conclusión tras la lectura de estos artículos: que es un problema generalizado. Las CCFFSE son personas de riesgo en distintos países y por múltiples motivos (turnicidad, exposición a situaciones traumáticas, imposibilidad de mostrar debilidad…). Motivos poco estudiados que comparten –posiblemente- con otras profesiones de riesgo (por ejemplo: los médicos).
Esto debería llevar a establecer protocolos de vigilancia y cuidado, de prevención y de formación desde la academia.
Pero es solo mi conclusión
BIBLIOGRAFIA:
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Criminólogo y analista. Representante de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. Lleva a cabo estudios epidemiológicos sobre salud laboral y conductas suicidas en el ámbito de la Guardia Civil, para alertar del problema y para la adopción de políticas activas de prevención.
Introducción: consumo de alcohol, cirrosis y suicidio
No hace mucho reflexionaba en este mismo blog sobre las diferentes tasas de suicidio entre dos Regiones de España aparentemente similares: Asturias y Cantabria.
Buscando peculiaridades sociogeográficas en ambas regiones que lo explicaran, encontré en el Atlas Nacional de Mortalidad en España (ANDEES) una característica de salud que señala un comportamiento distinto entre ambas: el nivel de fallecidos por cirrosis.
Existe una fuerte relación entre el consumo excesivo de alcohol y las enfermedades hepáticas crónicas. De hecho, han dado lugar a un cuadro clínico específico: la cirrosis hepática del alcohol. También hay bastante consenso científico en que el alcohol es una conducta asociada al fallecimiento autoinfligido, como también hay consenso entre el par depresión/suicidio como ya adelantaba Miguel Ruiz-Flores Bistuer en su entrada: Alcohol y suicidio, la pareja letal
Se podría escribir mucho sobre hábitos de consumo de alcohol en España y extraer información relevante a varios niveles con la información allí disponible: frecuencias de consumo, de consumo intensivo, borracheras, bingedrinking, etc. Invito a expertos y a profesionales sanitarios, psicólogos o sociólogos a que estudien este tema en profundidad, puesto que los hábitos de consumo de alcohol están íntimamente relacionados con muchas conductas suicidas.
Con mis limitadas posibilidades quiero centrar la presente exposición en un solo eje: Relación entre consumo de alcohol, depresión y fallecimiento por lesiones autoinfligidas.
Alcohol y género
Convendrán conmigo que hay algo que distingue con claridad una dolencia alcohólica de un cuadro depresivo: los efectos orgánicos del abuso del alcohol y el agravamiento de otras enfermedades. Y esas consecuencias, matan. Eso sin olvidar el elevado coste en accidentes de tráfico o en actos violentos. La OMS estima que son más de 3 millones de muertes las que ocasiona el alcohol cada año en todo el mundo.
Recordarán l@s más veteran@s aquel anuncio, en los años 60/70, de un brandi cuyo eslogan era: “Es cosa de hombres”. Pues resulta que aquel prototipo del machismo debió calar (mucho) y el consumo excesivo de alcohol en España hace honor a aquella publicidad aún hoy en día. El alcoholismo sigue siendo cosa de hombres. Como consecuencia, también lo son las enfermedades crónicas del hígado y las muertes que provoca por diferentes medios.
No es posible establecer en este trabajo si el fruto envenenado de este “modelo de masculinidad” asociado al consumo de alcohol es suficiente para explicar los cuadros depresivos y las conductas suicidas, pero si creo posible valorar si el deterioro físico y mental resultado de consumo crónico, puede ser un factor de riesgo para el suicidio.
Método
Animado por los resultados obtenidos a partir de las series de datos de Andees, intenté localizar otras fuentes sobre consumo de alcohol, asistencias sanitarias provocadas por alto consumo de alcohol, fallecidos por cirrosis alcohólica y prevalencias de cuadros depresivos que apoyaran esos datos. Además de las ya conocidas sobre fallecidos por causa de la muerte que se pueden obtener de Sanidad y del INE, he tenido en cuenta datos sobre ingresos hospitalarios clasificados por el diagnóstico principal. Aparte, he recopilado los resultados de las encuestas de salud que se publican en ambas webs (Encuesta Europea de Salud del INE y Encuesta Española de Salud del Ministerio de Sanidad).
Encontré datos sobre fallecidos por cirrosis alcohólica en la web de Sanidad (codificado CIE-10 “K70”), discriminando por Comunidades Autónomas, género y grupos de edad (15-64 años) entre 1999/2018. De la misma fuente obtuve los datos de fallecidos por lesiones autoinfligidas (codificado CIE-10 “X60-X84).
El propio Ministerio de Sanidad ofrece datos sobre ingresos hospitalarios con motivos “Trastornos mentales y del comportamiento debidos al uso de alcohol” (CIE-9 ”660”), por “Enfermedad alcohólica del hígado” (CIE-9 “571”) y “Cuadros depresivos” (CIE-9 “296”, “300” y “311”), en el periodo 1997/2015 desglosados también por CCAAs, género y edad.
Los datos pueden también obtenerse del INE a través de su portal estadístico.
La misma web de Sanidad nos ofrece una larga batería de datos sobre modos de consumo de alcohol recogidos en el Plan Nacional sobre Drogas del Ministerio de Sanidad y en el INE obtenidos mediante encuestas (Encuesta EDADES del PND y Encuesta Europea de Salud y prevalencias sobre cuadros depresivos en el INE (Encuesta Nacional de Salud).
Con los datos detallados por año, Comunidad Autónoma, género y grupo de edad, obtuve una larga serie de tasas:
Fallecidos por cirrosis alcohólica por cada 100 mil habitantes.
Fallecidos por lesiones autoinfligidas por cada 100 mil habitantes.
