TALLER ONLINE PREENCUENTRO 07 de marzo de 2023 de 17:00 a 18:30
Con motivo de la celebración del II Encuentro Internacional en Prevención, Intervención y Posvención de la Conducta Suicida el 10 de marzo en Salamanca, ofrecemos la posibilidad de participar en una serie de talleres online que iremos anunciando en nuestro blog. Se celebrarán en fechas cercanas al encuentro.
En esta entrada anunciamos la participación de nuestro compañero Ángel Luis Mena. Con el título «Factores de riesgo en la conducta suicida: el estigma en la salud mental» este experto en Humanidades y en Comunicación, con una dilatada experiencia en el trabajo de campo sobre el estigma en la salud mental reflexionará de cómo influye este fenómeno y como combatirlo.
Recuerda que para participar en estos talleres, has de inscribirte previamente en la Jornada y abonar la cuota de inscripción.
Desde pequeño a Hugo López Cuetos (Blimea-1979) le brillaban los ojos al ver a las fuerzas de seguridad profesionales desplazarse en sus magníficas motocicletas. Un sentimiento de profundo respeto y admiración inspirado por la dignidad y los méritos de la institución, que le llevaron a desear imitar la profesión.
Su carrera de soldado truncada
El 26 de agosto de 2015, fue el punto de giro de la historia bucólica de Hugo y comenzó su pesadilla. A consecuencia de un accidente de tráfico, se encadenaron una cadena de omisiones de rescate, que derivaron en un trastorno de estrés postraumático. Durante dos años, hasta 2017, estuvo luchando activamente de forma involuntaria contra síntomas que estaban intentando abrirse camino, expertos psiquiatras forenses lo certificaron en sus informes periciales. Y lograron abrirse camino en 2017, cerrado el expediente de pérdida de aptitud psicofísica. El primer impacto de las consecuencias directas del accidente, acontecido en acto de servicio, afectó gravemente su vida laboral:
Pierde la especialidad de tráfico en un examen médico de 5 minutos, por poder dificultar sus secuelas físicas la conducción de motocicletas.
Pierde el destino, por destinarle forzoso a más de mil kilómetros del actual.
Pierde parte del salario y la vivienda en el pabellón de la Guardia Civil.
Es nombrado dirimente para la conducción de vehículos, y se ve obligado a pasar nuevas pruebas para demostrar lo contrario, con cargo a su presupuesto personal.
Se le excluye de poder realizar cursos de ascenso, especializaciones, etc., por tener perdida psicofísica.
Sigue intentando trabajar pero, estar presente en una simple discusión de denuncia, le desencadena serios síntomas de pánico y ansiedad, por lo que ingresa en un hospital; ese sábado intenta sobreponerse para poder hacer su turno, con clara desconcentración y riesgo para compañeros, ciudadanos y para sí mismo. Aquí le sorprenden las ideas suicidas, detonadas por el sumatorio de acontecimientos y el cansancio de intentar asimilar lo que le está pasando, esta vez la imagen que le recuerda a su hija, disipa la violencia del arrebato. Aunque volverán más adelante, por la larga temporalidad de mantenimiento de problemas, la falta de humanidad en las entrevistas/revisiones realizadas por los autorizados de Guardia Civil y el desgaste acumulado, para quien ya estaba reconocido como vulnerable.
Los días siguientes se convierten en un infierno; no duerme por las noches, por revivir el accidente; no controla su cuerpo, se le dispara la ira, la rabia era inasumible; se pregunta porqué le está pasando esto a él; quién puede ayudarle; piensa que no puede contarlo y además, no sabe como debe hacerlo.
La médica le receta Trankimazín a demanda, lorazepam y lormetazepam y la psiquiatra añade alguna receta más, por lo que desde entonces ya todo se vuelve lento oscuro. A los meses de estar de baja psicológica, se le cita en la comandancia de Lérida para la entrevista con un psicólogo del cuerpo. El mensaje de esta entrevista fue: “descansa y olvídate de todos los síntomas y recupera tu puesto de trabajo”; lejos de lo que necesitaba, una vez más le negaban que pudiese ser cierto lo que le estaba pasando, cuando pudo reaccionar a los mensajes, no podía creer lo que estaba viviendo.
Hubo más entrevistas de respuesta similar, en las que le ocupaban haciendo largos test… Le citaron a las 09:00 h. en Madrid para hablar con un “gran profesional de estrellas gordas», se traslada desde Zaragoza con las restricciones del Covid19, y la entrevista no acontece hasta las 11:30. El traslado, expectación y retraso, hacen muy complicada la calma; la enumeración de la historia de acontecimientos para su comprensión resulta tediosa para ambos y no varían los resultados. De vuelta a la estación de tren, entre rabia, ira y lagrimas en los ojos, a Hugo le parece increíble recibir de vuelta desaires, como de quien se sospecha invención o fingimiento.
La historia de Hugo puede asemejarse a las de otras personas y no se debería juzgar solo el aspecto exterior del sufrimiento. Nunca sabemos que tipo de infierno están atravesando y no siempre se tienen habilidades para poderlo expresar.
Resurgir con un nuevo propósito
Tras ser retirado de la Guardia Civil en 2022, Hugo siente alivio y también inquietud por las nuevas circunstancias de su vida. Ha decidido hablar en alto y contarlo, para apoyarse a sí mismo y a otros compañeros que también han sentido soledad y frustración con sus problemas, algunos de ellos no pudieron soportar el sufrimiento y decidieron lamentablemente acabar con sus vidas.
Ha contactado con asociaciones para colaborar y visibilizar la necesidad de tener un tratamiento adecuado, si así lo requieren los síntomas psicológicos. Dentro de la Guardia Civil es una necesidad y la sociedad igualmente lo necesita. Así que, se subió a su bicicleta y se trazó un reto para poder difundir este quebranto en la preservación de la salud (https://papageno.es/tag/reto-hugo-lopez-cuetos), se ha expuesto a los medios de comunicación con el afán de romper el silencio que rodea a la salud mental y al suicidio, ha recaudado donaciones para la prevención del suicidio y recomienda cumplir con su responsabilidad a todos los titulares de obligaciones.
