Autora: Marien Sosa Rojano es superviviente de suicidio y participa en un grupo de ayuda mutua.
En este artículo Marien narra su proceso de duelo personal tras la pérdida de un ser querido a través de las emociones a las que se enfrenta.
NO SABÍA.
No sabía que un día se me pararía la vida. No sabía lo que me iba a ocurrir. No sabía que ese día descubriría cuánto puede doler el alma. No sabía que mi alma se podía sentir así. No sabía que se podía romper tan fuerte, que cada trozo de mi alma podía doler tanto. No sabía que serían cuchillas penetrantes que me acompañarían mucho rato. No sabía que cada trozo cortaba, hería, sangraba y escocía con sólo respirar. No sabía que sólo respirar dolía. No sabía que el dolor que sentía se haría cada vez más intenso y me ahogaría. No sabía que me hundiría en un mar de lágrimas. No sabía que el dolor tenía color. No sabía que cuanto más sufría más oscuro se volvía mi mundo. No sabía que la penumbra envolvería mi vida. No sabía que mi ser se apagaría. No sabía cómo volverlo a encender. No sabía que estaría tan perdida, sin rumbo. No sabía el sentido de vivir. No sabía que mi mente me pediría abandonar. No sabía que mi corazón también quería parar. No sabía cómo dejar de caer. No sabía cómo dejar de crujir. No sabía qué encontraría al final. No sabía que volvería a tocar fondo, pero que éste sería diferente al que conocí. No sabía que lo necesitaba, que querría quedarme allí. No sabía que me levantaría y permanecería de pie, ahí. No sabía que me untaría de la sombra del lecho oscuro, no sabía cómo me haría sentir. No sabía que descubriría un momento, una reflexión, un rayo de luz. No sabía que querría salir de allí. No sabía cómo hacerlo, no sabía cómo ascender. No sabía que escalaría, no sabía que volvería a caer. No sabía que treparía y me quedaría a medias de bajar o subir. No sabía que había encontrado un camino y que debería seguir por ahí. No sabía que quienes me ayudaban, me acompañaban y guiaban, lo daban todo por mí. No sabía cuánto amor me rodeaba porque sólo pensaba en salir. No sabía que avanzaba, a pesar del peso que arrastraba. No sabía que crecía y aprendía, pero mientras me sanaba. No sabía que aún me curo, mientras gano fuerza y confianza. No sabía que en mi camino encontraría almas hermanas. No sabía que notaría claridad en mi mirada. No sabía que volvería a sentir. No sabía que este camino, aun acompañada, sola lo tenía que vivir. No sabía que cansada me tocaría seguir subiendo. No sabía que mientras subía, me estaba conociendo. No sabía que descubriría un ser que habitaba en mí, diferente al que fui. No sabía que lograría ver que estaba saliendo de allí. No sabía que aún me queda camino, pero la luz es cada vez más cálida al subir. No sabía que me daría cuenta que fue toda una oportunidad haberte conocido a ti. No sabía que serías un gran maestro de mi vida y yo solo tu aprendiz. No sabía que descubriría todo lo que te hacía sufrir. No sabía que me perdonaría por no haberte podido ayudar. No sabía que me perdonaría, y que podría encontrar la paz. No sabía que en mi camino me has acompañado siempre, aunque no te podía ver. No sabía que aprendería a sentirte, en otro modo, tu ser. No sabía que aceptaría que ya no estás conmigo, que ahora estás siempre. No sabía que te echaría de menos de tantas formas diferentes. No sabía que descubriría tu energía y me acompaña cada día. No sabía que serías mi luz, mi guía, mi razón para continuar. No sabía que serías un ángel azul de alas abatidas. No sabía que mi luz te alumbraría en tu oscuridad. No sabía que no pude alumbrarte lo suficiente y perdiste la batalla. No sabía que ahora donde estás me esperas y nos volveremos a abrazar. No sabía que mientras nos reencontramos a mí me queda mucho que caminar. No sabía que mientras avanzo aceptaré lo que me tenga que llegar. No sabía que aprendería otra forma de mirar. No sabía que ahora solo me apetece ayudar. No sabía que tú serías mi razón por la que estas frases escribir. No sabía que tenía en mi interior muchas cosas que decir. No sabía que esta tormenta me iba a destruir. No sabía que el paraguas no sirve de nada aquí. Pero mi tormenta me acompaña, aunque a veces parezca desaparecer. Ahora la acepto y la quiero, forma parte de mi ser. Ahora sé y te agradezco lo feliz que me hiciste sentir. Ahora sé que quiero que los demás te recuerden también así. Ahora sé que volveré a escribirte porque nunca me despedí. Ahora sé y te prometo que intentaré volver a ser feliz. Porque sé que es lo que tú querrías, volver a verme sonreír. Porque sé que tu sonrisa me daba ganas de vivir. Y ahora sé que con la mía me toca regalarla y compartir. Ahora sé y agradezco a la vida, que me tocara esto a mí. Porque sé que era el camino que me preparó para seguir. De todo ello he aprendido y ahora quiero continuar Aunque me enfadé con la vida, ya la puedo perdonar. No me importa quién no lo entienda, son mis zapatos, mi caminar. Quién me acompañe en este viaje aprenderá de mi lección Aunque sé que este trayecto es diferente en cada corazón.
