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¿SUBREGISTRO DE SUICIDIOS EN EL INE?

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Todos los que hemos intentado analizar el fenómeno de la conducta suicida nos hemos tropezado en alguna ocasión con casos de muertes que se han contabilizado como accidente, pese al conocimiento personal de que se trataba de una muerte voluntaria.

En mi caso, como Guardia Civil he visto casos de suicidio que han acabado con etiquetas del tipo: “accidente mientras limpiaba su arma reglamentaria”.

Podremos lamentar desde el punto de vista de investigadores esa “disfunción”, pero nada más humano que ese ingenuo (y a veces paternalista) intento de evitar un dolor añadido a la familia, consecuencia del “estigma” que aún arrastra nuestra sociedad. Más si cabe cuando, como en el caso de mi profesión, el montante de la pensión de viudedad depende de si la muerte fue accidente en acto de servicio o no.

Ese mismo elemento de “error” en el etiquetado de la causa de muerte, así como cuestiones relacionadas con el método con el que se registran finalmente en el Registro Civil y aparecen en el Instituto Nacional de Estadística, ya ha sido objeto de estudio. El más relevante en España es una publicación de 2014 (Lucas Giner y Julio A. Guija, Revista de Psiquiatría y Salud Mental), que concluye que los datos del INE infravaloraban los que se contabilizaban en los Institutos de Medicina Legal y Forense.

Un enfoque bastante original y más reciente (aunque algo más discutible por el método de entrevista telefónica a los allegados) llegaba a la misma conclusión: El INE subregistra los casos de fallecidos por lesiones autoinfligidas.

Hay pistas que nos señalan una obviedad: no siempre es posible establecer en una autopsia la diferencia entre una muerte accidental y una autoinfligida. Tampoco podemos confiar en que los intereses (por otra parte totalmente legítimos) de los familiares o amigos, que puedan dar testimonio a un relato de las causas, sea fiel a la intención de la víctima. Una de esas pistas la observamos en la correlación entre algunos tipos de muertes accidentes y las reconocidas por suicidio.

 

¿Se mantienen los problemas de subregistro entre los datos de los IMLyF y el INE?

1 ¿Podemos revisar el estudio de 2014 para verificar su exactitud?

Nos hemos animado a hacerlo y sus datos y conclusiones son impecables. Pese a la dificultad para recabar datos y los evidentes errores de algunos de los que se facilitaron a los investigadores, no he podido encontrar un solo fallo en cuanto al tratamiento de los datos y en el método de análisis.

De hecho, tuvieron en cuenta información que hoy en día se confunde: Obtuvieron del INE los datos de suicidios “por la provincia de ocurrencia”, lo que les permitió comparar bien con los facilitados por los IMLyF. Recordemos que, al día de hoy, el desglose provincial que ofrece el INE para series largas solo se expresan las muertes “por provincia de residencia”. Hay que advertir por tanto que, en el actual desglose provincial del INE, solemos dejar de considerar a las personas que se suicidan en España pero viven en el extranjero o en aquellos casos en que la persona fallece fuera de la provincia de residencia.

2 ¿Podemos repetir el estudio para actualizar la información?

Me he permitido también recrear aquel primer análisis con datos más recientes.

Ha servido para testar la recopilación y traslado de la información y observar si los actuales protocolos cumplen con mayor eficiencia que en periodos anteriores. Los resultados son positivos y parecen mostrar que han desaparecido las divergencias que constataron en 2014 Lucas Giner y Julio Guija.

En lugar de requerir a los IMLyF, he preferido buscar las memorias que publican el Ministerio de Justicia, el CGPJ y algunas CCAAs.

Debo comentar que dichas memorias no han sido fáciles de encontrar y resultan complicadas de seguir. Nos encontramos con múltiples formatos, series interrumpidas, frecuentes errores de transcripción, correcciones en años posteriores y datos en blanco. Lo peor es que bastantes de esos informes o memorias ni siquiera aparecen publicados.

Aún así, he dispuesto de una buena representación. Del periodo 2016 a 2022 se ha obtenido información de todas las provincias en al menos 1 año. Del total de los 364 registros potenciales hemos podido considerar 294 (81%), proporción algo mejor a la obtenida por los investigadores en 2014 (62%). Se han descartado algunos registros por su notorio error, como los correspondientes al informe del año 2020 del Consejo General del Poder Judicial.

Para el periodo estudiado ha sido posible obtener del INE los datos de fallecidos por el “lugar de ocurrencia”.

Podemos concluir que las discrepancias entre el INE y los IMLyF ya no son las que se describieron en 2014. Las diferencias estarían por debajo de los márgenes de error que consideramos razonables en cualquier estudio y son menores según avanzamos en el periodo analizado.

Anteriormente se constataron algunas cuestiones:

Que además de un posible subregistro de ambas instituciones, existían importantes divergencias entre los datos de ambas. Entendemos que son varios los motivos. Algunos tan evidentes como los errores de transcripción de las estadísticas de los IMLyF a sus memorias anuales. Otros pueden atribuirse a los casos en los que no hay respuesta definitiva a la etiología de la muerte y se encuedraban en “no concluyente” o como “pendiente de análisis de toxicología”, entre otras. Ese mismo problema se repite en las memorias de los años 2016 a 2022, por lo que es necesario tratar de localizar las actualizaciones/revisiones en las propias memorias de años posteriores, mantener cierta flexibilidad en la interpretación de los valores absolutos y no sorprenderse por algunas discrepancias de pequeña entidad. Solo de esa forma podemos entender que en algún caso los totales de los IMLyF puedan ser incluso inferiores a los del INE.

Mi valoración a la vista de los datos es que se sigue mejorando la calidad de los CMD/BED y los BEDJ con lo que ya no puede hablarse de “infravaloración del suicidio respecto de los datos forenses” y que va a ser difícil avanzar aún más en esa dirección, salvo en la mejora en la difusión de las memorias anuales de los IMLyF.

 

¿Es posible hacer algo para mejorar el conocimiento sobre el número de vidas que se pierden cada año por suicidio?

Sin duda. “Tan solo” habría que avanzar en la dirección de mejorar la información sobre el suicidio, serias campañas de divulgación y conocimiento del fenómeno suicida que acaben con el tabú o el estigma y convencer a nuestros gobernantes que el suicidio es un serio problema que mata a miles de personas al año y que deja en una situación muy vulnerable a sobrevivientes y supervivientes.

Es evidente que hay aún mucho recorrido. Otra cosa es que exista actualmente voluntad política para hacerlo. Mis propuestas pasan por el “archireclamado” y nunca atendido Plan Nacional para la Prevención del Suicidio. Sin él y lo que significa, dejamos sin abordar y destinar recursos al estudio y a la prevención del suicidio.

¿Significa esto que no hay capacidad de acercarse más a la cifra real de suicidio? Mientras llegan esas políticas de salud pública, los investigadores están tomando iniciativas interesantes y atrevidas, como el estudio que citaba al inicio en el que buscaban información por medio de la entrevista a familiares y allegados al suicida.

 

Lista de recursos.

https://papageno.es/que-necesitas

Las muertes por suicidio en la Unión Europea desciende un 13% en una década

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En 2021, se produjeron 47.346 muertes por suicidio en la UE, lo que corresponde al 0,9% de todas las muertes notificadas ese año. Esto equivale a una media de 10,2 muertes por cada 100.000 personas.

