
Cuando se me ocurrió la idea de escribir esta historia, ya intuía que iba a atraer a mucha gente y que también podía gustar bastante. Hablaba de un tema del que se habla poco o se quiere esconder como si fuese un pecado como es el suicidio, pero no lo hacía desde la perspectiva de la persona que acaba con su vida, sino desde las reacciones que muestra su círculo más cercano a lo largo de los cinco días posteriores al fatal suceso.
Busqué que esas reacciones fueran reales, no solo desde el típico “ay, el pobre, qué pena”, sino también dar espacio al desconocimiento y desprecio por las enfermedades relacionadas con la salud mental, el dolor intenso o devastación (como indica el subtítulo del libro) que siente Gaby, la protagonista indirecta de la historia, la ira, el desconsuelo, la culpabilidad, la venganza o, incluso, aunque parezca mentira, la esperanza en la voz de una niña de apenas seis años.
He tenido la suerte de poder transmitir todas estas emociones a varios lectores (a día de hoy ya se han podido adquirir más de 350 ejemplares de la novela) que así me lo han hecho saber, pero de lo que más orgulloso me siento es de que aquellos que han pasado por la situación de haber perdido a un familiar por haberse suicidado son los que más me han agradecido que haya escrito esta novela. Y lo han hecho porque me han dicho que se han sentido escuchados, que por fin alguien ponía palabras a lo que habían sentido y que habían recibido la historia como un abrazo que los comprendía y los consolaba. Ahí me di cuenta de que la novela no solo contaba una historia, sino que además también era útil, y para mí, no hay mayor pago posible que ese.
Porque tengo que advertir algo que casi todos me preguntan. No, afortunadamente yo no he vivido de cerca una situación donde algún familiar se haya suicidado, pero no por ello iba a dejar de hablar de ello, porque la empatía no solo es sentir lo que siente el otro porque lo hemos sentido también nosotros antes, sino comprenderlo porque hacemos el esfuerzo de entender cómo se siente. Eso sí, siempre desde el mayor respeto y el tacto posible, aunque eso no quita para que, además de haber acertado al describir los múltiples sentimientos, haya un espacio para la crítica sobre cómo la sociedad afronta un hecho que acaba con la vida de 4000 personas en España al año.
Porque esa crítica que aparece al final de la historia no parte de un pensamiento inocente que crea que se hubiera solucionado el problema. Tal vez no, pero lo que es seguro es que, para los que se quedan aquí sufriendo la pérdida, hubieran sentido la compañía y la ayuda que les faltó cuando veían que su familiar se iba y no podían hacer nada. Busqué con esa crítica que dejáramos de pensarnos como seres individualistas donde si uno muere, es solo uno y a otra cosa. No es así, no debería ser así, debemos empezar a pensarnos como sociedad, como colectivo, porque todas nuestras acciones, las positivas y las negativas, también afectan a todos los demás. De esta forma, tal vez, sentiríamos que no estamos tan solos.
La novela se puede encontrar en las librerías Ares de La Línea, Bahía de Letras de Palmones y Alavera de Jerez, se puede pedir en cualquier otra librería a través de la distribuidora Logista, y también se puede adquirir a través de Amazon en formato físico o en Amazon Kindle.
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