Entre las habilidades para la vida más preciadas y que más favorecen el desarrollo sano de una persona se encuentran la asertividad y las habilidades sociales. La asertividad no sólo mejora las relaciones humanas, sino que puede ayudar a prevenir el suicidio como veremos en el presente artículo.
Antes de nada y para comprender la relación entre ambos, puede ser adecuado definir los conceptos de forma concreta.
Las habilidades sociales son un conjunto de conducta que aprendemos para relacionarnos con el resto de personas de nuestro entorno. Tienen una finalidad instrumental en el sentido de cumplir un objetivo y son coherentes al contexto social y al momento en el que aparecen. Este concepto engloba habilidades tan diferentes como las de decir que no ante una petición, iniciar una conversación, responder a una queja, solicitar ayuda, reconocer errores, negociar… Tener un nivel adecuado de este tipo de instrumentos sociales nos ayuda a integrarnos de forma adecuada en los grupos sociales y tener mejores relaciones personales.
La asertividad es un concepto más amplio y abstracto que conlleva una expresión adecuada de las emociones y los pensamientos, actitudes y deseos. Conlleva darles a estos un peso en la relación para que sean tenidos en cuenta, respetando sensiblemente los derechos de los demás. En las relaciones humanas podemos adoptar diferentes posiciones, según hayamos aprendidos en nuestros recorridos vitales. Por un lado podemos mantener conductas agresivas, imponiendo a los demás nuestras maneras de ver el mundo y nuestros deseos y por otro ser pasivos y valorar las opiniones de los demás y sus necesidades por encimas de las nuestras. Frente a estas dos maneras de actuar, la asertividad presenta claras ventajas.
Ventajas e inconvenientes de la asertividad
La asertividad tienen importantes beneficios frente a las conductas agresivas o pasivas. Las personas que muestran conductas agresivas en las relaciones sociales suelen obtener beneficios a corto plazo. A la larga, sin embargo, la agresividad conlleva el rechazo del resto de personas y cursa con un alto grado de soledad, sentimientos de culpabilidad y baja autoestima. De la misma forma, cuando soluciono los problemas en las relaciones con conducta pasivas, a corto plazo obtengo un mayor reconocimiento social, pero a largo plazo se daña la autoestima y el autoconcepto. Poner las necesidades de los demás por encima de las nuestras nos hace sentir mal y nos convierte frecuentemente en la «diana» de personas que aprovechan nuestra debilidad para beneficiarse de la relación.
Ser asertivo no te asegura el éxito en todas las confrontaciones sociales. Sin embargo, mejorará tu autoconcepto y tu autoestima. Además disminuirá los problemas en las relaciones en el presente y en el futuro. Ser uno mismo y defender tus derechos personales te hará más feliz a largo plazo. Sin embargo, como todo en la vida no sale gratis. La asertividad conlleva cierto grado de soledad a corto plazo. Tomar una posición clara en determinados asuntos y que sea contraria al parecer general te hará blanco de algunas críticas. En el largo plazo las personas más respetadas y con mayor grado de integración en los grupos sociales son las que se muestran asertivas. Ser asertivo o asertiva en el 100% de las ocasiones es un ideal. La asertividad es una manera de situarse frente a las relaciones sociales que favorece una vida mental más sana, una forma de proceder y posicionarse frente al mundo social.
Si nos queremos y respetamos, seremos capaces de querer y respetar al otro. Y la única forma de hacerlo es desarrollando una sana autoestima que nos permita estar seguros de nuestra valía única y personal y nos ayude a hacer valer nuestros derechos sin pisar los del otro. ¿Cómo hacerlo?
Olga Castanyer Mayer-Spiess – La asertividad: expresión de una sana autoestima
La asertividad y la prevención del suicidio
Como el resto de habilidades para la vida que hemos ido publicando en nuestro blog, la asertividad ayuda a disminuir la probabilidad de aparición de conductas suicidas en general y de suicidios en concreto.
Muchas personas con ideas suicidas tienen claras dificultades en las habilidades sociales que les impide una adecuada integración en sus grupos de referencia. De esa forma se ven privados del apoyo social necesario y afrontan altos grados de soledad. Frecuentemente presentan conductas agresivas o pasivas que les hace tener una visión negativa de sí mismo y de los demás. En consecuencia aumentan los conflictos personales y familiares. La autoestima se ve dañada y se favorece la aparición de comportamientos negativos y desesperanza. Se deja de creer en las propias facultades para resolver los problemas y se desconfía de los demás.