Grupos de ayuda mutua para supervivientes de suicidio
María Francisca Morell García, Xisca, es la presidenta y fundadora de Familiares y Amigos Supervivientes por Suicidio de las Islas Baleares (Afasib). Es psicóloga, y está formada en la rama de la suicidología, por elección propia y porque también la vida la sacudió con la pérdida de un ser querido. Ahora pasado un tiempo, se ha centrado en la construcción de red de apoyo y prevención que da cobertura en Baleares, ofreciendo su ayuda a una gran cantidad de familias que están pasando por lo mismo.
Cuando Xisca habla de su fase de duelo no deja de mencionar a Javier Jiménez, presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (RedAIPIS), a quien agradece la protección y la atención recibida y asegura que fue él quien la animó a montar esta asociación. Su objetivo lo tiene claro: prestar información y orientación, a los familiares, amigos y otros amigos que han sufrido la pérdida por suicidio. Xisca además es colaboradora activa de papageno.es, puedes ver algunas de sus entradas aquí.
P.-¿Cuál es el origen de Afasib?
R.- El origen está en el suicidio de mi hermano. Tuvo varios intentos durante varios meses y nuestra única preocupación era su recuperación, ni siquiera nos planteamos hablar con sus psiquiatras. Cuando ocurre el suicidio, te quedas destrozado. Son momentos en lo que te quedas descolocado, la culpabilidad desunió mucho a la familia, la dirigimos los unos contra los otros y sin decírnoslo, el gran fallo del superviviente, porque hace que los miembros de la familia se dispersen más y los familiares lejanos acaben desapareciendo. Te quedas en una situación de aislamiento muy grande, sin tener recursos, no sabes reconocer si lo que te pasa es normal o estás enferma. Desamparada sería la palabra.
P.- En una entrada de este mismo medio hablabas de la importancia de practicar el silencio terapéutico: “El silencio atento y presente invita a hablar, porque alguien te escucha”, “basta con conectar la mirada para que invada la sensación de empatía, comprensión y confianza”… ¿Cuál es el límite entre el silencio de ayuda y el silencio, que por el contrario, evita hablar del tema del suicidio?
R.- La presencia. Es suficiente con que vengas y estés, incluso sin que yo te lo pida. Me da igual que hables o no. A nivel profesional, lo veo también en las personas a las que atiendo tanto a nivel grupal y en mi trabajo como psicóloga. Es necesario concederle ese espacio a la persona, necesita el silencio para reordenar sus ideas, aún más, cuando estás en una situación tan traumática.
Por desgracia lo que me he encontrado es que no hay presencia. El silencio se basa en que desaparecen de tu lado, no vienen a verte ni te llaman. A veces tienes la sensación de tener algo como contagioso. La gente evita ese contacto, seguramente porque no saben qué decir, no saben cómo apoyarte. De ahí que escribiese sobre el silencio terapéutico como un «basta con que vengáis».
P.- Que alguien fallezca normalmente supone un duelo, pero cuando se trata de un suicidio parece que el esfuerzo de sobreponerse es doble: la pérdida de esa persona y la de aquellos que han decidido alejarse.