En comparación con 2011, el primer año del que se dispone de datos, el número de muertes por suicidio disminuyó un 13,3% (-7.277 muertes). En 2011, la tasa de mortalidad estandarizada por suicidio en la UE fue de 12,4 muertes por cada 100.000 personas.

Acceso a la información completa

FUENTE: Noticias y Novedades de Estadísticas Sanitarias y Cartográficas

El cambio climático visto como riesgo de suicidio

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Sigue habiendo quien cuestiona el cambio climático. Aún así la realidad es muy tozuda.

Desde las ciencias de la economía hasta las de la salud (y no solo la meteorología), son varias las disciplinas que están analizando como las variaciones del clima tiene consecuencias en las personas o en la sociedad.

Son muchas las publicaciones que acreditan la relación de las condiciones meteorológicas extremas con determinadas enfermedades o con el número de fallecidos en general:

https://www.nature.com/articles/s41558-018-0222-x

https://agupubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1029/2021GH000580

https://www.medscape.com/viewarticle/990266

Pero también, y ese es nuestro tema, con las muertes por lesiones autoinfligidas.

Recientemente una extensa investigación en China (Assessing the Burden of Suicide Death Associated With Nonoptimum Temperature in a Changing Climate Yuchang Zhou, MS; Ya Gao, MS; Peng Yin, PhD) y otra publicada en Nature (Higher temperatures increase suicide rates in the USA and Mexico, Marshall Burke, Felipe Gonzalez, Patrick Baylis, Sam Heft-Neal, Ceren Baysan, Sanjay Basu and Solomon Hsiang) ha ido más allá de la simple constatación de las consecuencias del cambio climático en la salud. Desde el análisis prospectivo han estimado cuantas vidas se perderán por suicidio como resultado de las variaciones climáticas.

Normalmente estos estudios no suelen entrar a valorar cuales podrían ser las razones de fondo que expliquen estas conductas asociadas al riesgo de suicidio. Como excepción un reciente estudio en India (Crop-damaging temperatures increase suicide rates in IndiaTamma A. Carleton) argumentaba el efecto del clima en las cosechas, estos en las economías familiares y, finalmente, éstas en la desesperanza y el suicidio.

Además de las consecuencias negativas en sectores económicos, es fácil establecer causa efecto entre condiciones extremas del clima con estrés, irritación, desasosiego o aumento de síntomas negativos de algunas enfermedades. También parece lógico ver estos estados de ánimo como elementos perturbadores que pudieran sumarse al resto de factores de riesgo. De hecho, empieza a hablarse del “estrés térmico”, generalmente asociado a “olas de calor”.

Clima versus suicidio en España.

A pesar de los numerosos estudios internacionales, los pocos que se centren en España son muy locales (La influencia de las condiciones meteorológicas ambientales en la mortalidad por suicidio en la provincia de Córdoba. Irene Iglesias-Fernandez, Cristina Maria Beltrán-Aroca, José Sáez-Rodríguez, Eloy Girela-López), o no van más allá de las variaciones estacionales (Papageno), (Plataforma Nacional Para la Prevención del Suicidio). No es entendible esa escasa publicación dada la facilidad con que podemos acceder a datos detallados sobre variables meteorológicas en nuestro país. Desde la web de la Agencia Estatal de Meteorología (www.aemet.es) es posible consultar los históricos de temperatura, viento, sol o pluviometría de centenares de estaciones en toda la geografía Española.

Cosa distinta es la accesibilidad a los datos detallados sobre suicidios cuando se quiere trabajar con cierto nivel de detalle. El único lugar que dispone de los datos y permite el acceso es el INE (www.ine.es). Incluso ésta, por razones de protección de la intimidad, limita esta información y no la publica en su web. No obstante lo anterior, el INE ofrece un recurso de petición de datos “a medida”  anonimizados, sujetos a control y con un coste para el investigador (aunque asumible).

Metodología de trabajo.

Dispuesto a comprobar que los estudios extranjeros que asocian muerte con clima extremo son extensibles a nuestro país, se hace necesario concretar los parámetros que quieren usarse. Recordemos que las investigaciones previas se detienen en las condiciones extremas, tales como temperatura o velocidad del viento.

Como pequeño guiño a los activistas del cambio climático, he elegido la variable: media mensual de las temperaturas máximas absoltas diarias. El periodo analizado comprende desde 1998 a 2021. Para obtener un panorama geográfico amplio, seleccioné una estación meteorológica por provincia. Generalmente la más cercana a la capital que contara con un registro regular y amplio en el tiempo.

Tras formalizar la petición de datos al INE sobre “número de fallecidos por suicidio” (desagregado por género, provincia de residencia, año y mes), recibir la aprobación, firmar el documento de condiciones de uso y pagar la tasa, recibí en pocos días un archivo de Excel con los datos solicitados.

Previamente procedí a comprobar (una vez más) que no correlacionan temperaturas y muertes por suicidio. Esta falta de correlación nos señala que el dato del termómetro “per sé” no es un factor de riesgo (cosa evidente al observar que los países con climas cálidos no sufren necesariamente más muertes por suicidio que los fríos. Con el clima entran en juego muchos otros factores (como la adaptabilidad de las personas al entorno donde vive). No deberíamos usar como elemento de comparación las temperaturas absolutas, porque no sería correcto entender que una temperatura de 35 grados en mayo o junio afecte igual a alguien que vive en Córdoba que a alguien de Soria. Esta consideración es un jarro de agua fría para quienes ven “cambio climático” tan solo como “aumento de temperatura”. Los datos nos muestran que dicho fenómeno resulta más “perturbador” por su exageración de los contrastes tales como las cada vez más frecuentes “olas de calor extremo”, pero que podría extenderse a otros fenómenos admosféricos.

Como método analítico decidí usar la perspectiva epidemiológica de “casos-controles, longitudinal hacia atrás”. Para ello diseñé en Excel una rejilla que permitiera filtrar los casos (año, mes, provincia) en los que se producían determinadas desviaciones porcentuales de temperatura respecto de la media mensual de las máximas de la estación, mes y periodo estudiado y aplicarla a las tablas de suicidios y poblaciones.

La anterior rejilla se aplicó a los parámetros siguientes:

Expuestos: Suicidios y poblaciones para los meses en los que la temperatura media mensual de las máximas absolutas de cada año/mes/provincia era superior a los siguientes valores: 0%, 5%, 10%, 15%, 20%, 25% y 30%.

No Expuestos: Suicidios y poblaciones para los meses en los que la temperatura media mensual de las máximas absolutas de cada mes/año/provincia era igual o inferior a la media del mismo mes/provincia del periodo 1998/2021.

Se considera “poblaciones de control”, el resto de personas residentes en las provincias/meses en las que coincidiendo en las circunstancia climáticas de exposición/no exposición, han muerto (o no) por suicidio.

Se desagrega un subgrupo que corresponde a los meses de más calor (de mayo a septiembre) para observar los efectos en este periodo.

Resultados de la rejilla año/mes/provincia.

El conjunto de datos desplegados en la rejilla climática nos proporciona una matriz de 24x52x12 celdas, idéntica a la correspondiente a los suicidios.

Los cortes por grupos de rangos de temperatura se indican en la siguiente tabla:

Resultados de los Ratios Casos/controles para suicidio.