Ingresos hospitalarios por trastornos mentales asociados al alcohol por cada mil personas asignadas.
Ingresos hospitalarios por cirrosis alcohólica por cada mil personas asignadas.
Ingresos hospitalarios por cuadros depresivos por cada mil personas asignadas.
Por otro lado, dispuse los resúmenes de dichas tasas para cotejarlas (por CCAA y género) con los datos disponibles de las encuestas sobre los modos de consumo de alcohol del Plan Nacional de Salud y Encuesta Europea de Salud, mediante correlaciones de Pearson. La falta de concordancia de los años de las encuestas y el periodo de los datos de las series largas nos obligan a considerar con reservas sus resultados.
Es necesario destacar que no he encontrado información detallada sobre prevalencias de consumo de alcohol o depresión más allá de las citadas encuestas. Los datos sobre ingresos o fallecimientos son “puntuales” en cada uno de los años analizados, lo que en estadística se denomina como incidencia. Este hecho no desvirtúa, en mi opinión los resultados, pues la incidencia de un problema de salud que, razonablemente, podemos suponer crónico o de larga duración nos indica directamente el nivel de implementación de la enfermedad, de forma asimilable a la prevalencia.
El plan de trabajo pretendía abordar un análisis descriptivo, mostrar esos datos mediante gráficas de barras de error y realizar cotejos sencillos mediante el coeficiente de correlación de Pearson, para determinar groseramente el nivel de relación entre las variables.
Las tasas de mortalidad que se expresan a edades avanzadas y la diversidad de sus causas nos invitan a dejar de lado el grupo de población de más de 65 años para tratar de simplificar el estudio.
Como enfermedad degenerativa, es raro encontrar muertes por cirrosis en edades tempranas. Pese a haber incluido en el estudio el grupo de edad “15 a 24 años”, solo se registran tres casos: Galicia en 2012, Navarra en 2007 y Asturias en 1999. Mi recomendación para quienes profundicen en el estudio es estrechar el límite de edad entre los 25 y los 65 años.
Resultados
Las series de datos de cada grupo de encuestas parecen concordar bien entre sí y, en menor medida, también con los series de las otras encuestas cuando analizan los diferentes patrones de consumo de alcohol. Ello es así incluso con las dificultadas intrínsecas del modelo de adquisición de la información y el número limitado de datos.
No hay una relación estrecha entre fallecidos por cirrosis del alcohol y los consumos expresados en las encuestas nacionales de salud.
Hay mejor relación entre cirrosis como causa de muerte y los consumos declarados en las encuestas europeas de salud.
Se observa que los cuadros de depresión menor y los cuadros severos de depresión moderada son los que más se asocian al consumo excesivo de alcohol.
La variable que mejor predice los ingresos hospitalarios, las muertes y los suicidios es la de personas que manifiestan no haber consumido alcohol en el último año (mediante correlación inversa).
Considerando las tasas de ingresos hospitalarios por trastornos mentales provocados por consumo de alcohol, dolencias orgánicas por abuso alcohólico, muertes por cirrosis alcohólica y muertes por suicidio, del periodo 1997/2018 segregando por CCAAs, sexo y grupos de edad obtenemos los siguientes resultados:
Existe una alta correlación entre los ingresos por dolencias somáticas y por trastornos mentales asociados al alcohol. También muy clara entre los ingresos hospitalarios y las muertes por cirrosis alcohólica. Es asimismo muy alta la correlación entre fallecidos por cirrosis y suicidio. En menor medida se corresponden ingresos hospitalarios por depresión con ingresos hospitalarios por enfermedad alcohólica. Curiosamente, no se evidencia a este nivel ningún tipo de relación entre depresión y muertes por problemas hepáticos o por lesiones autoinfligidas. Ojo, que no se muestre no significa que no exista. Recordemos la necesidad de explorar las capas que puedan enmascarar esa relación.
De hecho, con tan solo separar por géneros empezamos a visualizar signos de vinculación de la depresión con el alcohol y el suicidio.
Una característica reseñalable respecto al género es que los ingresos hospitalarios por cuadros depresivos es más alto para las mujeres que para los hombres, contrariamente a lo que ocurre con todos los demás conceptos.
Otra forma de ver hasta que punto se ajustan las variables suicidio y cirrosis es mediante la representación de la nube de puntos. Sirva de ejemplo la gráfica relativa a Hombres mayores de 25 años, de la que he excluído las Regiones menos pobladas (La Rioja, Ceuta y Melilla) para evitar la acumulación de valores 0 de la variable “Cirrosis”:
Cuando separamos por grupos de edad (además de por géneros), se siguen mostrando correlaciones, pero expresadas en niveles más bajos. Deduzco que se debe a la reducción en el número de datos que permiten aflorar la influencia del resto de variables que influyen en el suicidio y que se reflejan en la enorme variabilidad entre regiones.
De hecho, cuando despreciamos la capa “CCAAs” y agrupamos al global de España, los datos para el grupo de edad de 25 a 34 años muestra unas correlaciones muy elevadas para las variables Suicidio, Cirrosis, Ingresos por trastornos alcohólicos e Ingresos por dolencias alcohólicas.
Al expresarlo mediante barras de error comprobamos el comportamiento similar de las variables “muertes por cirrosis” y “muertes por suicidio”:
El caso de Asturias y Cantabria
Armados con nuevos datos, volvemos a encarar las diferencias en las tasas de suicidio entre regiones con el ejemplo de Asturias (color verde apagado) y Cantabria (color rojo).
De entrada, los fallecidos por cirrosis alcohólica compaginan bien con los de suicidio. Asturias se destaca como la Región con mayores tasas de cirrosis y la segunda por suicidios, mientras Cantabria se sitúa en niveles bajos de suicidios y en la zona media en cirrosis.
