Después de analizar durante años datos estadísticos sobre suicidios, llegué a algunas conclusiones que comparto con ustedes:
- Las entidades que publican esas estadísticas en España (INE, Sanidad y pocas más) son fuentes poco seguras para el análisis del suicidio.
- Cuanto más profundizo en los números, más complejo se vuelve el tema.
- Es cada vez más evidente que la complejidad del comportamiento humano junto con la multifactorialidad del fenómeno suicida hace casi imposible deducir los factores detonantes de forma aislada a partir de los grandes números.
- Los estudios estadísticos realizados en otros países no son directamente extrapolables a la población española.
- Las conclusiones extraídas a partir de los datos sobre muertes son mucho menos interesantes que las que podrían obtenerse de las inexistentes estadísticas sobre tentativas.
Aún así, no me desanimo y sigo rastreando los datos a modo de “estudio de la cábala”, en la confianza de que algún día me descubran la «piedra filosofal» que me ayude a entender esta parte de la naturaleza humana (sin estudiar psicología).
Ironías aparte, tras la lectura de algunas publicaciones que señalaban ciertas tendencias o ritmos estacionales en las muertes autoinfligidas y que encontraban explicación a las mismas por las horas de luz y su influencia en la producción de serotonina, me animé (una vez más) a refrendar las cifras para el caso español.
Si bien he acumulado datos estadísticos desde la década de los 70 en España, desglosado por Comunidades Autonómicas y he profundizado en el análisis de las series temporales (tendencias, correlaciones, desviaciones, etc.), aplicado a variables del tipo climatológico (horas de sol, temperaturas o precipitaciones), no creo necesario exponerlos en detalle, pues distraen del objetivo del presente artículo.
Entiendo que la visualización de los datos mediante gráficas puede resultar más interesante para quienes, desde diferentes profesiones, nos preocupamos en el estudio de las conductas suicidas. Hubiera sido provechoso haber dispuesto del desglose mensual por edades o por Comunidades Autónomas en todo el periodo 1980/2017, o datos referidos a medios empleados y meses pero, como tantos otros, no están disponibles en ninguna fuente que yo conozca.
Para los fanáticos del método, quiero especificar que he usado las series que proporciona el INE relativas a fallecimientos por causa de la muerte y de población residente en España, deduciendo las tasas de suicidio consumado a partir de ellas. Para presentar las variaciones estacionales he optado por deducir los coeficientes mensuales desde las medias de cada periodo/grupo y presentarlas en las clásicas gráficas de líneas sobre ejes cartesianos. Abcisas para los meses, ordenadas para el % de variación respecto de la media anual.
En cuanto a los elementos de comparación, he preferido centrarme en el comportamiento por género y las variaciones globales por décadas, desde los años 80 hasta nuestros días, así como una muestra del comportamiento por grupos de edad y las CCAAs con mayor población y/o suicidios.
La ventaja de exponer los resultados visualmente de forma más didáctica, frente a un enfoque más riguroso, es que nos permitirá interpretar los datos sin necesidad de conocimientos matemáticos y extraer conclusiones propias fácilmente.
Conclusiones
La primera y más rotunda es que existe un patrón estacional, que es significativo dada la magnitud de la muestra o su nivel de correlación y (aunque no pretendemos demostrarlo en este artículo) que es específico de cada grupo poblacional (háblese de zonas geográficas o de cualquier otra variable que podamos plantear).
La segunda es que, pese a las grandes diferencias del comportamiento suicida en base al género (tasas de tentativas, tasas de consumación o métodos empleados), las variaciones estacionales son claramente coincidentes entre hombres y mujeres en España.
La tercera, y no menos sorprendente, es que el comportamiento estacional es bastante fiel en el tiempo, observándose pocas diferencias entre lo que ocurría en la década de los 80 y la actualidad. Tanto es así, que hay mayores índices de correlación entre diferentes periodos temporales que, por ejemplo, entre diferentes grupos de edad o entre distintas regiones españolas.
La cuarta es que parecen confirmarse los estudios previos que señalaban que la llegada de los días largos eleva significativamente la tasa de suicidios: más del 10% por encima de la media en los meses de mayo, junio o julio y el fenómeno inverso para noviembre, diciembre o febrero. Si el factor desencadenante fuera la mayor tasa de serotonina, como señalan esos estudios, se da la aparente contradicción de que el alivio de los síntomas depresivos coincidiría con mayor prevalencia de conductas autolíticas. Un resultado que refuerza aquellas prevenciones del personal sanitario sobre el riesgo de suicidio en las personas que inician un tratamiento antidepresivo, posiblemente asociado a la disminución de inhibidores de la conducta como resultado de la medicación.
Quinta: El enfoque dado a los datos nos proporcionan tan solo una imagen de conjunto pero no ayuda a entender sus causas con fines preventivos. Se trata por tanto de un simple ejercicio indagatorio ante un fenómeno que, siendo la primera causa externa de muerte en España, resulta poco conocido por la población y que despierta aún menos interés en las autoridades sanitarias o a nuestros políticos en general.
Rogelio González Weiss
Criminólogo y analista. Representante de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. Lleva a cabo estudios epidemiológicos sobre salud laboral y conductas suicidas en el ámbito de la Guardia Civil y general, para alertar del problema y para la adopción de políticas activas de prevención.