R.- Claro. Tienes que gestionar la pérdida de las personas que se alejan y lo peor de todo es que no puedes culparlos porque en el fondo entiendes que se alejen. Sabes que ese distanciamiento deriva del estigma del suicidio que está tan arraigado, porque no saben cómo manejarlo. Supongo que vivimos en una sociedad en la que huimos del dolor, no deja de ser una combinación de cosas, pero es cierto que los supervivientes pasamos por un doble duelo. En el primero, con la muerte, asumes que es algo definitivo, pasas por todas las etapas hasta que acabas gestionando esa pérdida como puedes. Pero la segunda pérdida, las personas que se alejan, normalmente parte de tu familia que necesitas y que están vivas, es algo que no te permite cerrar un ciclo. La muerte si algo tiene es que es un fin, por lo que puedes gestionarlo, pero cuando están vivos es mucho más difícil, entre otras cosas porque no tenemos recursos para comunicarnos.
Desde la asociación intentamos que esa verbalización y expresión no se interrumpa. En la primera o segunda reunión me impactó que hubo gente que expresó tal cual el suicidio que presenciaron, ahí te das cuenta de que necesitan soltarlo de esa manera porque nunca habían podido hablarlo con nadie.
P.- ¿Soltarlo todo ayuda a interpretar y asimilar lo que está pasando, a ser capaz de ver la magnitud de lo que uno se estaba guardando para sí?
R.- Sí, somos personas que nos tenemos que comunicar continuamente. Sentimos miedo de que no nos entiendan, de que se alejen de nosotros. Cuando estas dentro del grupo de apoyo lo primero que haces es contar todo aquello que has tenido que guardar y callar por la vergüenza o incomodidad que te ha producido hasta el momento. Pero una vez lo dices, te encuentras que no hay ninguna cara ni de incomprensión, ni de sorpresa. Todos hemos vivido situaciones tan difíciles relacionadas con el suicidio que cuando nos cuentan otras experiencias sobre el tema lo que no es invade es un pensamiento de comprensión y empatía.
P.- El suicidio, a fecha actual, sigue estando ligada a connotaciones negativas arrastradas de una construcción social y cultural. En la última década se ha puesto de moda una cultura ‘mindfulness’, como proceso de alcanzar ese bienestar total, pero el tema de la muerte sigue siendo algo esquivo… ¿debería de empezar a abordarse en las aulas, desde la infancia?
R.- Falta una educación en la realidad de la muerte. Se tiene que afrontar como en todo en la vida, y además con equipo de profesionales que te puedan asesorar sobre cómo abordar el tema, porque hay que saber bien cómo dirigirlo de la manera correcta.
Hay que empezar a mentalizar desde la temprana edad que la vida y la muerte son cosas de las que no podemos escapar. Vivimos y algún día moriremos, cuanto más tarde mejor, pero existe la posibilidad de que muramos antes de lo que tenemos previsto. Tomar conciencia de ello permite recolocar muchísimas cosas en nuestro orden de prioridades. En nuestra sociedad actual tratamos de anestesiar la realidad, como si fuese posible vivir toda la vida, la eterna juventud y los ideales que arrastra. Nosotros trabajamos con la filosofía budista, pero otros disponen de su fe católica que también les va bien para superar las cosas, su bien de la muerte es más esperanzadora…
P.- La fe católica tacha al suicidio de pecado, lo considera algo antinatural…
R.- La raíces del estigma las tenemos que buscar ahí, en los castigos que tenían que asumir tanto el suicida como su familia.
P.- Papageno recopila muchas variantes de la conducta suicida, no cierra campos. Desde tu opinión como psicóloga, ¿crees que la formación que os imparten en la carrera en las universidades cuenta con un desarrollo fuerte o, al menos, un concepto claro de cómo abordar la conducta suicida?
R.- Yo personalmente en la carrera no estudié ningún tema que tratase el abordaje de la conducta suicida. Como otros temas que tampoco se tocan: el duelo o la gestión de la pérdida. Lo que no quiere decir que tú puedas optar por tratar ese tema para algún trabajo, pero es a iniciativa propia. Debería ser una asignatura obligatoria, ¿cómo vas a salir de la carrera sin haber estudiado de forma completa el abordaje del duelo y la pérdida?
P.- También es un tema pendiente en la sanidad pública.
R.- Sí, los protocolos de atención a la conducta suicida están tardando.
P.- De nuevo, como persona que has vivido de cerca el suicidio, ¿qué sensación tienes al hablar de este tema con otras que no están formadas, informadas o que no lo han padecido directamente?
