El Ayuntamiento de Cádiz y papageno.es colaborarán para impulsar la creación del primer Grupo de Apoyo al Duelo para familiares y allegados de personas fallecidas por suicidio en la provincia de Cádiz.
El suicidio es un problema de salud complejo, multicausal y prevenible que provoca enormes consecuencias a la sociedad en general. Afecta no sólo a las víctimas mortales, sino a aquellas personas que lo intentan o viven en la ambivalencia que provocan las ideas suicidas. Durante 2017, fueron registrados 110 suicidios en la provincia y se estima que el número de intentos es 10-20 veces superior. Cada muerte trae además consecuencias emocionales graves a unas 6 personas de su entorno.
Con el propósito de afrontar el problema del duelo en estos casos, la OMS y otros organismos nacionales e internacionales, recomiendan la creación de Grupos de Ayuda Mutua (GAM). En España podemos encontrar este tipo de grupos en diferentes comunidades autónomas, que puedes consultar aquí.
«Bienaventurado el que sabe que compartir un dolor es dividirlo y compartir una alegría es multiplicarla»
Facundo Cabral
Con la creación de este grupo en Cádiz se viene a dar respuesta a la necesidad de muchas personas de encontrar un lugar para expresar sus emociones libremente y sin ser juzgadas. El Grupo de Apoyo al Duelo (GAD) será una actividad gratuita y confidencial. Contará con el apoyo de los profesionales de Papageno en su creación y en el desarrollo de actividades. El grupo será autogestionado por los participantes.
Si deseas participar llama o envía un whatsapp al 633.169.129 o un email a prevencion@papageno.es y responderemos a tus dudas.
ACCESO A NOTICIAS (CREACIÓN GRUPO DE APOYO AL DUELO-CÁDIZ)
Las consecuencias psicológicas de vivir situaciones traumáticas relacionadas con riesgo a nuestra vida o a la de otros, catástrofes o situaciones de emergencia o violencia extrema pueden llegar a ser devastadoras.
Al riesgo de muerte o consecuencias sobre la salud, se unen emociones complejas, y en casos más graves. puede favorecer la aparición de un Trastorno por Estrés Postraumático. Este tipo de trastorno tiene entre sus posibles causas lo que se ha denominado el síndrome o la culpa del superviviente provocado por los sentimientos generados por sobrevivir a un suceso donde murió alguna persona cercana.
La culpa puede ser frecuente y natural y debe ser identificada en personas vulnerables que no deben dudar en pedir ayuda cuando lo necesiten. Estos sentimientos pueden llevar a la aparición de ideación u otras conductas suicidas y son un factor de riesgo reconocido para el suicidio. En principio, no podemos definir las emociones como buenas o malas intrínsecamente, todas cumplen una función positiva. La culpa surge en situaciones donde percibimos que hemos cometido un error o falta o hemos perjudicado a otra persona. Para superarla reaccionamos con una mayor motivación a restituir el daño hecho con nuestras acciones.
Sin embargo, hay ocasiones donde esta emoción es irracional. Podemos identificar esta irracionalidad cuando el hecho ocurrido no está provocado por una acción u omisión nuestra, sino cuando es efecto de la suerte u otras causas externas. Eso ocurre, por ejemplo, en los casos de atentados terroristas o asesinatos masivos o ante catástrofes naturales. Se han descrito ocasiones donde la culpa ha empujado a los supervivientes a acabar con su propia vida. Sean cuales sean sus consecuencias, también es una emoción muy relacionada con las personas que han vivido cerca la muerte por suicidio de una persona querida.
Muchas veces la irracionalidad viene dado por nuestra propia manera de ser. Según Ciara Molina, esto ocurre en personas con tendencia a vivir en tensión, con angustia y sentimientos de desvaloración hacia sí mismo, perfeccionistas, con miedo al rechazo o a equivocarse y con excesiva necesidad de aprobación de los demás.
Para manejar la culpa del superviviente es aconsejable fomentar la comunicación con personas representativas o contando lo ocurrido para compartirlo con otros, recordar continuamente que los hechos traumáticos no son responsabilidad nuestra, regresar a la rutina personal cotidiana lo antes posible y ponerse en disposición de ayudar a otros a través de nuestra experiencia.
María Francisca Morell García, Xisca, es la presidenta y fundadora de Familiares y Amigos Supervivientes por Suicidio de las Islas Baleares (Afasib). Es psicóloga, y está formada en la rama de la suicidología, por elección propia y porque también la vida la sacudió con la pérdida de un ser querido. Ahora pasado un tiempo, se ha centrado en la construcción de red de apoyo y prevención que da cobertura en Baleares, ofreciendo su ayuda a una gran cantidad de familias que están pasando por lo mismo.