¿Pero ocurre igual con los demás parámetros?
En realidad no. La diferencia no es tan señalada para los ingresos hospitalarios por trastornos alcohólicos o por enfermedades hepáticas alcohólicas, aunque sí por ingresos por depresión.
Tan es así, que cuando estudiamos su comportamiento por género, en Cantabria las mujeres empiezan a destacarse por el alto número de ingresos por patologías relacionadas con el alcohol, superando a Asturias y rompiendo las conclusiones generales anteriores.
Dificultades metodológicas
Resulta complicado extraer conclusiones para determinar las bajas tasas de suicidio en Cantabria. No podemos entender las conductas autolíticas limitándonos a unos pocos parámetros estadísticos. Las motivaciones son tan complejas como los individuos y varían considerablemente de un municipio a otro. Hemos sido capaces de exponer razones que ayudan a explicar las altas tasas de Asturias. Ahora toca buscar cuales son las variables protectoras que hacen de Cantabria una región más amable con las pérdidas por suicidio. Me permito adelantar una hipótesis para los futuros investigadores: habrá que analizar las razones de que en Cantabria tengan unas tasas tan bajas de ingresos por depresión.
Los análisis matemáticos requieren su interpretación. Especialmente cuando tratamos de comparar variables físicas que no miden realidades idénticas.
Las encuestas de salud son muy interesantes para conocer los hábitos de consumo, pero su limitado número, la variabilidad de los términos en que se formulan las preguntas y disponer solo de los resúmenes de los informes, no facilitan su análisis estadístico ni relacionarlo con rotundidad con los fallecimientos por enfermedad hepática o suicidio.
Una encuesta, por bien realizada que esté y por muy alta que haya sido la muestra, está sometida a distorsiones por su carácter subjetivo. Más aún cuando se adentran en cuestiones íntimas, como la salud o nuestro comportamiento, con toda su carga de reproche social, culpa o auto censura que pueden inducirnos a ser condescendientes con nosotros mismos. Su análisis requiere un enfoque distinto al puramente matemático. Ni siquiera el dato objetivo de litros de alcohol consumidos reflejan la problemática asociada al abuso, al no considerar los patrones y usos sociales en su forma de consumirlo.
En cuanto a los datos sobre hospitalizaciones, y como señalaba al inicio, no es lo mismo disponer de una variable que señala fielmente el nivel de presencia de una enfermedad (prevalencia), que otras que muestren sucesos (hospitalizaciones) o aquellas que nos indiquen un resultado (fallecidos). Incluso así, las altas correlaciones encontradas refuerzan la asumida convicción de la relación entre alcohol/depresión/suicidio.
Aún con la directa relación causa/efecto que sabemos existe entre el abuso del alcohol y la cirrosis alcohólica, no cabía esperar un coeficiente de correlación perfecto en un cálculo que se basa en el cotejo dato a dato, pero que hemos visualizado cuando discriminamos por capas. Ello es debido a que al ceñirnos a determinadas variables (edad, género y región), no hemos tenido en cuenta la interacción con otros factores de riesgo y/o protectores, que acaban imponiendo su presencia al desaparecer las anteriores, especialmente cuando alcanzamos el nivel CCAA.
Conclusiones:
Los datos globales confirman que el consumo patológico de alcohol es un factor de riesgo de primer orden para el suicidio (bien per se, como coadyuvante o como precipitador).
Las correlaciones entre suicidio y patologías alcohólicas son especialmente elevadas para el grupo de edad entre los 25 y los 34 años.
Se observa la firme relación alcohol/depresión y depresión/suicidio. Y aunque no sea posible establecer las direcciones de “causalidad” (por el método analítico empleado), todo apunta a que el motor principal en este juego de interdependencia pueda ser la conducta abusiva del alcohol.
Existe un componente social del consumo excesivo de alcohol vinculado al género, pero también a patrones culturales en su forma de consumirlo que influye en el resto de conductas y cuadros patológicos.
Los problemas psicológicos y orgánicos resultado del abuso del alcohol se acumulan con la edad y tienen su reflejo en el mayor número de ingresos hospitalarios, diagnósticos por depresión, en el nivel de fallecidos por cirrosis y en las tasas de suicidio.
La complejidad y diversidad de las motivaciones suicidas hacen que cualquier elemento, como es en este caso el consumo de alcohol, sea solo uno más de los muchos factores de riesgo o protectores y no explica por sí solo el fenómeno en su conjunto.
Que en base a las variables que hemos estudiado, y aunque se enfaden mis amigos asturianos, Asturias se asimila más a su vecina Galicia que a su vecina Cantabria.
Dificultades metodológicas del estudio del suicido
Coincidirán los lectores que, cuando abordamos el análisis estadístico de las muertes autoinfligidas, el segundo peor problema es poder definir el factor de riesgo concreto a estudiar. El primero siempre es la falta de disponibilidad de datos fiables.
Resulta descorazonador ver cuantas variables vienen a ponernos la zancadilla. Nunca podemos estar seguros de que una correlación indique riesgo. Contínuamente se acaban cruzando innumerables variables de confusión que ni siquiera conocemos.
La realidad es compleja, dinámica y multifactorial. Poner la lupa en una variable concreta supone, como en la física de partículas, desenfocar el fenómeno, aumentando la imprecisión de las conclusiones.
Analizando los macrodatos estadísticos podremos describir razonablemente el fenómeno. Sin embargo, sólo cuando enfocamos desde una perspectiva amplia, podemos entender las razones, de manera similar a lo que ocurre entre la física relativista y la cuántica.