En conclusión señalamos como la asertividad es fruto del aprendizaje y por lo tanto susceptible de ser adquirida. Prevenir el suicidio en las escuelas y en las consultas conlleva el acompañar a las personas afectadas a resolver los conflictos en las relaciones de una forma más adaptativas que permitan un mayor ajuste personal y una mayor integración en los grupos sociales de referencia como la familia la escuela o el entorno laboral.
Miguel Ruiz-Flores Bistuer es psiquiatra, profesor de la UNED y profesional colaborador de papageno.es
Consecuencias del consumo de alcohol
Dice un chascarrillo que con el alcohol te crees más fuerte que un tipo que es realmente fuerte que está en la barra del bar y que se llama Hans. La cultura popular apunta a que el consumo de alcohol crea problemas ya que altera las capacidades cognitivas y, con estas alteradas, tomas malas decisiones al calibrar mal las circunstancias y riesgos reales.
Alcohol y VIH
En el caso del alcohol y el VIH, las evidencias apuntan en la misma dirección que el chascarrillo. Se sabe que el consumo de alcohol tiene un vínculo directo con la infección por VIH (Baliunas et al., 2010) y con no tomar de manera adecuada el tratamiento para la enfermedad (Hendershot et al., 2009).
Alcohol y accidentes de tráfico
También es bien conocida la relación del consumo de alcohol con los accidentes de tráfico. En Europa se calculan unas 17.000 muertes anuales debidas a accidentes de tráfico en relación con el consumo de alcohol, 1 de cada 3 fallecimientos del tráfico rodado (Anderson, Baumberg, 2006). En España según publicación de la Dirección General de Tráfico en el año 2010, el 40% de los fallecidos en accidente de tráfico conducían bajo el efecto de una droga, y el alcohol estaba presente en prácticamente la totalidad de ellos, a veces solo y en ocasiones con otras sustancias.
Homicidios y alcohol
Y las consecuncias no terminan ahí. Se ha relacionado el consumo de alcohol con los homicidios. El alcohol representó en Inglaterra un papel fundamental en el 6% de los homicidios y un factor asociado en el 39% (Shaw et al,. 2006). Varios estudios han encontrado que el 48% de las víctimas y los perpetradores habían estado bebiendo cuando ocurrió el homicidio, y que el 37% de los delincuentes y el 33-35% de las víctimas habían bebido lo suficiente como para estar intoxicados (Kuhns et al, 2011; 2014).
Esta claro que bajo los efectos del alcohol son frecuentes las reacciones de agresividad, conductas temerarias y violentas (Fleming, Mihic, Harris, 2006).
Pero, ¿existe relación entre alcohol y suicidio?
Abuso de alcohol, alcoholismo y suicidio
La evidencia muestra que sí existe relación. La relación del alcohol con el suicidio está sobradamente documentada. Se estima que el riesgo de suicidio en personas con trastornos del humor (principalmente depresión) es 6-15%; y en personas con alcoholismo del 7-15%. (OMS, 2000).
En el “Estudio de la conducta suicida en la Comunidad de Madrid” vieron que el diagnóstico previo más frecuente en los intentos de suicidio fueron los trastornos del estado de ánimo, seguidos de trastornos de ansiedad, de la personalidad y abuso y dependencia de alcohol y otras drogas, dándose combinados en algunos casos.
Entre la personas que presentan un consumo de alcohol elevado el riesgo de ideación suicida, los intentos de suicidio y el suicidio completo se incrementan en 2-3 veces entre aquellos con uso abusivo de alcohol en comparación con la población general (Darvishi et al., 2015).
En el estudio ESEMED (Bernal et al., 2007) se encontró que la variable relacionada con un mayor riesgo de intentar suicidarse fue el abuso de alcohol con una OR de 2,11, mientras que la variable mucho más reconocida de padecer depresión tenía una OR de 1,63.
Intoxicación por alcohol y conducta suicida
Pero no solo es el alcoholismo o el abuso el que aumenta el riesgo de suicidio. Hay estudios que demuestran que la intoxicación por alcohol incrementa el riesgo de suicido hasta 90 veces, en comparación con la abstinencia (May et al., 2002). La intoxicación aguda con alcohol u otras drogas aparece con frecuencia como factor adicional que pudo influir en el desencadenamiento de la tentativa de suicidio (con mayor frecuencia en hombres).