La bicicleta le ayuda bastante en el nuevo proceso, el deporte le centra en algo que le produce satisfacción y le simplifica los miedos, le aporta equilibrio naturalmente. Ahora colabora dando visibilidad a las necesidades de Salud mental, a la prevención del suicidio y a la necesidad de un trabajo con condiciones decentes para sus compañeros de la Guardia Civil. En la Guardia Civil son algo herméticos y hasta opacos, a la hora de tratar los riesgos para la salud de trabajar allí.
Cada 26 días un agente de la Guardia Civil se quita la vida, siendo el suicidio la principal causa de muerte no natural en el cuerpo. La Asociación Unificada de Guardias Civiles lleva años solicitando un protocolo de prevención, consideran que la falta de un plan de prevención de riesgos en salud mental podría estar detrás de los 27 suicidios que se registraron en el cuerpo en 2021.
“Así que por vosotros por ellos por mi lucharemos para que se visualicen esas cosas”
SI NECESITAS AYUDA TE DEJAMOS ALGUNOS RECURSOS
No estás sol@. Si tú o alguien que conoces está pasando por un mal momento, @sanidadgob te puede ayudar: LLama: 024 de atencíón a la conducta suicida 24 horas, 7 días a la semana, 365 días al año. Gratuito, confidencial, inclusivo e inmediato Visita: https://www.sanidad.gob.es/linea024/home.htm Atencion a personas con discapacidad auditiva: https://linea024.svisual.org/
También puedes llamar a los teléfonos de emergencias de tu territorio. En España, al 112
Ángeles de Azul y Verde es una asociación con miembros de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que observan la importancia de la salud mental en esta profesión tan delicada y apoyan en la prevención del suicidio. https://angelesdeazulyverde.org/index.php
Contacta con el área de coordinación de prevención y riesgos laborales de Policía Nacional: 91.582.10.43
PARA LEER MÁS
Otro agente que reconoce haber sufrido ideación suicida relata su experiencia: “Cuando te quitan el sueño o te lo cambian varias veces al día durante meses, cuando tienes que sacar adelante un trabajo en el que si actúas mal, literalmente puede morir gente; y cuando te amenazan con sancionarte si te opones a pasar por el aro puede que pienses en ello como la única salida”.
La existencia de una Jurisdicción militar ha complicado mucho la detección, persecución y resolución de delitos e ilícitos, como ciertos abusos, en el seno de las Fuerzas Armadas
¡Hola! Le escribimos desde la secretaría de la Asociación de Profesionales de Prevención y Postvención de la Conducta Suicida “Papageno”. Se ha inscrito en la actividad que celebraremos el próximo miércoles 16 de febrero de 2021 de 18:00 a 20:00 en Centro Administrativo y de Servicios Sociales «Rosa Roige» (Ayto. de Jerez) Calle Dr. Fleming S/N, 11407 Jerez de la Frontera (Cádiz). Le confirmamos que podrá asistir presencialmente preferentemente o si lo desea también tiene la opción de conectarse por videoconferencia desde este link:
Tema: DUELO POR SUICIDIO – JEREZ DE LA FRONTERA Hora: 16 feb. 2022 18:00 Madrid
ID de reunión: 869 6490 4180 Código de acceso: 292421
Le agradecemos su interés en participar y pese a la dureza del tema tratado le expresamos nuestra ilusión de compartir esta charla/conferencia con tod@s vosotr@s. La actividad tiene el objetivo de hablar sobre el duelo por suicidio, sus complicaciones y formas de afrontarlo. También abre la puerta a crear un espacio en formato de grupo de ayuda mutua (GAM) en la ciudad de Jerez de forma continua. Los Gams son espacio seguro para poder compartir las emociones del duelo y aprender formas adaptativas para sobreponerse al dolor que la OMS aconseja para aquellas personas que han perdido a un ser quiero por suicidio.
Esta actividad se desarrollará gracias a la colaboración del Ayto. de Jerez y y sobre todo, de la Asociación Andaluza de Supervivientes por Suicidio de un Ser Querido “Ubuntu”.
Para seguir cuidándonos como en todo este tiempo os rogamos puntualidad y el respeto máximo a las normas COVID-19 del centro donde se celebrará el acto.
En el póster adjunto tiene todos los datos para facilitar su asistencia.
Si todavía no te has inscrito, puede hacerlo a través del siguiente link:
El palenque Sáb, 22/01/2022 – Sáb, 22/01/2022 Tema: El Palenque desarrolla un debate sobre salud mental, la realidad de nuestra sociedad, las necesidades de los afectados y familiares y las carencias en psicoeducación. Participan: Lourdes Rodríguez – Psicóloga de FAEM José Lorente – Vicepresidente de FAEM Jerónimo Acosta – Presidente de COPAO Cádiz Daniel J. López – Presidente de Papageno
Cristina Romero perdió a un hijo por suicidio y participa en los grupos de ayuda mutua de duelo desarrollados por Ubuntu-Papageno en Sevilla.
Hoy nos regala esta reflexión personal.
La banalización del sufrimiento
Hace tiempo que me ronda en la cabeza un tema y es el de la banalización del sufrimiento. Y quiero tener como referente “La banalización del mal”, expresada por Anna Arendt.
Según esta, algunos individuos mandaron matar a los judíos en el régimen de Hitler no tanto por una crueldad propia sino porque no reflexionaban sobre sus actos o los cuestionaban. Simplemente acataron las órdenes de sus superiores.
Excepto los casos de familias que han perdido a un familiar, trabajo o casa, la población española en su conjunto vive con más recursos que nunca. A esto se añade los instrumentos tecnológicos existentes que permiten teletrabajar desde casa y sobre todo distraerse solo.
La generación de cristal
Desde hace ya algunos años somos conscientes del aislamiento que sufren las personas, especialmente los jóvenes, a causa de los móviles, tabletas, ordenadores y videojuegos. Veíamos la importancia del contacto familiar y social y no reflexionamos sobre sus consecuencias.
Y cuando los miembros de esta generación sufren un pequeño revés o conflicto mínimo lo convertimos en una tragedia. Les hemos impedido el derecho a aprender a sufrir, a adquirir fortaleza emocional y, por tanto, a tener una enorme intolerancia a la frustración.
Esta falta de tolerancia a la frustración por conseguir rápido y sin esfuerzo el objeto deseado se ha extendido a una gran parte de la sociedad. Ante cualquier mínimo sufrimiento o malestar psíquico perdemos la dimensión del hecho y le ponemos enseguida una etiqueta, le llamamos, sin estudios previos serios, TOC, TDAH, depresión…, le damos una pastillita para aliviar un daño pequeño, etc. etc.