De los rangos de temperatura anteriores y trabajando por separado el ámbito temporal (todo el año/meses de calor), se obtienen tablas con los ratios y los intervalos de confianza, como en el ejemplo siguiente:

Con todos ellos Obtenemos una tabla resumen de resultados:

 

Aún considerando las reservas que se señalan en el párrafo sobre problemas metodológicos, nos atrevemos a concluir que España no es una excepción en cuanto a la perniciosa (aunque leve) influencia de las temperaturas extremas en las muertes por suicidio. Meses con olas de calor que hagan superar las temperaturas medias máximas mensuales un 10% se expresan en un 3% (OR=1,0342 IC+=1,0081 IC-=1,0609) más de fallecidos por “lesiones autoinfligidas” que en los meses en los que no se superan las medias históricas para ese mes y provincia. Cuando las olas de calor suben las medias máximas mensuales por encima del 15%, los fallecidos son un 5% más (OR= 1,0517, IC+=1,0010, IC-=1,1050).

Sorprendentemente los resultados obtenidos en el periodo cálido del año no muestra valores mucho más altos que los considerados en el total del año. Aunque los ratios parecen superiores, observamos que la disminución de la muestra hace que los intervalos de confianza dejen de ser relevantes.

Rechazamos estimar los resultados de las rejillas de excesos de temperaturas superiores al 25% (aunque resulten muy ventajosos para nuestra hipótesis). Formalmente están comprendidos dentro de los intervalos de confianza, cumplen con los requisitos de homogeneidad de la razón de ventajas y de las pruebas de independencia condicional. Aún así entendemos que el método de extracción desde las rejillas hace que el dato que se analiza es el desarrollo de otro menos representativo. En este corte, el número de fallecidos que consta en la celda es de 38 fallecidos (aparentemente suficiente), pero procede de solo 3 supuestos: junio de 1998 en Asturias (11 fallecidos), abril de 2011 en A Coruña (15 fallecidos) y mayo de 2020 también en Asturias (12 fallecidos). Nuestras dudas para aceptar estos resultados se apoya también en que en el corte anterior (20%), el intervalo de confianza no es significativo.

La aplicación de este método casos/controles nos permite ratificar una vez más los estudios que muestran mayores o menores tasas de suicidio asociados a la estacionalidad (no a la temperatura), en este caso los meses de mayo a septiembre respecto de los meses octubre a abril:

OR = 1,0732    IC+ = 1,0575   IC- = 1,0891

Estos resultados son coherentes con estudios previos sobre estacionalidad del suicidio en España:

 

Problemas metodológicos

Contar con una rejilla de amplitud mensual para cotejar temperatura y muerte por suicidio supone aceptar un gran margen de imprecisión. Asumimos que los “picos” de altas temperaturas se suelen mantener durante algunos días, pero es evidente que, al considerar la media mensual, algunos de esos “picos” pueden ocultarse tras días con temperaturas bajas. Por otro lado, y hasta que se emprenda un estudio con rejillas diarias, no conocemos el alcance temporal del posible efecto del “estrés térmico” en la decisión de quitarse la vida. Para complicar el análisis, será difícil demostrar si el estrés climático es un simple precipitador “instantáneo” o tiene influencia persistente en el sufrimiento que conduce al suicidio.

Asimismo la elección de una sola estación meteorológica por provincia significa que los datos de “ola de calor” de esa estación no refleja exactamente su influencia en toda la geografía provincial.

Debemos señalar también que los picos de temperatura tienen efectos/sensaciones más acentuados cuando se asocian a humedades relativas altas o no están moderados por el viento. Posteriores estudios deberán contemplar el efecto de diferentes parámetros climáticos y la combinación de éstos en la decisión de quitarse la vida.

Aún así, los datos son coherentes: riesgo relativo más alto cuando las temperaturas máximas absolutas son superiores a la media, márgenes muy ajustados; progresividad en los cortes con muestra óptima y márgenes de confianza que contienen el “1” (no significativos) para diferencias de temperatura más bajas o con menor números de casos.

 

CONCLUSIONES

Confirmamos para toda España los estudios locales o extranjeros sobre influencia negativa del calor extremo respecto del número de fallecidos por suicidio, así como cierta estacionalidad de la conducta suicida, mayor entre los meses de mayo a septiembre.

Con estos resultados queremos animar a realizar investigaciones más completas, amplias y rigurosas. Y no solo por curiosidad científica. Entender de qué manera nuestro entorno condiciona nuestras decisiones como personas ayudará a prevenir esta lacra social que nos cuesta 4 mil vidas al año solo en España.

En definitiva, la ciencia seguirá descubriendo centenares de aspectos que nos hacen sufrir. También cómo la confluencia de muchos de ellos llevan a la compleja decisión de quitarse la vida como “solución” a sus padecimientos.

Lo que no cambiará es que, aunque no sea fácil verlo, hay otras formas para aminorar el sufrimiento. La primera es pedir ayuda cuando creas que no puedes soportar más. Habla de ello con las personas de tu entorno que puedan empatizar con tu dolor, aunque a veces no te entiendan o no sepan como reconforte. Verbalizarlo, encontrar sentido a lo que nos pasa, sentir apoyo de nuestro entorno, empezar a creer que puede haber solución, significa ESPERANZA. Y la esperanza es la mejor prevención del suicidio.

Como sociedad, ayudemos a acabar con los tabúes de la muerte, el sufrimiento o la salud mental. Que el suicidio no sea un estigma para la persona que piensa en quitarse la vida ni para los supervivientes. Defiende ante las Administraciones y representantes políticos una sanidad pública de primer nivel ( o al menos, equiparable a la de nuestro entorno). Escucha activamente y acompaña a ese amigo o familiar que te regala el preciado don de su confianza, especialmente cuando te cuenta que está pensando en la muerte como solución a su dolor.

Más consejos en:

https://papageno.es/factores-riesgo-prevencion-suicidio

https://papageno.es/factores-protectores-suicidio

https://papageno.es/prevenir-suicidio-familia-amigos

https://papageno.es/dejar-de-sufrir-o-dejar-de-vivir

https://papageno.es/grupos-de-ayuda-mutua-suicidio-supervivientes

https://papageno.es/en-mis-zapatos-guia-de-recomendaciones-para-comunicar-sobre-el-suicidio-descarga-gratuita

https://laninaamarilla.com/

Cifras y suicidio: preocupación sin alarmismo

Tiempo de lectura: 4 minutos

Este artículo ha sido elaborado por Guillermo Córdoba, periodista especializado en el tratamiento informativo del suicidio en los medios de comunicación, y por Rogelio González, criminólogo y autor de varios estudios epidemiológicos sobre el suicidio. Ambos son socios de la Asociación Papageno.

El pasado 19 de diciembre de 2022, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó la conocida como ‘Estadística de defunciones según la causa de muerte’ del año 2021, en la que conocimos cuántas personas murieron por suicidio ese año en España. Unas cifras que, además de frías, dejaron unos datos récord: por primera vez desde que existen registros (1906), se superaron los 4.000 suicidios. En 2021, 4.003 personas se suicidaron de forma oficial en España, lo que supone un 1,6 % más que en 2020, año en el que 3.941 personas se quitaron la vida según los mismos datos del INE.

Si sacáramos una radiografía de los datos, la pantalla ofrecería una conclusión clara. Desde el año 2000, el número de suicidios no ha bajado de los 3.000, y desde el año 2012 no ha bajado de los 3.500, lo que demuestra la estabilidad de este problema y la diferencia con otras causas externas de muerte como son los accidentes de tráfico o la violencia machista. Estas, que sí han descendido a partir de la visibilidad social, las campañas preventivas o la inversión presupuestaria, contrastan con un problema que viene de antiguo: el suicidio.