R.- Entiendo todas las posturas y las respeto, pero a mí no me incomoda hablar del suicidio, y eso es un proceso que me ha llevado tiempo. Al principio sólo con oír la palabra suicidio me incomodaba. Una de las luchas que tenemos desde Papageno y cualquier otra iniciativa profesional por la prevención de la conducta suicida, es precisamente que no se oculte el hecho de que el fallecimiento de alguien ha sido por suicidio.
P.- Si no tengo mal entendido, el término ‘culpa’ es algo recurrente en el superviviente, ¿cómo trabajáis para combatir este sentimiento?
R.- Compartiéndolo. Hay personas que acaban de perder a un ser querido, y otras que ya están en otro momento de la gestión emocional. Los hay que vienen y nos dan unas lecciones de vida increíbles, como padres que han perdido a sus hijos. Son los que peor gestionan la culpabilidad y cargan con la responsabilidad, piensan que algo hicieron mal en la educación para que su hijo acabase quitándose la vida. Entre ellos se ayudan mucho porque están en distintas etapas del proceso. La idea siempre parte de que has hecho algo mal, se entra en un bucle de reproches sobre lo que hicieron o no para evitar el suicidio. Y en cambio el resto están ya en la fase de darse cuenta del amor que profesaba a su hijo y que, como cualquier persona, se pueden equivocar, pero saben que hicieron todo lo que podían y estaba en sus manos.
P.- ¿Tiene sentido ahondar en los porqués, en el pasado?
R.- Los porqués salen y tienen que salir. Nuestra naturaleza se basa en buscar respuestas de todo aquello que no entendemos, y el suicidio no lo entendemos. Primero porque es tabú, y segundo porque no estamos preparados para saber gestionar estar explicaciones. Tenemos la tendencia a querer encontrar una explicación razonable a lo que ha ocurrido. Cada uno lleva su ritmo. Con el paso del tiempo todo se suaviza un poco, el porqué deja de ser una duda tan intrusiva.
P.- Los métodos de comunicación han avanzado bastante, ¿cuáles dirías que son los riesgos o beneficios que integran a la hora de tratar el tema del suicidio?
R.- La gente cuando está mal asesorada y no tiene el apoyo profesional adecuado, busca información en las redes. En este espacio digital hay mucha información, pero no todo es buena. Ahí es donde más hay que trabajar, pero es sumamente difícil. Muchos supervivientes hablan de cosas que ven en las redes, vídeos, auténticas barbaridades…
P.- Es un terreno pantanoso, con un vacío legal en especial en las redes sociales.
R.- Es imposible de controlar. Y también da pena ver cómo hay personas que utilizan estos medios para sacar provecho del dolor, pero es algo contra lo que debemos luchar todos.
P.- ¿Con qué canales trabajáis en Afasib?
R.- Todavía seguimos en fase de conocimiento, no llega a un año que empezamos a funcionar. La mayoría de los supervivientes son nuevos, y todavía estamos conociéndonos. Por el momento realizamos reuniones mensuales de grupo de ayuda mutua.
A su vez, estamos trabajando con el Observatorio del Suicidio para la realización de los protocolos de prevención. Ellos nos derivan a los supervivientes, y nosotros les contactamos también cuando sabemos que alguien no se encuentra bien para que reciba ayuda lo antes posible.
P.- Hazme un balance de lo que habéis conseguido hasta el momento y otros retos que tengáis. (Afasib se fundó en agosto de 2018)
R.- El balance es muy positivo, yo no soy tan consciente porque estoy detrás de todo. Pero los que lo ven desde fuera ven los pequeños avances como grandes logros porque al fin y al cabo somos una organización incipiente. Yo veo que funciona desde el momento en que siento que hay un respaldo por parte de las demás asociaciones, de la Consejería de Salud, y estoy segura de que se pueden abrir nuevas vías de construcción y colaboración muy bonitas. Queremos un proyecto que realmente sea capaz de cubrir una atención efectiva a los familiares. No olvidemos que ellos también son un grupo de riesgo en la conducta suicida por lo que las medidas de prevención son esenciales.
Entrevista realizada por:
Brezo Criado Santos
Periodista. Estudiante de último curso en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Ha escrito para la Nueva España de Gijón y actualmente da sus primeros pasos radiofónicos en la Cadena Ser.
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