Y banalizamos todo tipo de sufrimiento emocional hasta el punto de no reconocerlo como común en el ser humano y, como resultado, ya no solo tenemos una pandemia por un virus sino una nueva pandemia, a la que llamamos tragedia, que es la de la ansiedad, la depresión y todo lo relacionado con la salud mental, lo que está provocando aún más la estigmatización de las enfermedades mentales.
Y desde los 12 a los 30 años han aumentado el número de suicidios en España y nos llama la atención. Nos causa sorpresa y pavor. ¿Por qué? ¡Si estaba bien! Tenía una mala racha o lo estaba pasando mal, se suele decir. ¿Mal? ¿De verdad, mal? Y nos negamos a profundizar. Y podemos generalizarlo a cualquier edad.
El suicidio en las edades más avanzadas
El caso de los suicidios de los ancianos (junto con la franja de edad de 12 a 30 años es donde la incidencia ha sido más alta) es diferente. Hace 70 años los ancianos, es decir, los abuelos, vivían en el domicilio familiar con sus hijos y nietos. Formaban parte de la familia. Ahora somos europeos. En Europa el concepto de familia es distinto al nuestro. Los hijos se van de las casas de los padres jóvenes y los abuelos viven solos o en residencias.
Esta es ahora nuestra realidad actual. Están viviendo solos o en residencias. Y con la pandemia, aislados. No es de extrañar que una persona de 80 años que no reciba llamadas de teléfono, visitas, ningún calor humano ni ocupación se vaya apagando y no tenga ganas de vivir. La soledad, mata. El aislamiento, mata. El hombre es un animal social y si no fomentamos el contacto social en la población, en general, y en nuestros mayores, es especial, viviremos aislados con pandemia o sin ella. Las nuevas tecnologías propician la falta de socialización. Y ellos ni siquiera tienen a su alcance el utilizarlas. Se requiere un análisis profundo de la integración del dolor en el ámbito familiar, educativo, social y en la salud mental. Hay que considerarlo todo desde el amor, la compasión y el agradecimiento.
Visibilización de la salud mental: estar «depre» no es un diagnóstico de salud mental
Y seguimos en la superficie del tema. Algunos personajes famosos están hablando por primera vez de su salud mental, la mayoría de ellos por la alta presión que padecen, y mencionan sus estados de ansiedad o de depresión. Aplausos.
Pero nos hacemos eco de ello y lo volvemos a banalizar. Y se ha creado como una especie de moda, por parte de ciertas personas, de sentirse valientes y con coraje por contar en público y en las redes sociales alguna crisis emocional, equivalente exactamente a decir que se ha tenido una mala digestión por un plato de comida.
De esta manera, seguimos estigmatizando las enfermedades mentales. Una depresión es una enfermedad mental. Estar depre es un estado de tristeza común en la vida como estar alegre, tener miedo o estar enfadado. Son emociones primarias que tenemos todos los mortales. Lo necesario es aprender a gestionarlas y orientarlas. Sentir estas emociones no tiene en absoluto nada que ver con tener una enfermedad mental.
Y como vivimos en la superficie y no deseamos penetrar en el mundo de la inteligencia emocional porque el autoconocimiento es doloroso ya que salimos de nuestra zona de confort y no queremos abrir los ojos, ocurre que, cuando un niño, adolescente o adulto intenta suicidarse, decimos, “lo hace para llamar la atención”.
De esta forma, nos eximimos de nuestra responsabilidad y anulamos el problema, que en este caso es exactamente el sufrimiento profundo de esa persona, justo aquello que no queremos observar. No deseamos saber nada de la muerte, de las enfermedades, de los problemas graves que tienen las personas porque nos da pánico sufrir. Tampoco no han enseñado. Y la enfermedad mental y el suicidio siguen siendo tabúes. Da la sensación de que solo hablar de ellos produce contagio, como el Covid-19.
El suicidio: un problema de todos
La vida y la muerte van de la mano. Y la tragedia entra en cualquier familia. Y se oculta. Que nadie se entere. Esto le ocurre a los demás, pensamos, no a mí. Ponemos una barrera tan grande en no observar el sufrimiento ajeno ni el propio y un búnker infranqueable, que nadie se atreve a contar que sufre de verdad, porque piensa que no va a sentirse comprendido y por miedo a ser rechazado. Constituyen la peste. Ya que el sufrimiento verdadero está vetado expresarlo en las familias y en la sociedad.
El suicidio ha sido y sigue siendo una muerte innombrable en España. En 2021 ha aumentado su número de forma considerable. No podemos evitar que este tipo de muerte desaparezca. Lo habrá siempre. A la vez sí podemos evitar un porcentaje muy alto de ella. Les podemos enseñar a nuestros hijos desde el primer día de su vida a desarrollar la inteligencia emocional para adquirir fortalezas en los conflictos, asumir sus responsabilidades y ser protagonistas de sus vidas. Serán niños y luego adultos preparados para ir superando los obstáculos en la vida y pedir ayuda. Solo se trata de dejar de banalizar el sufrimiento para estar capacitados para sentirlo, expresarlo, afrontarlo y superarlo.
orque cuando se te muere un familiar entras literalmente en pánico. Tu propio dolor es causa de asombro, te es ajeno, desconocido. Sencillamente descubrimos la falta de recursos para soportarlo y procuramos bloquearlo para no sufrir. Realizamos el camino equivocado. La muerte por suicidio produce una hecatombe en la familia. De ese, no hablamos. Sigue siendo tabú.
Y de ese precisamente hay que hablar ya que las muertes por suicidio nos están suplicando que cambiemos nuestro enfoque y proceder.
El próximo miércoles 10 de noviembre de 2021, de 10:00 a 13:00 SAPAME y papageno.es organizan una actividad dirigida a sus afiliados con el objetivo de reflexionar sobre la prevención del suicidio entre personas con diagnóstico de salud mental.
Los problemas de salud mental son un importante factor de riesgo en las autolesiones y conductas suicidas. Las personas que lo sufren viven un doble estigma. Junto a los mitos erróneos relacionados a los trastornos de salud mental que revierten en un mayor riesgo de exclusión social, nos encontramos con las dificultades para hablar abiertamente de las ideas suicidas por el rechazo que producen.