Sin embargo, la primera causa de muerte externa desde el año 2008 apenas cuenta con recursos enfocados a su prevención. Palabras como el tabú, el silencio, el miedo o la vergüenza, que han impedido desde hace siglos su visibilidad, mantienen ahora el protagonismo, pero este es cada vez más menguante. Asimismo, la irrupción de la pandemia y la presencia en ascenso de la salud mental en la agenda mediática o en las redes sociales, han ayudado a que el problema salga del cajón. Aquí, los medios, antes acostumbrados al mutismo, han dedicado más espacio a este problema.

Los datos, los testimonios de personas que han perdido a un ser querido por suicidio o las declaraciones de los especialistas han aparecido con asiduidad en los medios de comunicación. Numerosas piezas han favorecido la visibilidad y el lanzamiento de mensajes de esperanza y de prevención, vitales para animar a hablar como la mejor vacuna ante este problema. Sin embargo, la mayor cantidad de piezas publicadas no ha sido proporcional a la calidad, ya que a veces los periodistas reiteran los detalles, simplifican las causas o no cumplen con las recomendaciones básicas.

Una queja habitual de los profesionales es la excesiva atención de los medios a las cifras del suicidio en la infancia y en la adolescencia, lo que contrasta con la escasez de piezas en otros grupos de edad. Este es el caso en los menores de 15 años, que fue una de las conclusiones más destacadas de los datos de 2021. En este grupo de edad, 22 personas se suicidaron ese año, más que en 2020 (14 suicidios) y también más que en 2019 (siete). Esto, sumado al aumento de las autolesiones e intentos de suicidio en este grupo de la población, representa un problema evidente. 

Ocurre algo similar con los suicidios comprendidos entre los 15 y los 29 años. El INE apunta que en este grupo de edad se suicidaron 316 personas en 2021, un dato que coloca al suicidio como la primera causa de muerte en este grupo de edad, pero con contexto vemos que la diferencia es mínima respecto a otras causas de muerte. Los accidentes de tráfico (307 muertes) y los tumores (295) se sitúan por detrás, pero los números revelan su cercanía con el suicidio. Además, podemos contrastar los datos con las tasas de suicidio, que en este grupo de la población se mantienen estables e incluso son inferiores a las tasas de principios del siglo XXI.

Pero, ¿qué significan las tasas de suicidio? La diferencia entre la tasa y la incidencia (número de muertes) podemos explicarla con un ejemplo comparativo. Imaginemos que en la Comunidad de Madrid fallecen 400 personas por suicidio, y que en Soria lo hacen 40 personas. Aunque parece que en Madrid existe más ‘riesgo’ que en Soria, aquí no se tiene en cuenta la población. Por ello, si sacáramos la tasa de fallecidos por cada 100.000 habitantes, Madrid tendría una tasa de cinco y Soria de 50, por lo que el problema sería más grave en Soria que en la Comunidad de Madrid.

Explicado esto, si regresamos al gráfico anterior vemos que la tasa de suicidio de la población joven (15 a 29 años) se mantiene estable desde hace más de una década y se sitúa en poco más de 4 por 100.000 habitantes. El dato no debe restar ni la más mínima importancia a un problema evidente que merece más recursos y más tiempo en la agenda de los medios de comunicación, pero sin el alarmismo o los excesivos detalles que en ocasiones romantizan, enturbian o empañan las informaciones. Aquí atributos como el contexto, el rigor o la responsabilidad son imprescindibles.

Si comparamos la tasa de suicidio de la población de entre 15 y 29 años con la de las personas mayores de 64 años, vemos que la diferencia es notable. Situada en 20 por cada 100.000 habitantes a principios de siglo, en los últimos años ha descendido hasta alcanzar los 14 por cada 100.000 habitantes en 2021. Asimismo, si hiciéramos el mismo cálculo en la población de más de 75 años (o de más de 90), veríamos que la tasa aumenta todavía más. Como defienden los especialistas, el riesgo de suicidio aumenta con la edad, debido a la soledad, la utilización de métodos más letales o la menor presencia de redes de apoyo, por lo que es crucial ayudar a prevenirlo.

Es en este punto donde los medios de comunicación pueden jugar un papel crucial y ayudar, con su altavoz, a que el mensaje de prevención llegue a este colectivo. Pero, a pesar de todo, han centrado su mirada en los niños y adolescentes, con atención a un excesivo número de casos concretos, cuando es preferible abordar el problema en su conjunto. Por todo ello, sería deseable que los periodistas ampliasen el foco e informasen más del suicidio en las personas mayores, con piezas elaboradas desde el rigor, con protagonismo de la información preventiva y con recursos de ayuda. Sin olvidar, por último, la precisión en el lenguaje para aportar rigor y huir de los titulares alarmistas, además de denunciar el escaso e insuficiente compromiso político.

El suicidio es un problema complejo, social y multicausal que requiere de un especial cuidado y de mayor sensibilidad cuando informamos sobre ello. La pregunta no debe ser si informar o no del tema, sino de cómo hacerlo para no aumentar el dolor y para reiterar una y otra vez el mismo mensaje: el suicidio se puede prevenir y hablar con contexto, rigor y sensibilidad es la mejor vacuna para conseguirlo.

Tasa de suicidios por provincia, España 2021

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Investigación de Sergio Galindo Merino para el Máster de Cooperación 

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El suicidio se vincula directamente con la salud mental, que a su vez forma parte del Objetivo de Desarrollo Sostenible 3: Salud y Bienestar. El indicador 3.4.2  evalúa las tasas de suicidio.

Esta investigación cualitativa, analiza distintos mecanismos, sistemas y medidas existentes en lo que a prevención del suicidio se refiere. Comparte la necesidad de hacer un abordaje integral donde factores sociales, psicológicos, culturales y de otras índoles se sometan a revisión.

El trabajo se estructura partiendo desde una mirada internacional, con la revisión de planes y estrategias de prevención del suicidio, para después aproximarse al caso español. Recoge las conclusiones de 16 entrevistas a profesionales que trabajan en los ámbitos sanitarios, educativos y periodísticos y 27 encuestas a antiguos alumnos de diferentes provincias de medicina, psicología, enfermería, trabajo y educación social, periodismo y comunicación.

Muestra la cronología de importantes recomendaciones de las Naciones Unidas, a través de la Organización Mundial de la Salud para la formulación y la implementación de estrategias nacionales (UN, 1996). El escrito enfatizaba la necesidad de la colaboración intersectorial, los enfoques multidisciplinarios, las continuas evaluaciones y revisiones, y también se identificaron elementos clave como medios necesarios para aumentar la eficacia de las estrategias de prevención del suicidio.

Numera las principales recomendaciones y sus líneas de actuación para la prevención del suicidio: información, sensibilización social, capacitación de profesionales, refuerzo de recursos, investigación, políticas públicas apropiadas y educación adaptada al momento vital.

Incluye información  de documentos/estrategias de más de 40 países.

Se puede leer el trabajo aquí: 

Memoria TFM SergioGalindoMerino

 

Para leer más:

Programa mundial de Redes Regionales de Prevención del Suicidio (RSPNP). Se presentará en primavera de 2023

https://www.iasp.info/2022/06/22/establishing-the-regional-suicide-prevention-networks-programme-rspnp-one-year-on/

Influencia del factor cultural en el riesgo de suicidio

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Autor: Rogelio Weiss

“Hay que ver la concepción del suicidio de forma plural, entenderla más allá del modo biomédico. Porque es un fenómeno complejo, dinámico, que está anclado a circunstancias biográficas, sociales y que tiene más que ver con el sentido de la existencia que con un factor clínico”.