Cuando Xisca habla de su fase de duelo no deja de mencionar a Javier Jiménez, presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (RedAIPIS), a quien agradece la protección y la atención recibida y asegura que fue él quien la animó a montar esta asociación. Su objetivo lo tiene claro: prestar información y orientación, a los familiares, amigos y otros amigos que han sufrido la pérdida por suicidio. Xisca además es colaboradora activa de papageno.es, puedes ver algunas de sus entradas aquí.
P.-¿Cuál es el origen de Afasib?
R.- El origen está en el suicidio de mi hermano. Tuvo varios intentos durante varios meses y nuestra única preocupación era su recuperación, ni siquiera nos planteamos hablar con sus psiquiatras. Cuando ocurre el suicidio, te quedas destrozado. Son momentos en lo que te quedas descolocado, la culpabilidad desunió mucho a la familia, la dirigimos los unos contra los otros y sin decírnoslo, el gran fallo del superviviente, porque hace que los miembros de la familia se dispersen más y los familiares lejanos acaben desapareciendo. Te quedas en una situación de aislamiento muy grande, sin tener recursos, no sabes reconocer si lo que te pasa es normal o estás enferma. Desamparada sería la palabra.
P.- En una entrada de este mismo medio hablabas de la importancia de practicar el silencio terapéutico: “El silencio atento y presente invita a hablar, porque alguien te escucha”, “basta con conectar la mirada para que invada la sensación de empatía, comprensión y confianza”… ¿Cuál es el límite entre el silencio de ayuda y el silencio, que por el contrario, evita hablar del tema del suicidio?
R.- La presencia. Es suficiente con que vengas y estés, incluso sin que yo te lo pida. Me da igual que hables o no. A nivel profesional, lo veo también en las personas a las que atiendo tanto a nivel grupal y en mi trabajo como psicóloga. Es necesario concederle ese espacio a la persona, necesita el silencio para reordenar sus ideas, aún más, cuando estás en una situación tan traumática.
Por desgracia lo que me he encontrado es que no hay presencia. El silencio se basa en que desaparecen de tu lado, no vienen a verte ni te llaman. A veces tienes la sensación de tener algo como contagioso. La gente evita ese contacto, seguramente porque no saben qué decir, no saben cómo apoyarte. De ahí que escribiese sobre el silencio terapéutico como un «basta con que vengáis».
P.- Que alguien fallezca normalmente supone un duelo, pero cuando se trata de un suicidio parece que el esfuerzo de sobreponerse es doble: la pérdida de esa persona y la de aquellos que han decidido alejarse.
R.- Claro. Tienes que gestionar la pérdida de las personas que se alejan y lo peor de todo es que no puedes culparlos porque en el fondo entiendes que se alejen. Sabes que ese distanciamiento deriva del estigma del suicidio que está tan arraigado, porque no saben cómo manejarlo. Supongo que vivimos en una sociedad en la que huimos del dolor, no deja de ser una combinación de cosas, pero es cierto que los supervivientes pasamos por un doble duelo. En el primero, con la muerte, asumes que es algo definitivo, pasas por todas las etapas hasta que acabas gestionando esa pérdida como puedes. Pero la segunda pérdida, las personas que se alejan, normalmente parte de tu familia que necesitas y que están vivas, es algo que no te permite cerrar un ciclo. La muerte si algo tiene es que es un fin, por lo que puedes gestionarlo, pero cuando están vivos es mucho más difícil, entre otras cosas porque no tenemos recursos para comunicarnos.
Desde la asociación intentamos que esa verbalización y expresión no se interrumpa. En la primera o segunda reunión me impactó que hubo gente que expresó tal cual el suicidio que presenciaron, ahí te das cuenta de que necesitan soltarlo de esa manera porque nunca habían podido hablarlo con nadie.
P.- ¿Soltarlo todo ayuda a interpretar y asimilar lo que está pasando, a ser capaz de ver la magnitud de lo que uno se estaba guardando para sí?
R.- Sí, somos personas que nos tenemos que comunicar continuamente. Sentimos miedo de que no nos entiendan, de que se alejen de nosotros. Cuando estas dentro del grupo de apoyo lo primero que haces es contar todo aquello que has tenido que guardar y callar por la vergüenza o incomodidad que te ha producido hasta el momento. Pero una vez lo dices, te encuentras que no hay ninguna cara ni de incomprensión, ni de sorpresa. Todos hemos vivido situaciones tan difíciles relacionadas con el suicidio que cuando nos cuentan otras experiencias sobre el tema lo que no es invade es un pensamiento de comprensión y empatía.
P.- El suicidio, a fecha actual, sigue estando ligada a connotaciones negativas arrastradas de una construcción social y cultural. En la última década se ha puesto de moda una cultura ‘mindfulness’, como proceso de alcanzar ese bienestar total, pero el tema de la muerte sigue siendo algo esquivo… ¿debería de empezar a abordarse en las aulas, desde la infancia?