La intoxicación por alcohol puede aumentar la disforia, la disfunción cognitiva, la impulsividad y la intensidad de la ideación suicida. Las personas tienen aproximadamente siete veces mayor riesgo de un intento de suicidio poco después de beber alcohol, y este riesgo adicional aumenta a 37 veces después del abuso de alcohol (Borges et al., 2017).
En un metaanálisis de estudios publicados entre 1975 y 1995 se encontró una alcoholemia mayor o igual a 1 g/l en el 22,7% en los suicidios (Smith, Branas, Miller, 1999). En un estudio realizado en 13 países de cultura occidental se asociaron positivamente las tasas de suicidio con el consumo per cápita de alcohol en diez de ellos (Pirkola, Suominen, Isometsa, 2004).
Las tasas de suicidio también se han asociado con el consumo excesivo de alcohol en poblaciones de la antigua URSS y Finlandia. (Nemtsov, 2003). En Irlanda, detectaron la presencia de alcohol en sangre en el 55% de los suicidios (Bedford, O’Farrell, Howell, 2006).
Alcoholismo fetal y riesgo de suicidio
Y no parece que el alcohol actué directamente como un detonante puntual. Se ha visto que en las personas afectas de Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF) – un grupo de afecciones que pueden presentarse en una persona cuya madre bebió alcohol durante el embarazo- suelen tener más altas tasas de ideación autolítica e intentos de suicidio en comparación con la población normal (Famy, Streissguth, Unis, 1998 y Hellemans et al., 2010).
Prevención del suicidio y reducción de consumo de alcohol
Con este panorama, no nos extrañará que una de las políticas para disminuir el número de suicidios por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sea disminuir el consumo de alcohol. Entre sus estrategias de prevención del suicidio habla de tres tipos de estrategias: universales, para la población general; selectiva para grupos vulnerables, e indicadas para objetivos concretos con individuos vulnerables. Entre las estrategias de carácter universal se incluye la reducción del uso lesivo de alcohol (OMS, 2014).
Por último, en nuestro país las diferentes guías sobre prevención del suicidio, tanto la editada por Consejería de Salud de la Junta de Andalucía, como en la guía editada por la Comunidad de Madrid, o en la editada por la Generalitat Valenciana, tienen presente el consejo de evitar el consumo de alcohol.
Podemos asegurar, en el plano general, que cualquier política que reduzca el abuso de alcohol va a servir para prevenir el suicidio, y por otra parte, en el plano individual el abuso de alcohol es en si mismo un problema que puede llevar a tomar decisiones incorrectas.
«Desde aquí quiero ahondar en este consejo de evitar el alcohol y recordar, con evidencias amplias y suficientes, que el consumo de alcohol no es lesivo únicamente a nivel individual y en lo somático, sino que también es lesivo a nivel psíquico, pudiéndonos llevar a tomar decisiones poco acertadas y a nivel social, causando daño a todas las personas que son cercanas a quien consume alcohol».
Miguel Ruiz-Flores Bistuer
Psiquiatra en excedencia del Ib-Salut, profesor tutor de psicología en la UNED. Licenciado en medicina y especialista en psiquiatría. Doctor cum laude, Premio Jean Dausset a la mejor tesis doctoral 2016-17. Máster en Psicoterapia. Experto Universitario en Psiquiatría Forense. Especialista Universitario en Psicopatologia.
El suicidio fue la principal causa de mortalidad externa en España en 2018, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Si bien los datos que ofrece el INE sobre el suicidio son escasos para construir modelos explicativos del suicidio en nuestro país, sí permiten una comparación entre variables como sexo, edad, método utilizado, comunidad autónoma de residencia…
La falta de otras variables de tipo psicosocial nos debería hacer reflexionar sobre la importancia del uso de este tipo de estadísticas en la prevención de este problema de salud pública que ha registrado 3.539 fallecimientos en 2018. Esto haría necesario un mayor esfuerzo en rescatar otras variables importantes en la caracterización de esta causa de muerte.
El suicidio en España por comunidades autónomas
Tanto en el mapa del inicio de esta entrada de nuestro blog, como la tabla y la gráfica posteriores, podemos observar que las tasas de suicidio se distribuyen de forma irregular por todo el territorio de nuestro país.