Con esta actividad ambas asociaciones inician un proceso de colaboración, que con ilusión y determinación viene a cubrir una necesidad manifiesta para acabar con el estigma y el tabú alrededor de las conductas suicidas. Para ello, resulta clave el empoderando de los participantes preparándolos para un afrontamiento adecuado de sus conductas suicidas y convirtiéndolos en un motor de cambio como voces legitimadas para luchar por sus propios derechos desde el protagonismo en primera persona.
Salud para la Mente (SAPAME)
SAPAME es una Asociación sin animo de lucro, declarada de utilidad pública, promovida y gestionada por el propio colectivo de personas usuarias de Salud Mental, para la defensa de sus derechos y deberes, fomentando la integración social y la recuperación a través de un proyecto de vida autónomo y con sentido para la persona, independiente de la enfermedad.
C/ Almona del Boquerón 10. 18001 Granada (Granada)
Asociación de Profesionales en Prevención y Postvención de la Conducta Suicida «Papageno»
La asociación toma el nombre del personaje homónimo de la ópera «La Flauta Mágica» que Mozart creó en 1791. El personaje, en forma de hombre-pájaro, se enamora perdidamente de una de sus compañeras. Al no ser correspondido, Papageno decide acabar con su vida, cosa que nunca llevará a cabo porque tres de sus amigos lo convencen ofreciéndole otras alternativas. Papageno acabará dando nombre en suicidiología al efecto positivo que tiene el tratamiento responsable de la información por parte de los medios de comunicación en prevención de la conducta suicida.
Papageno nace bajo la filosofía de la creación colaborativa. ¿Te atreves?
La prevención del suicido, como un importante problema de salud pública pasa por la colaboración de los diferentes estamentos que componen la sociedad. Éstos deben aunar esfuerzos para combatir el estigma y el tabú que durante años ha evitado que se utilice la herramienta más eficaz de prevención : ¡hablar del suicidio!
El foro “Saber que se puede” propone un espacio de debate sobre la magnitud del problema que suponen la depresión y el suicidio. Se ofrece una oportunidad para reflexionar sobre dos temas prioritarios de salud pública que mantienen una estrecha relación y contar con diferentes puntos de vista: gestores sanitarios, profesionales de salud mental y asociaciones centradas en la prevención de la depresión y del suicidio.
Catalina García Carrasco. Viceconsejera de Salud y Familias. Junta de Andalucía.
José Repiso Torres. Director General de Cuidados Sociosanitarios. Consejería de Salud y Familias. Junta de Andalucía.
Blanca Fernández-Capel Baños. Directora Gerente de la Escuela Andaluza de Salud Pública
11:15 Magnitud del problema e impacto socio sanitario.
José Guerrero Velázquez. Psiquiatra. Codirector Plan Andaluz de Salud Mental (PISMA) y Director UGCSM HU Virgen de las Nieves, Granada
11:30 Saber que se puede.
José Ramón Pagés LLuyot. Coordinador nacional de ANAED Con la proyección del corto “Saber que se puede: Adolescentes”, ganador de dos premios en el festival Cine Mental.
12:00 Mesa de diálogo: Adolescentes, autólisis y suicidio
Daniel López Vega. Psicólogo. Presidente Asociación Papageno.
Alfonso García Calero. Psicólogo Clínico. Unidad Salud Mental InfantoJuvenil Jerez. SAS.
Luis Fernando López Martínez. Psicólogo General Sanitario. Psicoterapeuta de adultos y adolescentes. Codirector Proyecto ISNISS.
13:00 Mesa de diálogo: Presente y futuro del abordaje de la depresión y el suicidio
Miguel Guerrero Díaz. Psicólogo Clínico. Coordinador Salud Mental Marbella. HU Virgen de la Victoria SAS, AS Costa del Sol.
Evelyn Huizing. Enfermera especialista en Salud Mental. Asesora Técnica Programa de Salud Mental del SAS
José Luis Bimbela. Doctor en Psicología. Profesor Escuela Andaluza de Salud Pública.
Autor: Daniel Jesús López Vega, coordinador de papageno.es
Ayer amaneció como un día normal. Pero hay veces que la vida te hace un regalo inesperado (o varios), de esos que te hacen volver a creer que el cambio social es posible. Y todo empezó, como en muchas ocasiones anteriores en mi vida, gracias a mi naturaleza humana que persiste en su necesidad de manifestarse a través de mis errores.
Entre mi largo listado de defectos está el de no leer los correos electrónicos y contestar que «Sí» a todo tipo de peticiones. No me detengo a leer el contenido cuando me lo envían personas que estimo. Y ese fue el caso. Antonio Vergara, una persona a la que admiro por su trayectoria como médico y persona (todos necesitamos nuestros mitos), nos invitaba en nombre del Ayuntamiento de Cádiz y el movimiento «Marea Blanca» a un acto sobre estigma y salud mental. Participaríamos María Jesús de León, Presidenta de la Asociación Andaluza de Supervivientes por el Suicidio de un Ser Querido «Ubuntu», y yo, como representante de la Asociación de Profesionales en Prevención y Postvención de la Conducta Suicida «Papageno».
En principio nos pareció una buena oportunidad para hablar sobre el suicidio en un acto que reivindicaba la voz de familiares y afectados por el estigma que rodea a todos los problemas de salud mental. Y pongo afectados por el estigma porque creo firmemente que muchas veces es la verdadera causa del sufrimiento de las personas con problemas de salud mental. Muchas de ellas, podrían tener una vida absolutamente plena si la sociedad aprendiera de una vez por toda a valorar la diversidad y lo diferente como parte de su identidad y dejar sus prejuicios de lado. Prejuicio que de forma extraña nos divide en «nosotros» por un lado y «ellos» por otro como si fuera tan fácil establecer una línea que separara lo normal y lo anormal. Como si ese pretendido estado de normalidad fuera una vacuna para no cruzar la delgada línea roja que separa la cordura de la locura.
Cádiz: más cerca del paraíso
Hace años un compañero de trabajo onubense me decía desde la lucidez que da ver las cosas desde fuera que en Cádiz se estaba acostumbrado a sufrir. Un sufrimiento que tiene su mayor exponente en el desempleo. Lleva décadas castigando esta zona y seguramente se ha convertido en la mayor lacra de esta provincia en la que parece acabar Europa y que provoca diferencias socioeconómicas con importantes consecuencias. Siempre me pareció paradójico que un sitio donde uno se acostumbra a sufrir fuera un destino de turismo tan exitoso y donde tantas personas vienen a jubilarse o tienen segundas viviendas.