Susana Al-Halabí

Sabemos que el sexo, la edad o el lugar donde vivimos influyen en las personas cuando afrontan la idea de acabar con la propia vida. Conocemos también por muchos y variados estudios que las condiciones económicas, el estado de salud, las dependencias, contar o no con apoyos sociales, un historial de maltrato infantil o afrontar una crisis personal, son algunos de los muchos factores de riesgo/protectores del suicidio.

Una forma sencilla de mostrar esta complejidad del comportamiento humano es comparar los datos de suicidio en España, discriminando por nacionalidad española / nacionalidad extranjera.

Si bien el INE no publica en su web los datos separados por nacionalidad por CCAAs o provincias, si disponemos los datos globales con indicación de sexo y grupos de edad en el periodo 2005/2020.

Residentes extranjeros en España

En el periodo 2005/2020 el 10% de la población residente tiene nacionalidad extranjera. La mayoría proceden de nuestro entorno europeo, pero también de países como Marruecos o de Sudamérica.

Con todo, tras la lista de los 14 países más representados en España, el “resto” supone aún el 30% de los extranjeros residentes en España.

No es fácil establecer un nexo común a semejante amalgama cultural, por lo que nos limitaremos a describir su comportamiento conjunto a la luz de los datos de los nacionales españoles.

El nivel de fallecidos por lesión autoinfligida en España (7,634 por cada 100.000 habitantes en el periodo 2005/2020) está en un nivel «medio bajo» respecto al resto de países del mundo. Baja si la comparamos con los países europeos o los llamados países «ricos» (EEUU o Japón prácticamente doblan las tasas españolas).

Metodología

No es posible comparar grupos poblacionales si no atendemos al menos a su diferenciación por grupos de género y edad.

Para ello hemos obtenido del INE las series de fallecidos por suicidio de cada uno de los años en los que se incluyen datos sobre nacionalidades (2005/2020), sexo y edad. De la misma fuente, las series de población residente española/extranjera por sexo y edad.

Como los grupos de edad no se correspondían entre ambas, hemos realizado la siguiente: 0-14, 15-29, 30-39, 40-49, 50-59, 60-69, 70-79, >79.

Se ha verificado mediante la prueba de Kolmogorov-Smirnov el ajuste de normalidad de cada una de las series, su homocedasticidad a través de una Anova (Leneve) y demostrado la dependencia de las variables que expresan las tasas de suicidio de nacionales y extranjeros mediante prueba de Chi-cuadrado y de Pearson. Mediante el estadístico de T-Studen hemos acreditado qué grupos tienen un comportamiento significativamente diferente al 95%.

Conclusiones

La limitada serie cronológica y la relativamente baja incidencia en algunos grupos de edad (menores de 15 años) descartan la posibilidad de extraer resultados con relevancia estadística.

Para visualizar los resultados expresamos las gráfica de las medias, en las que hemos disgregado por géneros:

Hombres Mujeres
Hombres Mujeres

Los jóvenes de nacionalidad extranjera expresan tasas de suicidio más altas que las de los de nacionalidad española. A partir de los 30 años, la tendencia se invierte y los nacionales tienen mayores tasas de suicidio que los extranjeros. A partir de los 50 años hay un nuevo punto de inflexión, con diferente comportamiento entre géneros. En los varones se igualan las tasas de ambas poblaciones hasta alcanzar los 69 años para, a partir de esa edad, disminuir notablemente la tasa de suicidios entre la población extranjera. Con las mujeres la evolución parece diferente entre ambos grupos, si bien fuera de los márgenes de error para poder ser concluyentes.

Mediante gráficas de error, en las que también hemos separado por género, vemos con más claridad que grupos de población extranjera tienen un comportamiento distinto y cuales de ellos son estadisticamente significativos.

Hombres
Mujeres

En definitiva, pese a la diversidad de orígenes y a pesar de la influencia ambiental de nuestro entorno de adopción, la población extranjera residente en España se distingue claramente de la población española, mostrando un patrón de conducta suicida propio y diferenciado, en el que queremos destacar que, mientras que la población extranjera de mas edad tiene menor incidencia de suicidio, los jóvenes presentan tasas de suicidio superiores a las de sus homólogos nacionales.

Suicidios en la adolescencia

Tiempo de lectura: 3 minutos

Glenn, C. R., Kleiman, E. M., Kellerman, J., Pollak, O., Cha, C. B., Esposito, E. C., … & Boatman, A. E. (2020). Annual Research Review: A meta‐analytic review of worldwide suicide rates in adolescents. Journal of child psychology and psychiatry61(3), 294-308.

Foto de Hannah Nelson en Pexels

Suicidio en la adolescencia

El suicidio en la adolescencia supone un problema de salud pública de primer orden como primera causa de mortalidad a esas edades. Catherine R. Glen y colaboradores realizan una revisión para determinar las tasas de mortalidad por esta causa en adolescentes de 10 a 19 años en países de todo el mundo.

Resumen de la investigación

El estudio recoge datos disponibles de diferentes países considerados de alta calidad de la Base de datos de Mortalidad de la Organización Mundial de la Salud y los relaciona con datos de accesibilidad a métodos letales, indicadores económicos y de desigualdad.

El resultado de la investigación es bastante heterogéneo. A nivel mundial se estima una tasa de 3,77 por 100.00 habitantes. Los países con mayores tasas fueron Estonia, Nueva Zelanda y Uzbekistán. Las tasas más altas de dieron en el grupo de edad superior en el intervalo estudiado y fue superior entre hombres.

Las desigualdades económicas correlacionaron con una mayor diferencia en el ratio entre hombres y mujeres.

Suicidio entre adolescentes en España

Según el estudio, las tasas de suicidio entre adolescentes de 10 a 19 años en España es de 1,47 por 100.00 habitantes siendo superior en el tramo de 15 a 19 años, por lo que el país está por debajo del nivel mundial. Las tasas entre hombres dobla la de las mujeres.

Suicidio entre adolescentes en México

En México los indicadores son superiores. Las tasas de suicidio entre adolescentes son de 4,81 por 100.000 habitantes con peores tasas en el grupo de mayor edad. Las muertes por esta causa son casi el doble entre hombres respecto a las de mujeres

¿Cuáles son los factores de riesgo en el suicidio de adolescentes?

La Clínica Mayo advierte de diferentes circunstancias que pueden constituir factores de riesgo para la aparición de conductas suicidas.

Entre ellos destaca la presencia de trastornos físicos o mentales o antecedentes familiares, pérdidas de seres queridos o conflictos graves, antecedentes de maltrato o abuso, consumo de sustancias, embarazo no deseado, bullying, incertidumbre sobre la orientación sexual, suicidio en su entorno cercano o ser adoptado.

Servicios de atención a la conducta suicida

Artículo completo

Annual Research Review: A meta-analytic review of worldwide suicide rates in adolescents (En inglés)

SUICIDIO EN TIEMPOS COVID (El efecto tsunami)

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Alarmismo en medios de comunicación

«Los suicidios pueden aumentar de manera exponencial por el covid- 19»

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Y en lo que va del 2020, se han certificado ya 58, con un mes de julio especialmente dramático, con 11 decesos por esta causa, una cifra que supone casi un 15% más que los que se contabilizaron el año pasado en el mismo periodo.”