Por número de suicidios, las comunidades autónomas con más casos son Andalucía, Cataluña, Comunitat Valenciana, Madrid y Galicia. Pero si deseamos comparar entre estas, debemos utilizar la tasa por 100.000 habitantes que aparece en el último gráfico de esta entrada. Cuando lo hacemos observamos que las comunidades con tasas más altas de suicidio en 2018 serían Asturias, Galicia, Aragón y Canarias.
En España, la tasa por 100.000 fue del 7,57 en ambos géneros, 11,43 en hombres y 3,86 en mujeres.
Como todos los años, el Instituto Nacional de Estadística ha publicado su estudio sobre las causas de mortalidad en nuestro país (ver nota de prensa, INE 2019).
Este estudio no sólo es útil porque realiza un mapa fiel de los retos en salud pública para mejorar la salud de la población, sino que debería ser tenido en cuenta a la hora de establecer políticas públicas más objetivas.
En 2018 se ha registado un incremento de muertes con respecto al año anterior. La causa de muerte en mujeres más comun la causada por enfermedades del sistema circulatorio (28,3%) y en varones por tumores (26,4%).
En 2018 se registraron en España 427.721 defunciones, 3.198 más que en el año anterior (0,8%), siendo superior el incremento entre los hombres.
La tasa de mortalidad fue 915,3 muertes por cada 100.000 habitantes, respecto a 2017, registrando un incremento en varones y manteniéndose entre las mujeres. Las causas de muerte más frecuentes fueron las provocadas por enfermedades del sistema circulatorio, seguidas por los tumores y las enfermedades del sistema respiratorio.
El suicidio en España en 2018
El suicidio como principal causa de mortalidad externa
Dentro de las causas externas, el suicidio fue la primera causa de mortalidad externa, con 3.539 fallecimientos en 2018, un 3,8% menos que en el año anterior. La tasas por 100.000 fue del 7,57 en ambos géneros, 11,43 en hombres y 3,86 en mujeres.
Por detrás del suicidio se situaron las caídas accidentales y el ahogamiento, sumersión y sofocación. Los accidentes de tráfico supusieron algo más de la mitad que las de suicidio, con 1.896 víctimas.
No se publican estadísticas sobre intentos de suicidio u otras conductas suicidas que podrían dar una visión explicativa mucho más profunda del fenómeno.
Mortalidad y suicidio por sexo
En hombres las principales causas de mortalidad externa fueron el suicidio (con 2.619 fallecidos), las caídas accidentales y el ahogamiento, sumersión y sofocación y en las mujeres las caídas accidentales, el ahogamiento, sumersión y sofocación y los suicidios (920). En este sentido el número de suicidios entre varones fue casi 3 veces superior al de las mujeres.
El suicidio por grupo de edad y sexo
En hombres el mayor número de muertes registradas por suicidio se dio en el intervalo comprendido entre los 30 y 39 años y entre las mujeres entre los 55 y 59. Entre menores de 29 años se registraron 275 muertes (7,7%).
Las tasas superiores de suicidio se dieron a partir de los 45 años y de forma más pronunciada a partir de los 80. Las tasas mayores se dieron entre los 80 y 84 años en mujeres (7.39×100.000) y los 90-94 en hombres (44,84).
Métodos más utilizados
Los métodos más utilizados para el suicidio durante 2018 en España fueron por este orden, (1) el ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación, (2) el salto desde un lugar elevado y (3) el envenamiento. Las diferencias más notables entre sexo en cuanto al método tienen que ver con las formas más violentas como el ahorcamiento o el uso de armas de fuego que son más utilizadas por los varones. El método más igualado por sexo es el envenenamiento.
Muertes por suicidio por procedencia (comunidades autónomas y localidades de residencia)
Por comunidades autónomas, las que recogen mayores registros de suicidios son Andalucía, Cataluña, Comunitat Valenciana, Madrid y Galicia. Sin embargo, para comparar entre estas sería necesario conocer las tasas y no los datos brutos.
En cuanto a la localidad de residencia el mayor número de suicidios se da en las capitales de provincia y en las poblaciones menores de 10.000 habitantes. Además, 328 de las personas fallecidas por esta causa tenían nacionalidad extranjera (9,3%).
Muertes por suicidio por mes del fallecimiento
El mayor número de suicidios se dio en los meses comprendidos entre marzo y junio (primavera).
Tiempo de lectura:3minutosEl suicidio es complejo y multicausal y se ve influido por un amplio abanico de variables de diferente naturaleza. Cuando estas variables influyen de forma negativa, osea, aumentan la probabilidad de su aparición, se denominan factores de riesgo en la prevención del suicidio. Estos factores pueden ser sociodemográficos, personales, familiares o sociales.