Sin embargo, siempre he amado Cádiz. Demasiadas veces estamos tan acostumbrados a no valorar lo que tenemos que no somos capaces de admirar la belleza que nos rodea. El lugar donde se celebró la actividad fue el Castillo de Santa Catalina. Y en una tarde-noche de buen tiempo, después de la ola de calor que hemos sufrido y de los nubarrones emocionales del tema afgano, donde de nuevo ganaron «los malos», el día nos regaló un hermoso paisaje con el Balneario de fondo y las hermosas vistas desde el Castillo.
Y mi amor por esta tierra no se limita a sus paisajes. Siento también cierta responsabilidad en mejorarla, en realizar mi pequeña aportación para sentirme parte de ella. Ayer María Jesús y yo recordábamos que dentro de un par de meses se cumplirá el segundo aniversario del nacimiento de nuestro primer Grupo de Ayuda Mutua en Cádiz. Dos años compartiendo el sueño de ir creciendo y que con un poco de suerte se traducirá en la consolidación de nuestro grupo de Sevilla y la apertura próxima de los de Jaén y Córdoba.
Una tarde-noche de «locos»
Si bien es cierto que la mayoría de palabras relacionadas con problemas mentales han terminado teniendo un sentido peyorativo, el término loco tiene un sentido ambiguo. Para mí, se relaciona con ser diferente, partir la norma, ser creativo o divertirse desmesuradamente. Quizás pueda parecer que frivolice sobre el tema, pero la normalidad me aburre e incluso me parece un poco patológica.
Por eso ayer pasamos una tarde-noche de «locos». Jamás había visto hablar de temas tan serios en un ambiente lúdico que supo combinar el respeto por temas tan dramáticos. La idea es que la meta es siempre la búsqueda de la felicidad y no exclusivamente huir del sufrimiento. Y todo ello protagonizado por las personas afectadas y sus familiares que tuvieron la oportunidad de hablar en primera persona y que pudieron GRITAR a los cuatro vientos que si hay algún problema, no es padecer un trastorno sea del tipo que sea, sino la extraña costumbre de patologizar y estigmatizar lo diferente.
Y allí entre impactantes testimonios de afectados y sus familias, música y actuaciones de personas unidas con un único fin, uno piensa que la vida es más justa, pese a no ser ajenos a que lo de ayer fue solo un oasis en el desierto que atraviesan muchas personas para los que la vida es una carrera de obstáculos por el estigma.
La magia de la palabra y del silencio cuando permite el encuentro entre personas
En esta ocasión nos tocó hablar los últimos. Siempre me produce pudor hablar en actos donde participan afectados por la pérdida de relevancia de mi discurso profesional frente a la riqueza emocional de sus experiencia y reivindicaciones. Me resulta complicado no ser estúpidamente paternalista con personas cuyo recorrido en la vida dan mucho más para aprender de ellas que para enseñarles nada.
Cuando hablamos, no hubo música, como la que acompañó a otras intervenciones. Imagino que aún no estamos preparados para hablar del suicidio escuchando los acordes de una guitarra o un piano de fondo. Todo llegará.
Y cuando terminé mi intervención la noche aún me deparó tres sorpresas. La psicología humanista habla del encuentro entre personas como un estado de plena cercanía que se da entre dos personas que parten toda las barreras comunicativas y que permiten a cada una ser quien es y mostrarse. Suelen ser momentos únicos que yo he tenido la suerte de vivir en el transcurso de mi profesión, pero que ya casi había olvidado.
Pues ayer viví tres. El primero escuchando las palabras de María Jesús de León. Cuando intervino me recordó los motivos por los que abandoné mi espacio de confort y me involucré en el proyecto de papageno.es, un proyecto hecho por «locos» y para «locos» hecho con más ilusión y trabajo que fondos. A ella la conozco desde hace dos años, pero ayer me di cuenta de la suerte de que se cruzara en mi vida y me permitiera hacer esta parte del trayecto juntos. Ubuntu, sin duda, está en buenas manos, y le deseo y auguro a partes iguales el mejor de los futuros. A parte de sus habilidades comunicativas, hizo un alarde de coraje y valor para mostrarse tal cual es, con toda la crudeza que eso supone. Gracias.
El segundo fue con Verónica. Verónica aún no lo sabe, pero también es una persona especial. Ella no habló, pero en su silencio se le entiende todo. También la conocí gracias a los grupos de ayuda mutua y a pesar de mi deseo de mantenerlos en la esfera de lo profesional, me resultaría difícil entender mi vida ahora sin ella. A pesar del revés que le dio la vida ella es pura alegría, eso sí con el trasfondo de dolor que acompaña siempre a la pérdida de seres queridos de una forma tan dura. Ella está siempre ahí, conciliadora, ilusionada, dispuesta a bromear con la que sufre o a escucharla. Tomando lista cada día de quién habla y quien calla en nuestros grupos de WhatsApp, porque sabe que la fuerza del grupo está en la preocupación por cada uno de sus eslabones. Gracias.
El tercero fue con Nuria, compañera de papageno.es y de vida. A ella sí la conozco desde hace muchos años. A veces cuando estoy con ella, soy capaz de rememorar el olor del azahar de los naranjos sevillanos que dieron sombra a nuestros primeros encuentros. Mi psicóloga y médica para el alma de cabecera. Llevamos tanto tiempo juntos que ya no nos hace falta hablar mucho para saber que ayer fue un día también importante para nosotros como pareja. Espero que esta aventura nos una aún más y nos abra nuevas oportunidades para seguir aprendiendo juntos. Gracias.
Y así acabó la jornada. Y aunque no asistieron también estuvieron presentes el resto de miembros de nuestros grupos de ayuda mutua y los que un día decidieron abandonarnos sin saber que siempre estarían con nosotros, porque alguien no muere si no hay olvido.
Esta entrada de blog ha sido muy personal, pero necesitaba expresarlo. Espero que a ti te sirva de algo. Si has llegado hasta aquí imagino que te ha interesado, por lo que me tomo la licencia de añadir el vídeo de nuestra participación en la jornada. GRACIAS.