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Frente al temor generalizado a los efectos de la crisis Covid en la intención suicida y frente a publicaciones que parecían indicar una mayor atención hospitalaria de casos de tentativa, el INE nos ha mostrado que las percepciones subjetivas o la “lógica” deben contrastarse con la, muchas veces, sorprendente realidad de la evidencia estadística.

No. No ha habido repunte de casos de suicidio en España. De hecho, en lo que se ha dado en llamar “la primera ola”, en los meses de marzo, abril y mayo, se ha producido un descenso del orden del 20% en el número de fallecidos por esta causa respecto de los mismos meses del año anterior.

 

(Pese a la noticia del Diario Córdoba, el número de casos hasta mayo en la provincia fue de 19).

¿Significa eso que no hay motivos de preocupación?

Muy al contrario. Es evidente que hay muchos motivos de preocupación. El suicidio es un fenómeno complejo, con sus propias reglas y casi tantas motivaciones como individuos, pero que refleja claramente las tensiones sociales y los sufrimientos individuales, convergiendo en eso que hemos convenido en llamar “factores de riesgo”.

A nadie se le escapa que las tensiones emocionales interaccionan y se acrecientan con los problemas cotidianos. El desempleo, un futuro incierto, malas perspectivas económicas, la merma de independencia económica, o las pérdidas de seres queridos, son circunstancias que van a influir negativamente en la salud mental de las personas. A ello añadiremos la presión acumulada por la falta de movilidad, el cambio en la rutina diaria, el estrés aguzado en determinadas profesiones, la tensión de un mayor número de horas de convivencia familiar o, peor aún, la soledad. Es un cóctel peligroso que nos permite entender el temor de los profesionales de la salud mental y difundido en medios y redes sociales a un “boom” en la intención suicida.

Suicidios de enero a mayo de 2020

Gracias a un enorme esfuerzo, el INE ha sido capaz de adelantar la publicación de los datos sobre fallecidos por causa de muerte de los cinco primeros meses del 2.020. Entre ellos, las que son resultado de la infección por Covid-19, pero también el efecto causado por esta pandemia sobre el resto de la casuística.

Lo más remarcable de esos datos es que las medidas obligadas de confinamiento y, muy posiblemente, por la saturación de los servicios sanitarios, han producido una notable distorsión en muchas de las causa de muerte entre marzo y mayo de 2.020.

La más obvia es el descenso en el número de fallecidos en accidentes de circulación debido a la menor movilidad. Pero hay más. Una de ellas, y a priori bastante sorprendente, es el menor número de muertes por suicidio y lesiones autoinfligidas.

Sin adentrarnos en complejos (y a veces poco útiles) análisis estadísticos, es fácil hacer una descriptiva que nos muestre como ha afectado esta crisis a las intenciones suicidas.

Frente a un arranque de año negativo, se observa como el número de suicidios desciende en marzo y conserva ese sesgo hasta mayo:

Comparando el periodo enero/mayo de los últimos años, los datos absolutos también muestran que los casos de muerte autoinfligida son más bajos en el 2.020:

El seguimiento que hemos ido haciendo a partir de los datos difundidos por Sanidad, y de los que se han ido haciendo eco los medios de comunicación, nos han permitido saber que la pandemia ha golpeado de forma muy desigual en los diferentes territorios. Las muertes por Covid ha sido muy distinta en ambas Castillas o Madrid que en los territorios insulares, Andalucía o Murcia. Aún así, a la vista de los datos recientemente publicados, no es posible extraer un patrón claro que vincule el nivel de afectación de la enfermedad con las tasas de fallecidos por suicidio. Así pues, mientras que en en Madrid se ha incrementado un 21% y Castilla la Mancha un 12%, respecto del mismo periodo de 2.019, en Castilla León ha visto reducido el número de suicidios en un 17%. De igual manera, las variaciones en el número de suicidios en aquellas regiones menos afectadas por Covid parecen indicar que no hay una relación simple y evidente entre ambas.

¿Cómo se explica este fenómeno de la reducción del número de suicidios?

Amigos psicólogos me explicaron hace tiempo una premisa que nunca deberíamos olvidar:

«La persona con conducta suicida no desea morir, sino dejar de sufrir»

Uno de los elementos capaz de frenar la intención suicida es el pensamiento en el dolor que produciría en sus allegados. La persona que sufre, se rearma para evitar que su muerte dañe a los seres queridos, especialmente cuando puede pensar que es “un mal momento” para ellos.

Al igual que ocurriera con la crisis económica iniciada en 2.008, todo parece indicar que en los primeros años de la crisis, algunas de las personas en riesgo de suicidio, optan por rechazar la decisión de materializar su ideación suicida. Debemos suponer por los datos que ese rechazo inicial no evita muchas de esas intenciones suicidas y acaban convirtiéndose en solo un aplazamiento, que acaba mostrándose cuando, contra la simple lógica, empezamos a ver la luz al final del túnel.

 

La OMS, algunas instituciones europeas y las diversas organizaciones que se reúnen alrededor de la lucha contra el suicidio, tienen claro que junto con las políticas firmes de prevención se debe invertir en la atención primaria, planificar bien las estrategias y establecer protocolos eficaces.

Los expertos llevan tiempo advirtiendo sobre el drama del suicidio, el terremoto Covid se inició en nuestro país en marzo y, aunque el tsunami está al llegar, las autoridades no han considerado prioritario en este momento adoptar medidas preventivas.

Desgraciadamente, podemos ver ya con preocupación como el agua retrocede de la playa, reflejado en el descenso en el número de muertes, pero queda poco tiempo para evitar la embestida de esta primera ola de «suicidios Covid».

¿Haremos algo por evitar muertes? O peor aún, ¿Habrá empezado ya el «Tsunami»?

Autor del artículo:

Tema a debate: el suicidio en los cuerpos policiales

Suicidio entre policías
Tiempo de lectura: 9 minutos

Autor: Miguel Ruiz-Flores Bistuer

Psiquiatra en excedencia del Ib-Salut, profesor tutor de psicología en la UNED. Licenciado en medicina y especialista en psiquiatría. Doctor cum laude, Premio Jean Dausset a la mejor tesis doctoral 2016-17. Máster en Psicoterapia. Experto Universitario en Psiquiatría Forense. Especialista Universitario en Psicopatologia.

 

El debate sobre los suicidios entre policías

El suicidio es multicausal. Esta frase no es un mantra repetido; es una realidad. Hay factores individuales y sociales. Entre estos factores sociales uno nada desdeñable es el puesto de trabajo. Hay profesiones que tiene mayor tasa de suicidio. En 2017, los tres trabajos con mayores tasas de suicidio en EE. UU. fueron: médicos, dentistas y oficiales de policía
La discusión sobre el trabajo en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado (CCFFSE) y su relación con el suicidio es antigua.