En general, el suicidio es efecto de la confluencia de las demandas estresantes del ambiente y la percepción de falta de recursos personales para afrontarlas. Paralelamente aparece falta de apoyo social, soledad extrema y desesperanza. Este sentimiento hace evaluar negativamente no solo pasado y presente, sino también el futuro que se prevé de forma negativa.
Esta situación se ve influenciada por diferentes variables con evidencia de consecuencias negativas en la aparición de conductas suicidas, que pasamos a desgranar.
Factores de riesgo sociodemográficos de suicidio
En el caso del sexo en la mayoría de países, exceptuando China, el mayor riesgo lo corren los hombres. 3 de cada 4 muertes por suicidio se dan entre varones. Otras variables influyentes puede ser estar en la adolescencia o en las franjas de edad más elevadas, vivir en una zona rural, la ausencia de pareja sentimental, niveles educativos y económicos bajos y la posible pertenencia a una minoría étnica o sexual.
Factores de riesgo personales en conducta suicida
La aparición de enfermedades físicas dolorosas o incapacitantes, con estigma social o baja supervivencia, las hospitalizaciones frecuentes o durante largos períodos de tiempo, pueden producir en la persona un sufrimiento al que no encuentren sentido y que les haga pensar en la idea de acabar con su vida. Acompañar a estas personas en ese momento puede ayudarles a pasar por esa etapa decidiendo lo más adecuado en cada situación.
Una de las variables que más se ha relacionado con el suicidio es la aparición de trastornos mentales. Estos trastornos se asocian a episodios depresivos o ansiosos, el trastorno bipolar, la dependencia a drogas, alcohol o psicofármacos, trastornos de personalidad como el narcisista, el tratorno límite, la esquizofrenia o el trastorno por estrés portraumático…
Cuando nos referimos a variables relacionadas al carácter o personalidad las que más influyen en esta conducta son la agresividad y la impulsividad. Ambas pueden influir en la elección de un método letal empleado sin una evaluacion previa de los riesgos y consecuencias.
También en los casos donde existen situaciones de privación de libertad, antecedentes de autolesiones o intentos suicidas, o se han vivido situaciones de violencia, maltrato o riesgo extremo para la vida, el riesgo de suicidio sube exponencialmente.
Factores de riesgo familiares
La familia es uno de los principales grupos socializadores. La ausencia de referentes familiares, la falta de comunicación, los conflictos o problemas económicos, los bajos niveles educativos, el duelo asociado a la pérdida por separación o muerte o los antecedentes de enfermedad mental o intentos de suicidio familiares pueden suponer una carga que contribuya a la desestructuración personal y la aparición de conducta suicida.
Factores de riesgo sociales
Algo similar sucede entre las variables de carácter social. Bajos niveles económicos y educativos, la exposición a violencia o a consumo de drogas o a conductas suicidas en otras personas y la baja alfabetización en salud que dificulta la petición de ayuda y el acceso a servicios sanitarios eficaces o la inexistencia de estos, inciden negativamente en las tasas de suicidio.
El acoso laboral, sexual, escolar o las conductas intimidatorias de todo tipo están también detrás de muchas de las conductas suicidas.
Artículo realizado por Rogelio González Weiss (Colaborador de papageno.es)
Value of a Statistical Life (VSL)
Al hilo de otra publicación en el blog de Papageno, Sonsoles Rivera Pascual (otra colaboradora papagénica) reflexionaba sobre el Value of a Statistical Life (VSL). Con este método se podría cuantificar el costo de cada muerte por suicidio, o lo que en un lenguaje fácilmente entendible, podría suponer cada muerte por suicidio no evitada: ¡En Euros!
Me aventuro a traer aquí algunos datos y hacer algunas comparaciones que nos inviten a pensar sobre el costo de cada muerte por suicidio. Previamente señalamos lo repugnante de asociar “vida humana” con “costes económicos”. Además destacamos que la metodología de los “evaluadores” no es unánime, ni fácil, ni realmente pretenden poner “precio” a un ser humano.
Aparte del ámbito estrictamente académico (principalmente economistas y sociólogos), el concepto VSL resulta muy interesante para determinados sectores empresariales. Valga el ejemplo de las compañías aseguradoras, preocupadas por sus afinados balances de primas/indemnizaciones. Este sector ha desarrollado avanzadísimos métodos para cuantificar cuanto estaríamos dispuestos a pagar por cubrir determinado riesgo, más allá de los “costes/beneficios”.