Zonas de concentración de suicidios
Animo a los aficionados a las estadísticas a bucear en el Atlas Nacional de Mortalidad en España (ANDES). El grupo de investigación Bayensians de la Fundación FISABIO y la Dirección General de Salud Pública de la Generalitat Valenciana nos permiten acceder a información muy detallada sobre fallecimientos en España. Seguro que descubrimos cosas extraordinarias.
En un pequeño círculo de 30 km de radio tenemos a 15 de los 20 los municipios con mayor tasa de suicidios en España.
Concentración de 15 de los 20 municipios con mayor tasas de suicidio
¿A qué se debe dicha concentración?
Las variables que básicamente se relacionan con las tasas de suicidio son el género, la edad, la zona geográfica y el marco temporal. También podemos considerar la estacionalidad, el tipo de colectivo o profesión, el ámbito socioeconómico, psicológico, el sanitario…
Dichas variables interaccionan y condicionan cualquier conclusión analítica. Si no tenemos esto en cuenta, caeremos en el error de la distorsión por confusión/interacción y llegaremos a conclusiones erróneas.
Quizás pueda ser interesante centrarnos en las variables geográficas y demográficas.
Tasa de suicidios por provincia
¿Es la altitud una variable influyente en la conducta suicida?
“La altitud, que es el factor más claramente asociado a las variaciones de la mortalidad por suicidio, se asocia también en Andalucía con una mayor ruralidad y con un menor tamaño de las poblaciones de la ZBS, por lo que su relación con el suicidio puede ser un reflejo de otras variables no incluidas en el estudio, tanto socioeconómicas como medioambientales.”
José Alameda-Palacios, Miguel Ruiz-Ramos y Beatriz García-Robredo
La variable identificada como factor relevante en Andalucía es la altura. Con gran sensatez, se detienen en el hecho de que tiene que existir alguna otra variable vinculada con aquella que explique las correlaciones.
Para profundizar en esta tesis me dispuse a comprobar si las relaciones entre suicidio y altura son comunes en toda la geografía española y estudiar otros elementos demográficos o geográficos con posible relevancia estadística.
En este sentido, el estudio de las correlaciones por provincias permite descartar que exista asociación entre la “altura media de la provincia” y el global de las tasas de suicidios. Incluso, en alguno de los grupos de edad se muestra cierto nivel de correlación inversa:
“Tasa de Suicidio en Hombres” para edades entre los 30/34 años (-0,287 y sig. 0,043); y entre los 40/44 años (-0,304 y sig. 0,032)
«Tasa de Suicidio en Mujeres” entre los 55/59 años (-0,299 y sig. 0,035).
Esto parece confirmar la sospecha expresada en el estudio de Alameda-Palacios, Ruiz-Ramos & García-Robredo. La correlación no era sinónimo de “causa” o “factor de riesgo” sino que se trataba de una variable de confusión. La altitud se relaciona por ejemplo de forma inversa respecto a “Nivel de Renta Hogar”. A mayor altitud, menor nivel de renta. La altura también está vinculada a otros fenómenos demográficos. Correlaciona con edad media, % de menores de 18 años y % de mayores de 65 años, e inversamente con el tamaño medio de la unidad familiar y la % de hogares unifamiliares.
Por eso es tan importante siempre planificar las investigaciones, observar todos los resultados en su conjunto y, cuando sea posible, realizar un análisis estratificado más profundo y más riguroso que el presente.
Si comparamos los datos del estudio ANDEES con los disponibles en el INE sobre altura del municipio, población, edad media, proporción de habitantes menores de 18 años, proporción de habitantes mayores de 65 años, nivel de renta por persona y hogar, número medio de componentes por hogar y proporción de hogares unifamiliares. Este nivel, que era “a priori” el más prometedor por el elevado número de datos (8.060 municipios gentileza del citado ANDEES y del INE), no ha ofrecido, desgraciadamente, resultados memorables.
Tamaño del municipio de residencia
Por otro lado, a nivel nacional, podemos deducir que existe “a priori” un factor protector del suicidio asociado al mayor tamaño del municipio de residencia hasta el umbral de los 100 mil habitantes. El resumen del periodo 1999/2018 es muy claro.
Suicidios por tamaño de los municipios
La distribución de tasas por grupos de edad respecto del tamaño del municipio de residencia, durante 2.003/2.014, confirman el dato global. Son especialmente significativos para hombres a partir de los 60 años.
Tasa de suicidio masculina de cada grupo de edad respecto del tamaño del municipio de residencia
Sin embargo, no hay correlaciones claras respecto de suicidio y “número de municipios por provincia”. A pesar de esto, se expresa una pequeña correlación con las tasas de hombres de más de 84 años y mujeres entre 40/44 años y mayores de 84.
El ejemplo de Asturias y Cantabria
Con carácter general, son dos zonas con similar morfología/orografía (costa y montaña). Tiene también un clima similar (altas precipitaciones y temperaturas medias propias de climas oceánico y de montaña). A nivel económico, ambas están por encima de la media, con bajas tasas de desempleo y bajo umbral de pobreza. Ambas compaginan núcleos de desarrollo industrial y de servicios, junto con un sector agrícola y ganadero.
Como diferencia, Asturias presenta una población algo más envejecida que Cantabria. Aunque podríamos pensar que la mayor edad media explicaría la diferencia en las conductas autolítica, esto no explicaría las bajas tasas en Cantabria, con edades medias más altas que en el resto de España. Además, los niveles de suicidio de Asturias se mantiene muy por encima de Cantabria en todos los grupos.
Como adelantaba al principio, NO hemos encontrado razones “ambientales” que expliquen la diferencia, descartando algunas razones de tipo geográfico y demográfico.