Acto «Alegría por la Diversidad» 18 de agosto Castillo Santa Catalina – Cádiz
El próximo 18 de agosto se celebrará en el Castillo de Santa Catalina en Cádiz un acto organizado por el Excmo. Ayuntamiento de Cádiz a través del «Plan Local de Salud» y la «Mesa de Salud Mental», con la colaboración de «Marea Blanca».
Se trata de un acto reivindicativo y lúdico cuyos objetivos son poner en valor el testimonio de personas afectadas, familiares y asociaciones que trabajan por la salud mental, reclamar mejoras en la atención socio-sanitaria y luchar contra la estigmatización de las personas con enfermedad mental.
El acto presentado por, Ana Cristina Donoro y regido por Jorge Frontado, será inaugurado por el Alcalde de Cádiz, José María González y contará con la participación de la Concejala de Salud, Eva Tubío, y Antonio Vergara de «Marea Blanca Gaditana».
Durante el acto se contará con testimonios de afectados, de TELÓN CÁDIZ INCLUSIÓN y de FAEM con música de fondo del “Pianista callejero”, de AFEMEN y AFEDU, con música de fondo del guitarrista, Jorge Frontado y actuarán diferentes artistas, periodistas y grupos de música.
A la actividad también asistirán como invitados, María Jesús de León, Presidenta de la Asociación Andaluza de Supervivientes por Suicidios de un Ser Querido UBUNTU y Daniel Jesús López, Presidente de la Asociación de Profesionales en Prevención y Postvención del Suicidio PAPAGENO.
Por motivos de seguridad frente al COVID-19 se requiere invitación para participar.
Autor: Daniel Jesús López Vega, psicólogo, coordinador de papageno.es y responsable del grupo de conducta suicida del COPAO
Espejismos y otras esperanzas rotas: sobre planes de prevención del suicidio descafeinados
De un tiempo a esta parte, siento la responsabilidad de no dejar pasar este momento. Los temas de salud pública son competitivos. Atraen la atención social cíclicamente y desaparecen del escenario público a tanta velocidad como salieron a la luz. Es adecuado que seamos capaces de leer el momento y no dejarlo pasar. Para bien o para mal, probablemente en estos años se esté escribiendo el futuro del abordaje del suicidio en nuestro país para las próximas décadas.
No en vano, en la actualidad vivimos un proceso de visibilización del suicidio que lo ha situado en la agenda política, de los medios de comunicación, de la administración sanitaria, de los movimientos sociales, del mundo académico… Poco a poco el mensaje va calando, aunque quizás demasiado tímidamente, en la sociedad en su conjunto.
Con esto no queremos decir que estemos cerca de la meta. Por ejemplo, la ansiada llegada del plan nacional de prevención y la emergencia de nuevos planes de las comunidades autónomas tienen más pinta de espejismo que de realidad. Un espejismo producto de la sensación de andar por el desierto esperando agua que luego es solo un líquido viscoso y no potable, que solo consigue hacer más patente nuestra sed. Unos planes que como los primeros intentos de cine animado parecen dar la sensación de movimiento pero que realmente no son producto de que nada se mueva.
Tristemente imagino a nuestros políticos leyendo este blog (solo en mi imaginación, puesto que ya están de vacaciones y yo también) y recreando la escena de Catalina de Prusia cuando le dirigía a Diderot, quejosa, las siguientes palabras:
«Tenga presente, Sr. Diderot, la distinta posición en que nos hallamos respecto al plan de reforma que hemos emprendido. Vos, sabio e ilustrado filósofo, expresáis con toda holgura y sin inconveniente alguno grandes pensamientos, porque trabajáis sobre el papel, materia unida y compacta que todo lo admite, sin resistirse ni presentar obstáculos ni a vuestra fantasía ni a vuestra pluma; mientras que yo, pobre emperatriz, he de trabajar sobre la piel humana, que, como vos sabéis, es irritable y descontentadiza en extremo».
Y es que del dicho al hecho… El suicidio es un fenómeno complejo y multicausal que necesita de respuestas integrales que concentre los esfuerzos de diversos estamentos. La administración pública tienen por delante la ardua tarea de liderar la respuesta a una necesidad de encontrar una respuesta al problema de la salud mental y del abordaje del suicidio que no sea meramente estética o «buenista». Porque cuando se hace muy poco hacer más siempre será mejor, pero no suficiente. Y ni siquiera habremos acabado. El suicido como acto social transciende lo meramente sanitario. Cada suicidio es el retrato de algo que hacemos mal como sociedad y nos recuerda la necesidad de mejorar.
Quizás no sea una opinión políticamente correcta, pero es el momento de los movimientos sociales para recordar su esencia reivindicativa y evitar entrar en una etapa de conformismo que lleve a un sinsentido muchas de las buenas iniciativas que se han ido creando a lo largo de estos años. Recordar a quienes administran lo público que es la hora de afrontar el problema de forma efectiva y no de anuncios rimbombantes de medidas vacías de contenido.
El suicido: un drama social que tenemos que seguir visibilizando y aprender a desdramatizar
Todo lo anterior debe hacerse evitando dramatizar más un tema ya de por sí duro y doloroso. En este artículo nos centraremos generalmente en el duelo por suicidio.
Por ejemplo, la Asociación de Psiquiatría Americana (APA) compara el dolor de una persona que ha perdido a un ser querido por suicidio con el de los supervivientes de un campo de concentración. Siempre me he preguntado cómo se sentirá una persona con el duelo recién iniciado si buceando por internet encuentra esta afirmación realizada por una entidad tan seria e ilustrada y si incluso puede tener efectos de profecía autocumplida. Es decir, que la propia persona tienda a dramatizar aún más su situación personal. Una situación acompañada de una tendencia al autocastigo y flagelación provocada por los sentimientos de culpabilidad y vergüenza que solo pueden justificarse desde un plano cultural y social.
En este sentido sería muy interesante indagar cómo llegan estos autores a esta conclusión tan difícil de comprobar como descarnada y desesperanzadora. El dolor no deja de ser subjetivo y no solo responde a las características de la causa, en este caso la muerte por suicidio, sino a variables de carácter individual o las relacionadas con el tabú y al estigma y que son de naturaleza evitable.