El precedente de la siniestrabilidad de tráfico.
El costo de una muerte.
Más interesantes nos deben parecer los estudios que pretenden mostrar en dólares, para un país, el coste “fáctico”, directo y mesurable de un fallecimiento. Por ejemplo, los que resultan de un accidente de circulación.
Pero los que realmente nos pueden aportar alguna luz (y animar una sonrisa en nuestros lectores/as) son aquellos que buscan calcular cuanto costaría disminuir en una determinada proporción un determinado riesgo de muerte.
Un ejemplo sería el que resultaría tras reducir un 10% el número de fumadores en una región. Algo que podría parecer abstracto o difícil de calcular, se hace con más frecuencia (y ciencia) de lo que parece. Un estudio llegó a establecer que el coste de mortalidad asociado a un paquete de cigarrillos era de 78€ para los hombres.
Hagámoslo fácil, abandonemos la ciencia y calculemos por nosotros mismos. Podemos estimar que si un dia salimos de fiesta y tenemos que llevar el coche, la decisión del conductor “no tomar alcohol” es gratis. Esa opción podría evitar además varias muertes, entre ellas la nuestra. Por otro lado, pensemos que si al regreso, nos tropezamos con un control de alcoholemia de la Guardia Civil, gracias a esa iniciativa nos ahorraremos además los 500€ de la MMG (Multa Mínima Garantizada).
No se queda aquí la cuestión, pongámonos nuevamente a hacer nuestro propio y particularísimo (pero muy serio) cálculo. Y esto sin tener que hacer una encuesta, manejar datos sobre salarios o población ni usar un programa de estadística.
Consideremos un tramo de una carretera que se ha identificado como “punto negro” en base al elevado número de accidentes (y/o muertes) reportados durante un periodo de tiempo. Imaginemos que las autoridades acometen una reforma del trazado que mejore la seguridad del tramo. Si a continuación hacemos un seguimiento de la nueva siniestralidad podemos establecer en base a la inversión hecha y a la variación de la incidencia de accidentes/fallecidos, cual ha sido el “coste preventivo” en euros de esa intervención concreta y balancearlo con el “coste evitado” en término de vidas humanas.
Si quisiéramos proponerlo en “costes económicos evitados” ya si tendremos que sacar la vena matemática. Podremos usar, por ejemplo, valoraciones desde el punto de vista de “salarios brutos dejados de percibir” por los que habrían fallecido sin la mejora, “daños materiales y reparaciones” evitadas o “gastos sanitarios” que no han sido necesarios gracias a las obras. (Ahora si espero una franca y abierta sonrisa).
La importancia de la prevención.
Si a los ejemplos anteriores le añadimos que, muchas de las actuaciones preventivas en el pasado resultaron ser gratis (o muy baratas) y supusieron una considerable mejora de las estadísticas de fallecidos por accidentes de circulación, quizás, quienes estamos preocupados por la falta de interés de nuestros políticos por los suicidios, acabemos torciendo el gesto y perdamos la sonrisa que amagamos en el párrafo anterior.
Cuando hace años las administraciones públicas españolas tomaron conciencia del enorme coste humano (y económico) de los accidentes de circulación, se comprobó que era mucha la información existente alrededor de los accidentes. Dicha información era básicamente derivada por las detalladas estadísticas que recopiló durante años la Guardia Civil de Tráfico.
En ellas se recogían no solo las referentes al parque automovilístico, número de conductores, accidentes, fallecidos, heridos o daños materiales, sino que se complementaban también con elementos tales como la causa principal y secundarias del accidente, los lugares de mayor incidencia, factores influyentes en la gravedad del mismo, etc. Por si pareciera poco, reflejaban además todas las circunstancias externas que intervenían en el mismo: si concurría infracción en la conducción, condiciones ambientales, hora del día o día de la semana, tipo de vía, tipo de vehículos, … (Ej de información estadística pública de la DGT).
Con esa información objetiva y sistematizada era “fácil” establecer políticas preventivas y se abordó el problema desde sus “causas”:
Concienciación por la seguridad con agresivas campañas publicitarias en TV.
Intervenciones en los centros educativos.
Normas más restrictivas (como el uso obligatorio de cinturones de seguridad o la tipificación como delito de la conducción bajo influencia de alcohol o drogas).