A pesar de que en estudios previos el suicidio en la policía se ha descrito como una epidemia (Loo, 2001; Violanti, 1996) y se ha afirmado que la tasa de suicidios de los CCFFSE es entre dos y tres veces mayor que la de la población en general (Mohandie y Hatcher, 1999; Slovenko, 1999) aún quedan algunos con dudas. Los resultados son difíciles de extrapolar entre países por la diferentes definiciones de CCFFSE, (en algunos incluye el ejército, en otros cuentan sólo los no militarizados…), la ocultación de los suicidios que existe,…

Recientemente pude observar en Twitter una discusión sobre las tasas de suicidio en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Unos defendían que era superior. Otros que no lo era. En la red encuentras afirmaciones como que los CCFFSE presentan tasas de suicidio que duplican las cifras de la población general (2,5 veces más), que en la Guardia Civil es tres veces superior… las datos de las tasas reales no he sabido encontrarlos

 

Mi pregunta es ¿la preocupación existente en los CCFFSE en España sucede en otros países de nuestro medio? ¿qué se ha publicado al respecto?

Así que me lanzo a mi zona de confort: estudios publicados en revistas científicas sobre el tema del suicidio en los CCFFSE y realizo un búsqueda bibliografía.

Busco todos los artículos publicados en revistas indexadas que contengan como palabra clave del artículo “police” “law enforcement” o que aparezca en el título estos mismos términos o “cop”, “LEO” y que además tengan como palabras claves “Suicidal ideation» o «Suicide» o en el título cualquier palabra que comience por “suicid”

Aparecen 142 artículos con estas condiciones en el Pubmed . Entre todos estos artículos muchos son poco útiles para el objetico de nuestro estudio. Aparecen algunos relatos de caso únicos -que tienen interés puntual- y muchos de temáticas varias relacionadas con suicidio y policía; por ejemplo: reacción de los CCFFSE al atender un suicidio, ventajas y desventajas de retirarles el arma si hay ideación suicida, comparativa del número de suicidios según los informes de hospitales y policía, el tema estadounidense del “suicide by cop”, el homicidio y suicidio en familiares de policías, una encuesta a la policía alemana para describir la conducta identificable previa al suicidio, actitudes hacia el suicidio en la policía turca, epidemias de suicidio en cárceles y calabozos, un test para identificar la ideación suicida,…

Y otros que no responden a nuestro objetivo pero dejan ver que esta preocupación por el tema del suicidio en los CCFFSE es habitual; por ejemplo: un artículo italiano sobre cómo perciben los reclutas y los superintendentes el problema del suicidio en la policía estatal, o la evaluación de una estrategia piloto de vigilancia de alerta temprana de suicidio dirigida por la policía en el Reino Unido y otra en Canadá sobre un programa específico para reducir el riego de suicidio entre su policía (spoiler: disminuyó un 79% tras 12 años de aplicación del programa) (Mishara, B. L., & Martin, N. 2012).

El hecho de que haya un programa de prevención nos puede sugerir que en Canadá ya han visto el problema y ya han puesto medios para solucionarlo. También llama la atención un artículo sobre la incidencia de suicidio en policías retirados (Violanti, J. M., Gu, J. K., Charles, L. E., Fekedulegn, D., Andrew, M. E., & Burchfiel, C. M. (2011)

 

¿Son las tasas de suicidio entre policías superiores a los de la población general?

Entrando ya en el tema de si los CCFFSE cometen más suicidio que la población general hay artículos dispares: en países donde los estudios realizados encuentran una tasa de suicidios igual o menor en los CCFFSE que la población general entran Austria, Portugal y (parcialmente) Noruega.

Los comento un poco a continuación:

  • En Austria en un estudio realizado entre la policía austriaca de manera retrospectiva entre los años 1996-2006 vieron que la tasa de suicidios entre los agentes de policía masculinos (30.2 / 100,000 ) era comparable con la población general ajustada por edad (30.5/100,000); pero los propios autores señalan que los agentes pasan controles de salud (incluyendo control psicológico) por lo tanto no son población general, son población trabajadora sana. Así que la tasa debería haber sido menor que en población general. (Kapusta,et al. 2010).
  • En Portugal las tasas de suicidio no fueron estadísticamente diferentes de las de la población general ajustada por sexo y edad. Ahora bien, la tasa de suicidio para los oficiales varones fue de 20,6 por 100.000 personas-año (IC del 95% = 14,2-27,1) y para la población portuguesa en general fue de 13,9 por 100.000 personas-año (IC del 95% = 13,5–14,3). Si bien no encontraron significación estadística los propios autores apuntan que es una muestra pequeña y hay problemas con falta de información para los policías retirados o despedidos y, como en Austria, que, dado que los agentes de policía son trabajadores sanos, esperaríamos tasas más bajas; por lo tanto, tasas similares podrían sugerir un mayor riesgo en la muestra del estudio. (Costa, Passos & Queiros, 2019)
  • El estudio realizado en Noruega no fue exactamente de suicidios sino de pensamientos suicidas. Pasaron encuestas a policías en activo para contestar anónimamente. En esas encuestas vieron una baja prevalencia de ideación suicida e intentos de suicidio. (Berg et al., 2003).
  • En el caso de Canadá (concretamente en la Real Policía Montada de Canadá) encuentran que entre 1960 y 1983 la tasa anual promedio (14,1 por 100.000) de suicidio fue aproximadamente la mitad de la de la población general comparable (Loo, 1986) pero en un artículo mucho más reciente (2020) han demostrado una prevalencia significativa de trastornos de salud mental, incluido el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y la ideación, planes e intentos suicidas entre el personal de seguridad pública canadiense, incluidos los agentes de policía. Parece ser que los oficiales de la Policía Montada de Canadá informaron más ideas suicidas que otras policías y obtuvieron mayor puntuación en medidas de trastorno de estrés postraumático, depresión, ansiedad, estrés y trastorno de pánico, que se asociaron significativamente con planes e ideas suicidas, pero no intentos… (Di Nota, 2020).

Hay dos artículos con resultados “intermedios” realizados en Australia y otro en Nueva York (EE. UU.).

  • En el primero incluyeron a 14.868 empleados de ambulancias, bomberos y rescate australianos, policías y servicios de emergencias estatales. Estos informaron de cualquier pensamiento, plan o intento de suicidio en el año anterior al estudio o en cualquier etapa de su vida. Se encontraron tasas más altas de pensamientos y planes suicidas entre estos trabajadores que en la población general australiana, pero no intentos. (Kyron et al. 2020).
  • En el segundo examinaron los suicidios desde que se fundó el cuerpo policial 1843 hasta 1992. Vieron que las tasas en el pasado fueron muy altas, llegando a 60 por 100,000, pero que a finales del siglo XX llegó a 20 por 100,000. Esta tasa reciente es más baja que la mayoría de los otros estudios policiales, pero igual que la comunidad en general. (Cantor, Tyman & Slater, 1995).
  • El estudio sobre los suicidios policiales en NY entre 1977-1996 encontró una tasa de 14.9 / 100,000 en la policía frente al 18.3/100,000 de la población de NY. Si separan por sexos, en mujeres la tasa era de 13.1 en policías versus 3.4 en población general (por 100,000 personas/año) (Marzuk et al.,2002).

Dentro de los países que miden la tasa de suicidio y es más elevada están:

  • La extinta República Federal Alemana , donde en 1997 la tasa de suicidio fue más altas para los agentes de policía en comparación con las tasas del grupo de edad comparable (25 por 100.000 frente a 20 por 100.000) (Schmidtke, Fricke & Lester, 1999).
  • También Italia donde la tasa de suicidio entre los agentes de policía fue significativamente más alta que la de la población general menor de 65 años. (Grassi, et al., 2019).
  • Y Brasil, en un artículo publicado hace dos años afirman “se sabe que el suicidio es la principal causa de muerte entre los agentes de policía en todo el mundo”. En su estudio localizado en el sur de Brasil encuentran una tasa mayor de suicidios entre policías que la tasa nacional. La edad más joven y el rango militar más bajo fueron predictores independientes de suicidio en esta subpoblación. (Gomes, de Araújo & Gomes, 2018).