R.- Falta una educación en la realidad de la muerte. Se tiene que afrontar como en todo en la vida, y además con equipo de profesionales que te puedan asesorar sobre cómo abordar el tema, porque hay que saber bien cómo dirigirlo de la manera correcta.
Hay que empezar a mentalizar desde la temprana edad que la vida y la muerte son cosas de las que no podemos escapar. Vivimos y algún día moriremos, cuanto más tarde mejor, pero existe la posibilidad de que muramos antes de lo que tenemos previsto. Tomar conciencia de ello permite recolocar muchísimas cosas en nuestro orden de prioridades. En nuestra sociedad actual tratamos de anestesiar la realidad, como si fuese posible vivir toda la vida, la eterna juventud y los ideales que arrastra. Nosotros trabajamos con la filosofía budista, pero otros disponen de su fe católica que también les va bien para superar las cosas, su bien de la muerte es más esperanzadora…
P.- La fe católica tacha al suicidio de pecado, lo considera algo antinatural…
R.- La raíces del estigma las tenemos que buscar ahí, en los castigos que tenían que asumir tanto el suicida como su familia.
P.- Papageno recopila muchas variantes de la conducta suicida, no cierra campos. Desde tu opinión como psicóloga, ¿crees que la formación que os imparten en la carrera en las universidades cuenta con un desarrollo fuerte o, al menos, un concepto claro de cómo abordar la conducta suicida?
R.- Yo personalmente en la carrera no estudié ningún tema que tratase el abordaje de la conducta suicida. Como otros temas que tampoco se tocan: el duelo o la gestión de la pérdida. Lo que no quiere decir que tú puedas optar por tratar ese tema para algún trabajo, pero es a iniciativa propia. Debería ser una asignatura obligatoria, ¿cómo vas a salir de la carrera sin haber estudiado de forma completa el abordaje del duelo y la pérdida?
P.- También es un tema pendiente en la sanidad pública.
R.- Sí, los protocolos de atención a la conducta suicida están tardando.
P.- De nuevo, como persona que has vivido de cerca el suicidio, ¿qué sensación tienes al hablar de este tema con otras que no están formadas, informadas o que no lo han padecido directamente?
R.- Entiendo todas las posturas y las respeto, pero a mí no me incomoda hablar del suicidio, y eso es un proceso que me ha llevado tiempo. Al principio sólo con oír la palabra suicidio me incomodaba. Una de las luchas que tenemos desde Papageno y cualquier otra iniciativa profesional por la prevención de la conducta suicida, es precisamente que no se oculte el hecho de que el fallecimiento de alguien ha sido por suicidio.
P.- Si no tengo mal entendido, el término ‘culpa’ es algo recurrente en el superviviente, ¿cómo trabajáis para combatir este sentimiento?
R.- Compartiéndolo. Hay personas que acaban de perder a un ser querido, y otras que ya están en otro momento de la gestión emocional. Los hay que vienen y nos dan unas lecciones de vida increíbles, como padres que han perdido a sus hijos. Son los que peor gestionan la culpabilidad y cargan con la responsabilidad, piensan que algo hicieron mal en la educación para que su hijo acabase quitándose la vida. Entre ellos se ayudan mucho porque están en distintas etapas del proceso. La idea siempre parte de que has hecho algo mal, se entra en un bucle de reproches sobre lo que hicieron o no para evitar el suicidio. Y en cambio el resto están ya en la fase de darse cuenta del amor que profesaba a su hijo y que, como cualquier persona, se pueden equivocar, pero saben que hicieron todo lo que podían y estaba en sus manos.
P.- ¿Tiene sentido ahondar en los porqués, en el pasado?
R.- Los porqués salen y tienen que salir. Nuestra naturaleza se basa en buscar respuestas de todo aquello que no entendemos, y el suicidio no lo entendemos. Primero porque es tabú, y segundo porque no estamos preparados para saber gestionar estar explicaciones. Tenemos la tendencia a querer encontrar una explicación razonable a lo que ha ocurrido. Cada uno lleva su ritmo. Con el paso del tiempo todo se suaviza un poco, el porqué deja de ser una duda tan intrusiva.
P.- Los métodos de comunicación han avanzado bastante, ¿cuáles dirías que son los riesgos o beneficios que integran a la hora de tratar el tema del suicidio?
R.- La gente cuando está mal asesorada y no tiene el apoyo profesional adecuado, busca información en las redes. En este espacio digital hay mucha información, pero no todo es buena. Ahí es donde más hay que trabajar, pero es sumamente difícil. Muchos supervivientes hablan de cosas que ven en las redes, vídeos, auténticas barbaridades…
P.- Es un terreno pantanoso, con un vacío legal en especial en las redes sociales.