Tasa de suicidio en hombre por edad respecto de la media provincial
Quiero señalar que, a este nivel, SÍ es posible mostrar los “rasgos” que definen diferentes zonas de nuestra geografía. Como señalé al principio, hay grandes diferencias entre regiones y comarcas.
Obtengamos el ratio de la tasa de suicidio masculina de cada grupo de edad respecto de la media provincial. Entonces vemos que la “singularidad” de cada provincia le identifica como una huella dactilar.
Tasas relativas de suicidio por grupo de edad en Asturias, Cantabria y España respecto a la media provincial (1989-2014)
Si consideramos el ratio de suicidio de cada grupo de edad respecto de la media española, tendremos información adicional sobre su posición en el ranking volviendo a mostrar su singularidad:
Tasa de suicidio por grupos de edad. Ratio en Asturias, y Cantabria
Suicidio y nivel de renta personal
Sí resulta algo más clara la correlación entre suicidio y nivel de renta personal. Se muestra en las correlaciones negativas entre “Tasa de Suicidio Total” con “Nivel de Renta Personal” (-0,263 con sig 0,000) y “Tasa de Suicidio Masculino” con “Nivel de Renta Personal” (-0,320 con sig 0,000).
Por ejemplo, si modelizamos los datos de las variables en tablas categóricas (0/1) y cotejando las tablas de frecuencias mediante capas, se puede hacer un limitado análisis estratificado que nos muestra estimación sobre que variables son “de riesgo” (p.e. “renta personal”), cuales interactúan (renta personal con edad media) o cuales son variables de confusión (altura del municipio).
Los OR no son válidos cuando entre el intervalo inferior y el superior contienen el valor 1. Un OR mayor que 1 indica mayor riesgo.
En definitiva y como pueden comprobar, cada vez que analizamos los macrodatos del suicidio, tan solo conseguimos arañar alguna finísima “capa” a una cebolla enorme. Nunca deja de sorprendernos por su complejidad y por lo difícil que es exprimirle alguna información. Con todo, espero haberles descubierto algo, por pequeño que sea, que despierte su curiosidad y les anime a seguir “descubriendo más capas”.
Criminólogo y analista. Representante de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. Lleva a cabo estudios epidemiológicos sobre salud laboral y conductas suicidas en el ámbito de la Guardia Civil, para alertar del problema y para la adopción de políticas activas de prevención.
Esta entrada es recomendable para profesionales o personas interesados en la investigación sobre suicidio, particularmente sobre suicidio en cuerpos policiales.
Papageno.es es una plataforma profesional de prevención del suicidio abierto y multidisciplinar. Hoy publicamos una entrada de discusión sobre las armas de fuego y el suicidio. Si quiere dejar tu comentario puedes hacerlo bajo esta entrada. Si deseas suscribirte para recibir las nuevas entradas a través del correo electrónico puedes hacerlo a través del formulario de tu derecha.
Rogelio González Weiss es Criminólogo y analista. Representante de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. Lleva a cabo estudios epidemiológicos sobre salud laboral y conductas suicidas en el ámbito de la Guardia Civil.
Armas de fuego y suicidio
Un concepto relevante en materia de prevención está en la relación entre el acceso a las armas de fuego y su incidencia en el suicidio.
Como he señalado en otra ocasión, no todos los estudios relativos al suicidio son directamente exportables a cualquier otro grupo de población o país. Partimos de una realidad compleja, anclada en patrones y valores de cada sociedad y que se expresa de muchas formas y por diferentes “causas”. Observamos que las tasas de suicidios pueden variar entre países con un ratio 100:1. Con la misma complejidad y diversidad se expresan las tasas según edad, género o modo empleado.
Hay bastantes estudios, especialmente americanos, que asocian acceso a las armas con muertes violentas. Sin embargo, los métodos de obtención de datos (generalmente entrevistas a supervivientes o familiares) no siempre diferencian “aumento de la tasa de suicidio bruta” con el “aumento de la tasa de suicidio por arma de fuego”. La propia OMS cae en este error. Por ejemplo, en su informe “Prevención del suicidio, un imperativo global”.
Por otro lado, podemos encontrar publicaciones que, en vez de usar el análisis de datos, se apoyan en el razonamiento lógico.
De esta forma señalan que:
…el uso de las armas de fuego no aumenta la propensión a suicidarse. Sí aumenta las consecuencias negativas, por ser un medio más letal.
Armas de fuego y suicidio en el mundo
De hecho, el binomio armas/suicidio no cuadra bien con lo que podemos ver si comparamos los mapas de suicidios y los mapas de armas.
Tasas de suicidio en el mundo
Armas de fuego (pistolas) en el mundo por 100 habitantes
Japón y EEUU
Resultan paradigmáticos los casos de Japón o EEUU. El primero, uno de los países con menor número de armas de fuego disponibles (0,2%) y con elevadísimas tasas de suicidio (21 por cada 100.000 hab.). El segundo se destaca como número uno mundial en disponibilidad (42%) y en laxitud en regulación de armas. Sin embargo, expresa niveles de suicidio (12 por cada 100.000 hab.) por debajo de la media mundial. Incluso menores a países como Francia o Alemania.
Armas de fuego en España
En España el número de personas que tienen acceso a un arma es más alto de lo que tendemos a suponer. Sin alcanzar las cifras de los EEUU, la afición a la caza ha hecho que sea muy común la accesibilidad a escopetas. Estadísticamente, el 5% de la población española cuenta con una licencia de armas y éstas están presentes en el 12% de los hogares.
Armas de fuego y suicido en cuerpos policiales españoles
Según los datos de los que dispongo, aproximadamente el 85% de los suicidios consumados en la Guardia Civil y Policía Nacional, son por armas de fuego. En la población española esa proporción baja hasta un 6%. No es necesario un complejo cálculo estadístico para deducir que la accesibilidad y el conocimiento de su funcionamiento determinan cual es el modo usado para suicidarse en este colectivo.