Requisitos de sistemas activos y pasivos de seguridad para los fabricantes de automóviles.
Mayor vigilancia en carretera.
Controles periódicos de vehículos.
Reconocimientos médicos a los conductores
Auge de los cinemómetros o los alcoholímetros.
Modernización del parque automovilístico.
Mejora de las carreteras.
Ni la complejidad del fenómeno, ni la multicausalidad, ni la diversidad de estamentos, ni la inversión o el tiempo necesario para obtener resultados, impidieron que se convirtiera en un objetivo prioritario para diferentes Gobiernos. Así se redujo considerablemente aquella enorme pérdida de vidas.
Actualmente, dependiente de la DGT existe un departamento permanente de investigación e intervención de la siniestrabilidad, que cuenta con planes de investigación que son públicos y que cuentan con saneados presupuestos.
Me permito señalar que desde 2013 se ha producido un frenazo en la casi invariable disminución de víctimas mortales por accidentes de carretera que se inició a finales de los 80. Es fácil entender el porqué, si nos fijamos en la disminución del número de agentes encargados de la vigilancia de tráfico, al menor gasto de las familias en la renovación del turismo/gastos en taller y a la falta de mantenimiento/inversión en infraestructuras viales en estos años de “crisis”.
¿Qué impide por tanto que abordemos el problema del suicidio como se hizo hace 30 años con los accidentes de tráfico?
Como es obvio, en primer lugar faltaría que los ciudadanos tomaran conciencia de la gravedad del problema en términos de vidas humanas (olvidemos aquí el VSL, por favor)
En España el suicidio es la primera causa de muerte no natural, casi dobla las provocadas por accidentes de circulación y multiplica por 11 la cifra de homicidios. Desde 1980 ha supuesto 125.000 víctimas solo en nuestro país.
En segundo lugar, debería calar en esa misma ciudadanía la idea de que es un fenómeno prevenible/evitable (tanto o más que los accidentes de tráfico), del que puede y debe hablarse y cuyos principales enemigos están resultando ser “el estigma social”, los mitos y prejuicios que impiden pedir ayuda y el rechazo a informar sobre suicidio o hacerlo incorrectamente, lo que lo ha conviertido en “ese gran desconocido”. No es una mera opinión particular, animo a leer otras entradas del blog para entender la importancia de estos aspectos en la prevención del suicidio.
En tercer lugar, los gobiernos deberían asumir su responsabilidad (presionados por la opinión pública) y plantear (como lleva años exigiendo la OMS) un plan integral para la prevención del suicidio y no conformarse con simples parches (llámese Plan Local, Proposición No de Ley o Estrategia Nacional, claramente insuficientes).
Finalmente, todos los campos implicados directa o indirectamente alrededor del suicidio, desde la ciencia (psicología, psiquiatría, sociología, criminología, etc.), los organismos públicos (salud, jurídicos, docentes, seguridad, etc.), hasta las entidades privadas (colegios profesionales, medios de comunicación, etc.), deberían implicarse en analizar sus ámbitos de actuación y proponer planes y medidas efectivas.
Costo de las muertes por suicidio: propuestas de mejora
Desde este trabajo solo cabe invitar a la reflexión y animar a hacer propuestas. Sería interesante, por ejemplo, la creación de una comisión interdisciplinar que coordinara esas propuestas y que cuanto antes condujeran al tan necesario Plan Nacional para la Prevención de Conductas Suicidas. Yo me atrevo también a hacer las mías.
Mejora de los datos epidemiológicos sobre el suicidio
Como analista, me preocupa la disgregación e inaccesibilidad de las informaciones vinculadas al suicidio, especialmente en las referidas a “tentativas” o “ideaciones”, y la poca implicación pública en la investigación (con la honrosa y dispersa excepción de la sanidad).
Como cuestión de salud, opino que el Estado (soy consciente de las competencias autonómicas) deberá articular un protocolo que incluya, entre otras muchas cuestiones, las reseñas de tentativas suicidas. Con independencia del seguimiento y tratamiento del paciente, esto permitirá extraer una radiografía viva del fenómeno y de las circunstancias que lo envuelven (más allá de un simple “mapa estadístico de muertes”). Este se complementaría, a nivel forense, con la obligación legal de realizar las autopsias psicológicas a todas las personas en las que se sospeche autolisis, y mejoraría el actual protocolo de registro de “causas de la muerte”. Esto permitiría además conocer los factores desencadenantes, los fallos del sistema y la efectividad de las medidas preventivas.