En otros países los estudios dan por hecho que las cifras son más altas (ni se molestan en discutirlo) y el articulo se enfoca a responder otras preguntas.

  • Por ejemplo En EEUU en una comparativa entre agentes de policía y otros empleados municipales -en vez de compararlos con población general- encontraron que los agentes de policía tenían un riesgo 8,23 veces mayor de suicidio que de homicidio y un riesgo 3,1 veces mayor de fallecer de suicidio que por accidente. En comparación con los trabajadores municipales, los oficiales de policía tenían un RR = 1.53 (IC 95% = 0.633-3.72) de fallecer por suicidio por encima de homicidio, un RR significativo = 3.1 (IC 95% = 1.94-4.97) de fallecer por suicidio sobre accidentes y un RR significativo = 2.65 (IC 95% = 1.76-4.00) de suicidio sobre homicidio y accidentes combinados. (Violanti, Vena & Marshall,1996).
  • Y otro artículo de EEUU comparando las tasas de suicidio según el tamaño del departamento de policía vieron que departamentos de policía más pequeños tenían una tasa de suicidio significativamente más alta que los departamentos grandes. Las posibles razones incluyen la falta de disponibilidad de asistencia de salud mental, aumento de la carga de trabajo y peligro y visibilidad de la comunidad. (Violanti et al., 2012).
  • En un artículo realizado en nuestra vecina Francia también comienzan con un «Las investigaciones indican que las tasas de suicidio son altas entre los miembros de las fuerzas del orden”; y desde esa premisa buscan determinar los eventos de la vida implicados en la mortalidad por suicidio entre los CCFFSE francesas; y describir las diferentes trayectorias de vida de los policías fallecidos por suicidio. Todos los suicidios de policías ocurridos durante 2008 (n = 49) fueron explorados mediante el método de autopsia psicológica. Este estudio mostró que todos los policías fallecidos padecían trastornos mentales y que no existía un solo perfil de trayectoria de vida. Su conclusión: que es necesario que el cribado y apoyo de los agentes de policía en peligro deben ser priorizados. (Encrenaz et al., 2016).

Hay muchos otros artículos que hablan sobre las posibles causas y revisiones sistemáticas sobre el tema. Pero me los guardo para exponerlos en otra ocasión.

 

La generalización del problema del suicidio entre policías

Mi conclusión tras la lectura de estos artículos: que es un problema generalizado. Las CCFFSE son personas de riesgo en distintos países y por múltiples motivos (turnicidad, exposición a situaciones traumáticas, imposibilidad de mostrar debilidad…). Motivos poco estudiados que comparten –posiblemente- con otras profesiones de riesgo (por ejemplo: los médicos).

 

Esto debería llevar a establecer protocolos de vigilancia y cuidado, de prevención y de formación desde la academia.

 

Pero es solo mi conclusión

BIBLIOGRAFIA:

  • Berg, A. M., Hem, E., Lau, B., Loeb, M., & Ekeberg, O. (2003). Suicidal ideation and attempts in Norwegian police. Suicide & life-threatening behavior, 33(3), 302–312. https://doi.org/10.1521/suli.33.3.302.23215
  • Costa, T., Passos, F., & Queiros, C. (2019). Suicides of Male Portuguese Police Officers – 10 years of National Data. Crisis, 40(5), 360–364. https://doi.org/10.1027/0227-5910/a000570
  • Di Nota, P. M., Anderson, G. S., Ricciardelli, R., Carleton, R. N., & Groll, D. (2020). Mental disorders, suicidal ideation, plans and attempts among Canadian police. Occupational medicine (Oxford, England), 70(3), 183–190. https://doi.org/10.1093/occmed/kqaa026
  • Encrenaz, G., Miras, A., Contrand, B., Séguin, M., Moulki, M., Queinec, R., René, J. S., Fériot, A., Mougin, M., Bonfils, M., Marien, P., Michel, G., & Lagarde, E. (2016). Suicide dans la Police nationale française : trajectoires de vie et facteurs associés [Suicide among the French National Police forces: Implication of life events and life trajectories]. L’Encephale, 42(4), 304–313. https://doi.org/10.1016/j.encep.2015.08.004
  • Gomes, D., de Araújo, R., & Gomes, M. S. (2018). Incidence of suicide among military police officers in South Brazil: An 11-year retrospective cohort study. Comprehensive psychiatry, 85, 61–66. https://doi.org/10.1016/j.comppsych.2018.06.006
  • Grassi, C., Del Casale, A., Cucè, P., Kotzalidis, G. D., Pelliccione, A., Marconi, W., Saccente, F., Messina, R., Santorsa, R., Rapinesi, C., Lester, D., Giannini, A. M., Tatarelli, R., Girardi, P., & Pompili, M. (2019). Suicide among Italian police officers from 1995 to 2017. Rivista di psichiatria, 54(1), 18–23.
  • Kapusta, N. D., Voracek, M., Etzersdorfer, E., Niederkrotenthaler, T., Dervic, K., Plener, P. L., Schneider, E., Stein, C., & Sonneck, G. (2010). Characteristics of police officer suicides in the Federal Austrian Police Corps. Crisis, 31(5), 265–271. https://doi.org/10.1027/0227-5910/a000033
  • Kyron MJ, Rikkers W, Page AC, et al. Prevalence and predictors of suicidal thoughts and behaviours among Australian police and emergency services employees [published online ahead of print, 2020 Jul 2]. Aust N Z J Psychiatry. 2020;4867420937774. doi:10.1177/0004867420937774
  • Loo R. (1986). Suicide among police in a federal force. Suicide & life-threatening behavior, 16(3), 379–388. https://doi.org/10.1111/j.1943-278x.1986.tb01019.x
  • Marzuk, P. M., Nock, M. K., Leon, A. C., Portera, L., & Tardiff, K. (2002). Suicide among New York City police officers, 1977-1996. The American journal of psychiatry, 159(12), 2069–2071. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.159.12.2069
  • Mishara, B. L., & Martin, N. (2012). Effects of a comprehensive police suicide prevention program. Crisis, 33(3), 162–168. https://doi.org/10.1027/0227-5910/a000125
  • Schmidtke, A., Fricke, S., & Lester, D. (1999). Suicide among German federal and state police officers. Psychological reports, 84(1), 157–166. https://doi.org/10.2466/pr0.1999.84.1.157
  • Violanti, J. M., Gu, J. K., Charles, L. E., Fekedulegn, D., Andrew, M. E., & Burchfiel, C. M. (2011). Is suicide higher among separated/retired police officers? an epidemiological investigation. International journal of emergency mental health, 13(4), 221–228.
  • Violanti, J. M., Mnatsakanova, A., Burchfiel, C. M., Hartley, T. A., & Andrew, M. E. (2012). Police suicide in small departments: a comparative analysis. International journal of emergency mental health, 14(3), 157–162. https://doi.org/10.1708/3104.30936
  • Violanti, J. M., Vena, J. E., & Marshall, J. R. (1996). Suicides, homicides, and accidental death: a comparative risk assessment of police officers and municipal workers. American journal of industrial medicine, 30(1), 99–104. https://doi.org/10.1002/(SICI)1097-0274(199607)30:1<99::AID-AJIM17>3.0.CO;2-3

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