La rotundidad de este dato sobre suicidio con armas en nuestras policías no nos aclara si, como ha llegado a afirmarse por algún responsable de las FyCSE, el hecho de disponer de un arma es “la razón” de un mayor índice de suicidios que entre aquellos que carecen de esta “accesibilidad” (en la Guardia Civil la tasa de suicidios en determinados grupos de edad triplican la tasa de su equivalente de la población española).
Frente a los estudios que avalan aquella afirmación, otros no son tan rotundos:
Se debe buscar un análisis más riguroso al de la simple especulación razonada que muestre esa posible relación causa/efecto entre armas y suicidio.
Propuesta de debate
Para afrontar con garantías esa duda, veríamos dos posibles estrategias:
a) Una investigación que partiera del seguimiento de un gran número de personas con acceso a un arma y que comparta el resto de factores sociales y ambientales respecto de la población de referencia. Por ejemplo, entre cazadores o deportistas de tiro olímpico. Esta técnica epidemiológica supone contar unos medios que solo están al alcance de algunas instituciones públicas.
b) Un Plan Nacional para la Prevención del Suicidio, con un observatorio estadístico que, entre otras muchas medidas, recogiera sistemáticamente las personas en riesgo, las tentativas, una estadística fiable de este tipo de muertes y que obligara las autopsias psicológicas de los suicidios, especialmente en colectivos “de riesgo”; que reflejara las circunstancias relevantes de la persona que realiza la tentativa o la consuma: profesión o actividad, crisis personal o familiar, estado de salud, situación económica, procesado por delito, víctima de acoso o discriminación, acceso a las armas, medicamentos u otros medios letales, y un largo etcétera.
Como no parece inminente un abordaje de ese tipo me permito hacer un ejercicio estadístico, humilde pero riguroso. Con él solo se pretende comprobar si hay evidencia bastante para una afirmación que parece dictar el sentido común, que tan unánimemente se señala y de la que algunos responsables políticos y policiales españoles han hecho bandera (según creo, para justificar su inacción).
Hipótesis
Si partimos de las hipótesis de que “hay relación causa/efecto entre disponer de un arma respecto del modo elegido para consumar la intención suicida” (como ocurre con la policía en España), la serie temporal de la población española en posesión de armas de fuego, tendría que mostrar alguna correlación con aquella tasa. Asimismo, cabría esperar que, “un mayor índice en el acceso a las armas sea lo suficientemente significativo como para expresarse en una mayor tasa de suicidios” como sostiene alguna literatura científica (y el sentido común).
A nuestro favor juega:
a) El hecho de que en España al menos el 10% de su población adulta pueda tener un acceso inmediato a arma de fuego y sabe como utilizarla. Es un número suficientemente elevado, incluso para un evento de baja incidencia como es el suicidio (estadísticamente hablando, claro) y la poca variabilidad anual.
b) Si la relación de causalidad es alta, las matemáticas pueden mostrarla.
Por el método de análisis empleado y la confianza en las fuentes tan solo trataremos de valorar hasta qué punto se refleja en los datos alguna relación significativa entre “acceso a un arma de fuego” y la “tasa de suicidios”, no determinar si existe o en qué medida.
Metodología
Vamos a intentar comprobar, mediante un sencillo análisis estadístico (correlación bivariada), en qué medida las poblaciones con mayor o menor acceso a un arma expresan alguna tendencia estadística vinculada a las conductas suicidas.
Problemas metodológicos
En cuanto al método, la recopilación de datos sobre licencias de armas por regiones en España no ha sido fácil, al no disponer de series de datos homogéneas. El Ministerio del Interior si publica regularmente datos globales sobre licencias de armas, pero no muestra el dato “número de personas titulares de armas”. Los números no son coincidentes pues una misma persona puede ser cazador y aficionado al tiro deportivo, figurando en ambas licencias. Aún así se ha obtenido una serie fiable entre el año 1990 y el 2017 para los datos nacionales y dispersos y poco fiables para las CCAAs a partir del INE o sus propios boletines estadísticos.
En el caso del INE se ha observado que las tablas referidas al desglose de suicidios por CCAAs o provincias no coinciden con los totales de los resúmenes nacionales. Ocurre igual cuando usamos las series nacionales y las comparamos con los desgloses por el método empleado. En aras de esa “homogeneidad” he optado en esta ocasión por usar los datos del Ministerio de Sanidad (si bien, este organismo también divide sus resúmenes en dos periodos 1981/1998 y 1999/2017 y se detectan 2 diferentes criterios de adquisición). Hemos utilizado directamente sus tasas ya calculadas.
Los valores de tasas de suicidios y acceso a las armas de otros países, están referidos a periodos de tiempo no coincidentes y provienen de fuentes distintas, por lo que las conclusiones estadísticas deberán considerarse también con prudencia.
Las variables disponibles se han considerado a nivel Nacional, pero también se ha intentado una comparación en varias CCAAs y dentro de estas, una relación transversal referida al comportamiento medio de cada CCAA. El análisis de otros países solo ha sido posible desde este concepto transversal, considerando solo el comportamiento medio o de “foto fija” disponible y usando solo los datos referidos a Estados con estructuras administrativas fiables (Europa, USA, Canadá, etc.) cuya recogida de datos se ajustan a los estándares internacionales y se mantienen en el tiempo. Nos hemos centrado también en el caso estadounidense, al poder comparar una serie temporal larga sobre acceso a las armas, tasas de sucidios y datos sobre homicidios. Los referidos a armas se han obtenidos a partir de encuestas y suponen una mera aproximación.