Dicha dramatización, enlaza, con el sentimiento de desesperanza al que muchas personas supervivientes se enfrentan en las primeras etapas del duelo. Éstas se materializan en expresiones tipo «nunca volveré a ser feliz» muy parecidas a las que sintieron sus familiares antes de acabar con sus vidas. Este tipo de expresiones son tan falsas como premonitorias. El concepto de felicidad es engañoso y esquivo. Y la expresión idealiza el pasado y ennegrece el futuro a partes iguales de forma artificial y peligrosa, como un guión predeterminado de lo que sucederá de forma obligada. Describe una situación, donde se presupone de forma poco realista, que antes del suicidio del ser querido se era feliz y que jamás se recuperará este supuesto estado de plenitud.
Prefiero conceptualizarlo de otra forma. Y lo defino como «volver a conseguir la mejor versión de uno mismo». Diferente, pero mejorada. Con cicatrices pero transitando el camino con paso firme para recuperar de nuevo el sentido de la vida. Lo que te define como persona no es el número de caídas, sino las veces que seas capaz de levantarte. Nadie elige las circunstancias de su vida, pero si elige la forma de afrontarlas.
El duelo o proceso de «echar de menos»
Lo que caracteriza las experiencias de duelo indiferentemente a la causa que los provoca, es el vacío de echar de menos al ser querido. Solomon y Corbitt crearon la teoría del proceso oponente que intentaba explicar el duelo como un proceso de homeostasis. Este modelo que ha sido utilizado frecuentemente para explicar situaciones de diferente naturaleza explicaba la reacción emocional tras la muerte y su intensidad en función de las características de la relación previa y las emociones que se daban y no tan relacionadas a la causa de la muerte. Quizás sea un buen modelo para conceptualizar el duelo por suicidio de forma desapasionada.
Teniendo en cuenta las características propias de la muerte por suicidio que pueden ser de especial virulencia, nos inclinamos más por pensar que lo que hace especialmente duro esta causa de mortalidad tiene un importante contexto social marcado por la incomprensión y el estigma.
La desesperanza como constructo social
Tomemos como ejemplo, de nuevo a la desesperanza. Esta emoción está marcada por el guión cultural y social. Me recuerda a la fábula de «El elefante encadenado«. En este cuento filosófico una frágil cadena se convierte en la prisión del elefante que a pesar de poder partirla para ser libre se ve esclavo de sus propias creencias sobre la capacidad de la cadena para mantenerle atado.
No les voy a engañar. Cuando en los grupos de ayuda mutua a las que asisto como facilitador o cuando oigo a persona con conducta suicida narrar su historia me embriaga un dolor inconmensurable que me conecta a mi parte más humana. Quizás no te parezca una actitud muy profesional, pero en cierta forma siento como si la muerte de cada persona acaba en cierta forma con parte de la mía y como si cada sufrimiento fuera en parte mío. La narran con toda la solemnidad que da la gravedad del hecho y sin poder omitir cada detalle de lo vivido. Ojalá ninguna persona tuviera que pasar por ese trance.
Si nos centramos en los supervivientes, perder a una pareja, a un padre o una madre, a un hermano o aún peor a un hijo o hija en estas circunstancias provoca sin duda una de las más duras experiencias a nivel emocional, pero lo que no nos queda tan claro es cuál son las circunstancias que provocan la particular dureza de este duelo y si serían evitables si aprendemos a aproximarnos a él de otra forma menos hiriente.
La muerte es uno de los pocos hechos de los que podemos estar seguros. El suicidio, por mucho que nos duela, forman parte de nuestra naturaleza humana y de nuestros instintos más básicos aunque históricamente estas ideas se hayan intentado desterrar. Conceptualizarla como una conducta desviada, contra la naturaleza, tacharla de inmoral o penalizarla, muy lejos de evitarla, lo que consigue es perpetuarla. Esto solo tuvo sentido cuando la ignorancia sobre la conducta justificaban el uso estigma y el tabú como forma de control.
Las experiencias de duelo vienen a cambiarnos para siempre. Metafóricamente constituyen cicatrices que nos marcan. Pero, ¿qué diferencia una muerte por suicidio, de una por accidente laboral, por homicidio, por sobredosis de droga, producto de conducción temeraria u otras conductas de riesgo, por cáncer u otra enfermedad crónica…?
Inicio las reflexiones a través de este complejo fenómeno sabiendo que será poco probable responder de forma categórica y esperando se abran otras incógnitas que nos ayuden a entender mejor esta causa de mortalidad.
El suicidio como un ¿ejercicio de libertad?
La mayoría de las causas de muerte, aparentemente no necesitan de nuestra acción para existir (¿O sí?). Sin embargo, la conducta suicida se ve ligada en muchas ocasiones con la libertad supuesta que cada uno tiene para dar fin a su propia vida.
Algunos falsos filósofos que dan veracidad al dicho «la ignorancia es osada» dan rienda suelta a su ejercicio literario para reivindicar la libertad asociada al suicidio. Una supuesta libertad que contradice la definición del término de Aristóteles. Para este filósofo griego la libertad personal conlleva:
Una posibilidad de elegir.
Una disposición de elementos de juicio que conduzcan a la elección.
La posesión del conocimiento de los componentes de esos elementos de juicio.
La inteligencia adecuada para valorarlos debidamente y discernir acerca de la conveniencia de la elección.
Existe evidencia de que muchas personas que tienen intentos de suicidio con resultado de muerte están afectados por el fenómeno de la «visión en túnel» provocado por la ansiedad y el estrés que condiciona la atención a la percepción exclusiva de los estímulos más negativos de la situación. Cuando esta situación se da, nubla el juicio lo que es contradictorio a la toma de decisiones en libertad.
El suicidio, ¿la muerte inexplicable?
Es frecuente entre las personas supervivientes rumiar una y otra vez detrás de las circunstancias que acompañaron el hecho. En cierta forma esta actividad se sostiene como una espada de Damocles sobre sus cabezas y lleva a a hacer juicios sobre el grado de responsabilidad propia y de otros sobre lo ocurrido. Esto se convierte en una actividad cotidiana de búsqueda de una explicación causal. Es un hábito que en muchos casos puede perder intensidad en el tiempo, pero que se mantiene y vuelve de forma esporádica.
La persona superviviente hace una especie de autopsia psicológica informal para reconstruir la situación de la muerte y construir un relato que le permita justificar el hecho. En este sentido la autopsia del forense, las notas de suicidio, los comentarios en el recuerdo, los móviles y ordenadores personales se convierten en fuentes para extraer información y construir una narrativa que dé sentido a la muerte de su ser querido.