Mayor presencia de la psicología en la salud pública
Para los que centramos el interés en la persona que sufre y puede caer en el suicidio, entendemos que todo pasa por potenciar (mucho) la presencia de la psicología en la salud pública (que permitiría además la moderación del recurso farmacológico). El Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid publicaba en su blog el pasado año un resumen esclarecedor.
En 2017 el número de psicólogos sanitarios colegiados en España era la mitad que el de fisioterapeutas, la tercera parte que los farmacéuticos o la décima parte que facultativos o enfermeros.
Los mismos profesionales que reciban, evaluen, asistan y deriven, deberían ser (en mi opinión) los encargados de recoger los datos de cada uno de los casos objeto de atención y responsables de su seguimiento. Conocerían las tentativas y alertarían sobre los casos de riesgo.
Creación de un «Centro para la Prevención, el Análisis y la Investigación del Suicidio»
Un eventual Centro para la Prevención, el Análisis y la Investigación del Suicidio, dependiente del Ministerio de Sanidad, sería el encargado de ir proponiendo esos protocolos de abordaje y de recopilación de datos. En coordinación con las diferentes competencias autonómicas, propondría las líneas de investigación que sirvan para adoptar medidas concretas de prevención/actuación dirigidas a cada autoridad competente (Justicia, Salud Educación, etc.).
Sé que para muchos profesionales habrá otras cuestiones que les resultarán prioritarias (y les invito a plantearlas), aunque pienso que no estarán muy reñidas con las mías. Afortunadamente no soy psicólogo y nadie podrá acusarme de corporativismo 🙂
Las cifras del VSL en el suicidio
Alguien habrá quedado con la duda sobre cual es el VSL aplicable para el caso de España (y para el suicidio). No es fácil responder, pues como ya señalaba, no hay un criterio único sobre lo que es ese concepto, lo que tiene que medir o como debe hacerlo. En consecuencia la “cuantificación” es muy variable dependiendo del ámbito, del método o del investigador. Por ejemplo, frente al baile de cifras, algunos estudios de “meta análisis” han tratado de fijar un “estandar” de la valoración que fuera comunmente aceptada (y de alguna forma “generalizable”). A eso hay que añadir que no es lo mismo un estudio referido a seguridad del tráfico que otro sobre cuestiones de salud ni las referidas a un país u otro.
Desgraciadamente no he encontrado ninguno relacionado con el suicidio, así como tampoco una respuesta unánime en campos como el de las muertes por accidentes de circulación o el tabaquismo. Aún así comprobamos que existen oscilaciones desde 1 hasta los 4 millones de Euros. Para entender la complejidad y variedad de enfoques, recomiendo el seguimiento de algunos estudios como:
Ateniendonos a esas cifras, y usando una extrapolación totalmente acientífica, supondría que el “VSL del suicidio” más modesto superaría en España al presupuesto destinado en el PGE2019 a Cultura y Eduación, o a Sanidad y Servicios Sociales (y multiplicaría por 6 el de la DGT).
¡Ojo!, si recurrimos a la baremación judicial de la indemnización por una muerte en accidente de tráfico en España (no es una VSL, pero debería), la cantidad básica se reduce a tan solo 90.000€. ¡Cosas de la Justicia!
Ironías aparte, y como decía Sonsoles (creo que nadie nos lo discutirá), ninguna estimación estadística pretende ni puede poner valor económico a la vida humana (eso sin considerar a las personas que queremos).
Vidas demasiado valiosas para permitir que nuestros gobernantes sigan sin adoptar medidas concretas que prevengan, aunque fuera, una sola muerte por suicidio. Qué decir cuando el número se eleva hasta los 3.679 suicidios del año 2.017 en España, último del que disponemos de datos. Recuerden, cada 2 horas y media que nos retrasamos perdemos a un ser humano cuya muerte tendríamos que haber evitado.
Por mi parte (como insensible y poco riguroso analista) diría además que cada 2 horas y media perdemos 1 millón de Euros que podríamos haber evitado 😉
Rogelio González Weiss
Criminólogo y analista. Representante de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. Lleva a cabo estudios epidemiológicos sobre salud laboral y conductas suicidas en el ámbito de la Guardia Civil, para alertar del problema y para la adopción de políticas activas de prevención.
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