Se ha optado por incluir también un cotejo referido a tasas de suicidio del género “hombre”. La intención es forzar sensibilidad del análisis concentrando respecto de esa mitad de la población que más armas tiene (20:1), más se suicida (3:1) y más frecuentemente usa las armas de fuego como método de consumación (26:1).
Para los cálculos estadísticos se ha usado la herramienta SPSS, obteniendo un análisis descriptivo, tablas de correlación bivariada, gráficas de dispersión de variables asociadas y cálculo de regresión lineal mediante una Anova. No profundizo en el análisis consciente de las limitaciones de los datos y que los resultados son difícilmente exportables.
Fuentes:
Recurriremos a las fuentes en las que es posible observar el fenómeno autolítico y la posesión de armas con carácter general: INE, Ministerio de Sanidad Consumo y Bienestar Social (Instituto de Información Sanitaria), Anuarios estadísticos del Ministerio del Interior, Boletines estadísticos de la Administraciones públicas y Anuarios de estadísticas deportivas del Ministerio de Educación Cultura y Deporte. También dispondremos de datos referidos a armas y suicidios en otros países:
No podemos hacer un muestreo y dependemos exclusivamente de los datos que aquellos organismos han estimado oportuno publicar. No se pueden revisar, contrastar con otras fuentes o cuestionar la metodología sobre captación/elaboración de esos datos.
No en todos los casos consideramos a las personas que, sin tener licencia de armas, pueden acceder a las de un familiar que sí las tenga y las guarde en el domicilio común. Tampoco a aquellas que disponen de un arma ilegalmente obtenida.
Y por último, la poca disposición de las instituciones públicas para ampliar los datos y ponerlos a disposición de los investigadores. Sirva de ejemplo que, pese a haber pedido en abril a la Secretaria de Estado para la Seguridad del Ministerio del Interior el resumen del número de personas con licencias de armas por provincias y años, al día de hoy sigo sin recibir noticia.
Aproximaciones
Comparación de las series temporales “proporción de personas en España que poseen una licencia de armas de fuego”, con “tasas de suicidio nacionales”, con “porcentaje de suicidios por arma de fuego respecto del total de los diferentes métodos empleados para consumarlo” y con “tasas de muertes por homicidio”.
Comparación de series temporales y datos globales de las CCAAs en los conceptos de “proporción de licencias de armas de fuego”, “tasa de suicidio” y “porcentaje de uso de arma de fuego en la consumación suicida”.
Comparación de datos globales de varios países en los conceptos de “número de licencias de armas de fuego por cada 100 habitantes”, “% de hogares con armas de fuego”, “número de propietarios de armas de fuego con licencia por cada 100 habitantes”, “tasas de suicidio nacionales” y con “tasa de suicidios por arma de fuego nacionales”.
Comparación de las series temporales “proporción de domicilios en EEUU que poseen al menos un arma de fuego”, con “tasas de suicidio nacionales”, con “tasa de suicidios por arma de fuego” y con “tasas de muertes por homicidio”.
Resultados
El caso español
No ha sido posible encontrar ninguna correlación significativa entre variaciones anuales en el porcentaje de licencias de armas en España y su mayor incidencia en la tasa de suicidios.
No significa que se descarte totalmente la hipótesis, tan solo se acredita que, de existir, no es lo suficientemente alta como para mostrar alguna relevancia estadística en el global de los datos, bien porque ha quedado enmascarada entre la imprecisión de las fuentes, bien por otros tipos de errores. No hay elementos de estudio para identificar interacciones con otras variables o establecer relación causa/efecto.
Solo cuando se ha comparado la evolución de “licencias de armas” y la evolución de “suicidios por medio de armas” a nivel nacional se ha podido acreditar la hipótesis (pero no demostrar desde el punto de vista científico): relación estadística significativa entre un mayor acceso a las armas de fuego y la proporción de personas que terminan usando éstas como medio para suicidarse, confirmando la utilidad de la técnica estadística usada y ajustándose a la evidencia del arma como medio más empleado en Guardia Civil para las conductas autolíticas.
Se aprecia también correlación entre número de licencias y homicidios en España, lo que nos refuerza la confianza en la validez general de estos análisis (por lo que procedemos a apuntarnos un nuevo “positivo” 😉
Las tablas de correlaciones entre los datos globales “suicidios en España” y el tratamiento específico en “suicidios en hombres” no han mostrado diferencias, con lo que no se confirma la premisa (mejor dicho, la esperanza) de encontrar “más evidencia estadística” por “concentración de las muestras”.
Por comunidades autónomas
Los datos parciales referidos a Comunidades Autónomas no han mostrado ningún tipo de correlación entre licencias de armas y suicidios y poca entre armas y modo empleado para el suicidio. No ha sido posible ni en el enfoque “evolución temporal” ni en el transversal entre CCAAs. Posiblemente debido no solo por el menor número de datos de cada serie, sino también por la menor fiabilidad de los mismos, por los diferentes modos de recopilación y los heterogéneos conceptos de cada Administración Regional.
Relación suicidio armas en otros países
WHO Mortality Database. World Health Organization (elaboración propia).
Como análisis previo, al intentar comparar la evolución anual de suicidios de cada país respecto de la evolución de la media de todos ellos, se comprueba que 19 de los 30 países observados se ajustan muy bien al patrón medio, entre ellos Francia, Italia o Alemania. Algunos no expresan ninguna correlación, como es el caso de España. Otros, como Polonia, Portugal o Japón expresan correlación inversa. Adjunto la tabla, aunque no encuentro interés para nuestro enfoque sobre armas ni relación con el resto de variables.
El análisis transversal sobre los distintos países expresa datos similares a los obtenidos en España. Esto ocurre especialmente en el que se refiere a “% de domicilios con armas” respecto del “método de suicidio”. Además existe un nulo reflejo accesibilidad y tasa de suicidio general. En consecuencia se confirma la consistencia de nuestra aproximación estadística.