Muy probablemente el suicidio tiene una explicación tan fácil o compleja como cualquier otra causa de muerte. La ignorancia sobre el fenómeno la hace sin embargo entender como una conducta antinatural por la idea equivocada de que la única motivación esencial es el instinto de vida. Esto tampoco explicaría muchas conductas de riesgo de los seres humanos, ni el tabaquismo ni el consumo de drogas ni por otro lado conductas altruistas donde una persona pone en riesgo su propia vida para salvar la de otras o beneficiar a su «tribu o familia«.
Suicidio, ¿la muerte evitable?: La paradoja en la prevención del suicidio
Otra de las preocupaciones que centra la atención de las personas supervivientes son los que se han denominado los «Y si…». Construimos una falsa idea de control y seguridad sobre nuestras propias vidas como mecanismo de defensa para afrontar la imprevisibilidad de la vida. Como si realmente tuviéramos capacidad de controlar lo que ocurre a nuestro alrededor.
Porque efectivamente el suicidio es prevenible, pero cuando nos referimos a esta cualidad del fenómeno no nos referimos a que una sola persona pueda cambiar la determinación de otra para acabar con su vida, sino a la necesidad de cambiar nuestra sociedad reforzando los valores comunitarios de cooperación y empatía para hacer un mundo más justo y para que las personas con problemas puedan encontrar ayuda para solucionarlos.
Suicidio como síntoma de una ¿debilidad personal?
Cuando por una u otra circunstancia he escuchado de alguien la idea de suicidarse o el relato de algún intento previo, siempre me invade la idea de que el mundo será peor si esa persona acaba terminando con su vida finalmente.
Sin embargo, es frecuente que nuestra sociedad se plantee el suicidio como un problema de gente frágil, con incapacidad de afrontar sus propios problemas, como una deficiencia personal que los hace «diferentes» y no como un problema social. De esta forma, por una parte estamos «nosotros», la gente «normal» y por otro «ellos», los suicidas (personas manipuladoras, débiles mentales, frágiles, incapacitadas o incluso cobardes). Una manera muy propia del ser humano y de la sociedad de ocultar sus trapos sucios y esconder el polvo debajo de las alfombras atribuyendo lo «malo» a los «otros».
El hecho de que las tasas sean diferentes en diferentes entornos culturales que influyen incluso en la elección de los métodos más usados en el suicidio quizás nos lleva a recalcar de nuevo que el suicidio es de facto un hecho social. Y que cada vez que muere una persona por suicidio, muere también una parte importante de la tribu. Cada suicidio es un fracaso social, del grupo, ajeno a que la fuerza de una cadena está limitada al del más frágil de sus eslabones. Esto puede verse reforzado si nos acercamos al hecho suicida como un acto de comunicación.
El relato vital: construye una realidad adaptativa
Albert Camus, en el «Mito de Sísifo» nos decía: «Nada es una tragedia hasta que el héroe es consciente de su circunstancia». Pero dicha circunstancia quizás no sea tan fácil de aprehender como realidad objetiva y sea meramente una construcción mental que cada persona construye para dar cierta consistencia a esta vida. En consecuencia no sería tanto la circunstancia sino nuestra forma de elaborarla y narrarla la responsable de darle categoría de drama y la intensidad de este.
Llevo escuchando los relatos de otras vidas los últimos 25 años. De hecho yo tengo el mío propio. Si te pido que me cuentes el tuyo y accedes, tu cerebro recopilará una serie de circunstancias, les dará un orden concreto y la narrará con un sentido único. La historia no solo retratará lo que te ha ocurrido sino que lo hará de una forma concreta que dice también cómo eres y que habla de tu personalidad más allá de hechos concretos. Seleccionarás las escenas entre miles de las que viviste y la construcción no solo será tu propia creación sino que también podrá determinar también tu futuro. No olvides que no es la única forma que hay de elaborar este relato y que si este no te ayuda a encontrar la esquiva felicidad, debes aprender a hacerlo de una forma diferente que sin negar tu realidad, te proporcione herramientas nuevas para afrontarla.
De esta forma, tanto la realidad de una persona que afronta ideas suicidas como el trabajo del duelo por suicidio, supondría un viaje al encuentro de un relato vital donde tus vivencias lleguen a tener un sentido y tengas la oportunidad de afrontar de forma adecuada los obstáculos que te imponga la vida. Recuerda que la vida no tiene memoria y que te da a tus seres queridos como una oportunidad y te los quita sin preguntar antes. Nadie te pertenece.
La herejía: desmitificación de la muerte por suicidio.
Hablar del suicidio, desdramatizarlo y desmitificarlo como una muerte especial puede parecer una especie de herejía entre los profesionales que nos dedicamos de forma continua a remarcar la gravedad de la situación. No es una causa de muerte especial. De hecho ninguna lo es sobre el resto. La muerte, muerte es y si bien las circunstancias que la rodean pueden ser diferentes y aumentar el sufrimiento, todas son iguales en cuanto que nos separan de un ser querido.
Para profesionales que nos dedicamos a dar visibilidad a esta causa de muerte, uno de los problemas claves de la salud pública de nuestro mundo, puede parecer paradójico llegar a la conclusión de que prevenir el suicidio pasa por considerarlo como una causa más de mortalidad, con sus características propias, pero cuyo dolor esté exclusivamente provocado por la pérdida del ser querido y no por los vestigios de tabú y estigma de los que históricamente ha venido acompañado.
Se trata, por tanto, de dar visibilidad sin aumentar la dramatización que acompaña a la que es la principal causa de mortalidad externa en España, causante, si nos atenemos a las estadísticas oficiales, 10 muertes cada día de media.
Un tabú que aún hoy obliga a las familias al uso de eufemismos para referirse al «suicidio», para huir de la vergüenza y la culpa a la que aún condena la sociedad a las personas suicidas y a sus seres queridos. Un tabú que parece protegernos de nombrarlo para no atraerlo, desde un sentido atávico de atraer los males que nombramos por su NOMBRE. Una tarea importante para afrontar un problema es darle identidad y eso solo puede conseguirse llamando a las cosas por su nombre: SUICIDIO y darle su dimensión concreta para encontrar soluciones eficaces.
Dedicado a todas las personas que día a día me recuerdan lo que ignoro, porque ellas me hacen mejor persona.
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