(Más acceso a las armas no supone, aparentemente, más suicidios pero si influye en la forma en que se lleva a cabo).
El peculiar caso norteamericano
Como decíamos al inicio, USA is different. Recordemos que en casi la mitad de los domicilios en EEUU disponen de, al menos, un arma de fuego. Su propia constitución ampara ese derecho y hay pocos controles para la adquisición legal de armas. Por otro lado, la legitimación de la autodefensa parece que tiene sus consecuencias. La tasa de homicidios anual es de 7,35 por cada 100.000 habitantes. En España no se alcanza el 0,1.
Otro efecto de su “especial idiosincracia” es que el 67% de los suicidas usan un arma de fuego como método. En España, recordemos, es escasamente el 6%.
Una prueba más de que los cotejos estadísticos empleados en este artículo tienen cierta capacidad para detectar las relaciones entre disponibilidad de armas y suicidio se encuentra en los datos en EEUU.
Analizadas las series de datos (1981-2017) sobre “% de hogares con armas de fuego”, “% de suicidio con arma de fuego”, “% de homicidios” y “% de homicidios por arma de fuego” se expresa una fuerte correlación entre todas las series.
Es importante destacar que se ha observado relación leve entre la mayor proporción de domicilios con armas y tasa de suicidios. Como en las series anteriores, no podemos identificar interacciones con otras variables o establecer relación causa/efecto.
De esta última tabla podemos extraer varias consideraciones:
Los resultados son coherentes con los estudios que señalan esa relación entre armas y sucidio para la población USA.
El elevado número de armas y la facilidad para el acceso a ellas marcan diferencias sustanciales en su comportamiento respecto de los países de nuestro entorno cultural.
El rango de relación entre acceso a las armas / suicidio por medio de armas / homicidios, es superior al de acceso a las armas / tasa de suicidio.
Discusión
Es razonable establecer que en España y los países desarrollados los requisitos de acceso a las armas disminuyen el riesgo inherente al acceso a un arma. Estos filtros parecen servir para aminorar algunas de las situaciones de mayor exposición: problemas mentales, adicciones, situaciones de conflicto con la ley o conductas asociales…
La clave parece estar en esos controles para la posesión de armas, no tanto en el número de ellas. Entiendo que es argumento suficiente para estimar que cualquier normativa para limitar el acceso a las armas de grupos de riesgo son efectivas y muy recomendables.
Implicaciones en cuerpos policiales
¿El fácil acceso a las armas de fuego entre miembros de cuerpos policiales explica “per se” su elevada tasa de suicidio?
En el caso de los agentes de policía en España, podemos afirmar que se trata de una población seleccionada en cuanto a salud física y mental. Sus agentes han tenido que superar un riguroso examen previo al acceso. Esto supone pruebas físicas/deportivas, un reconocimiento médico exhaustivo y otro de evaluación psicológica. Durante su vida profesional y en todos los procesos de especialización y promoción han de evidenciar encontrarse en condiciones de aptitud psicofísica adecuada. Esto puede ser propuestos por sus mandos para su evaluación cuando se observen conductas anómalas o déficit de salud.
El caso de la Guardia Civil
En la Guardia Civil, cuando se detectan indicios de afectación por enfermedad psicológica, crisis emocional, roce con la justicia, o así lo comunique el afectado (también compañeros o familiares), se adoptan medidas cautelares. Por ejumpelo, la separación del servicio, la activación de un protocolo de retirada preventiva del arma y de reconocimiento obligatorio por el Servicio de Sanidad y/o Servicio Psicológico. Este proceso puede acabar con expediente de “Pérdida de Aptitud” por un Tribunal Médico Pericial. Estas evaluaciones son rigurosas, pues conducen con frecuencia a su pérdida de condición de Guardia Civil. En muchas ocasiones puede llevar a su declaración como “apto con limitaciones” para prestar servicios sin armas. En su contra, la adopción de esas medidas preventivas se traducen en estigmatización, pérdidas retributivas y dificultades futuras para la promoción, lo que puede disuadir de la utilización del cauce “oficial” o, lo que es peor, a no pedir ayuda.
Los datos parecen concordar bien con la predilección entre los agentes para usar el arma como medio para el suicidio. Esto ocurre entre la población americana. Sin embargo, no mostramos en España los efectos perversos del acceso sin control. No hay evidencia de la influencia de las armas en una mayor tasa bruta de suicidio. Tampoco sufrimos las altísimas tasas de homicidios de aquel país. Afortunadamente también, los policías españoles parece que no expresan las tasas de homicidio que observamos entre la población norteamericana. Según las estadísticas de Defensa, en los últimos años no ha habido ningún ingreso penitenciario de agentes de la Guardia Civil para cumplir penas superiores a 12 años.
Conclusiones
En base a los resultados no es lógico concluir que este colectivo profesional tenga un comportamiento muy distinto al resto de la población española. Los controles de acceso y seguimiento, aunque mejorables, son aún mayores a los que ya existen para el resto de ciudadanos. Estos deberían por tanto compensar en mayor medida el riesgo inherente al acceso inmediato a un arma letal.
No debemos caer por tanto en la explicación simplista de que la disponibilidad de un arma sea la causa para aumentar el suicidio en España. Tampoco, como se ha llegado a afirmar para los guardia civiles, como “la principal causa de sus altas tasas de suicidio”.
Para llegar a esa conclusión será necesario otro tipo de investigaciones, con más y mejores datos que los existentes. Esto permitiría determinar cuales son los auténticos factores de riesgo para poder fijar políticas y protocolos preventivos más eficaces.
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