R.- Es imposible de controlar. Y también da pena ver cómo hay personas que utilizan estos medios para sacar provecho del dolor, pero es algo contra lo que debemos luchar todos.
P.- ¿Con qué canales trabajáis en Afasib?
R.- Todavía seguimos en fase de conocimiento, no llega a un año que empezamos a funcionar. La mayoría de los supervivientes son nuevos, y todavía estamos conociéndonos. Por el momento realizamos reuniones mensuales de grupo de ayuda mutua.
A su vez, estamos trabajando con el Observatorio del Suicidio para la realización de los protocolos de prevención. Ellos nos derivan a los supervivientes, y nosotros les contactamos también cuando sabemos que alguien no se encuentra bien para que reciba ayuda lo antes posible.
P.- Hazme un balance de lo que habéis conseguido hasta el momento y otros retos que tengáis. (Afasib se fundó en agosto de 2018)
R.- El balance es muy positivo, yo no soy tan consciente porque estoy detrás de todo. Pero los que lo ven desde fuera ven los pequeños avances como grandes logros porque al fin y al cabo somos una organización incipiente. Yo veo que funciona desde el momento en que siento que hay un respaldo por parte de las demás asociaciones, de la Consejería de Salud, y estoy segura de que se pueden abrir nuevas vías de construcción y colaboración muy bonitas. Queremos un proyecto que realmente sea capaz de cubrir una atención efectiva a los familiares. No olvidemos que ellos también son un grupo de riesgo en la conducta suicida por lo que las medidas de prevención son esenciales.
Entrevista realizada por:
Brezo Criado Santos
Periodista. Estudiante de último curso en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Ha escrito para la Nueva España de Gijón y actualmente da sus primeros pasos radiofónicos en la Cadena Ser.
Se denominan «supervivientes» a aquellas personas en duelo por la muerte de un familiar o allegado que ha fallecido por suicidio.
Las asociaciones de supervivientes son aquellas promovidas por los mismos afectados que tienen como objetivo dar un servicio de apoyo a través del método de autoayuda o ayuda mutua sin ningún afán de lucro.
El duelo por suicidio presenta características diferentes al que acompaña a otro tipo de muertes, que se acompaña de una fuerte carga emocional con culpa y vergüenza y preguntas reiteradas alrededor del hecho de la muerte.
El duelo es un proceso natural de adaptación a la pérdida que nos permite recuperar la normalidad. Hablar, compartir y sentirse acompañado son elementos esenciales para el proceso. Hay personas que pueden necesitar un acompañamiento especial y pueden encontrar un apoyo fundamental en grupos de personas que han pasado por el mismo trance. En casos de duelos complicados o en personas que necesiten un asesoramiento específico conviene también contar con apoyo profesional especializado.
La OMS destaca los beneficios de este tipo de estructuras que según su apreciación beneficia creando un ambiente empático, confidencial y de pertenencia con sensación de comunidad y apoyo y aumentando la esperanza de recuperar la normalidad. También proporciona apoyo para tratar con aniversarios difíciles u ocasiones especiales, da la oportunidad de aprender nuevas formas de enfrentar los problemas y crea un escenario para expresar libremente emociones, temores y preocupaciones.
En España existen diversas asociaciones de supervivientes diseminadas por el territorio que son muy activas y que además de proporcionar ayuda a personas que lo necesitan, hacen también un importante papel reivindicativo para luchar contra el estigma y para promover la creación de un Plan Nacional de Prevención de la Conducta Suicida.
Nuestra cultura ha convertido el tema de la muerte en algo tabú y de lo que hay que evitar hablar. Eso convierte el duelo en algo doloroso que muchas veces se coarta y más en casos de que la muerte sea por suicidio y haya que comunicarla a menores.
El duelo por suicidio es especialmente complicado. Los supervivientes, tas un período inicial inician una búsqueda de las causas de la muerte que puede ahondar el sufrimiento y que cursa con sentimientos de culpabilidad, vergüenza y de abandono.
“El duelo reclama zurcir los rotos del corazón que la pérdida ocasiona, sanando con paciencia la nueva vida”. José Carlos Bermejo – Director del centro de Humanización de la Salud
El ocultismo y la evitación conlleva a veces problemas agravados puesto que perdemos importantes momentos de aprendizaje para afrontar la muerte de una forma más adaptativa. Los niños y niñas que pasan por situaciones de este tipo necesitan saber para integrar la experiencia en sus vidas y superarlas. Por lo tanto, es importante que todos aprendamos a hablar del suicidio y a comunicarlo adaptándolo al nivel madurativo de cada uno.
Es muy difícil encontrar las palabras para comunicar la desalentadora noticia del suicidio de un ser querido. Tal vez sientas la tentación de «proteger» a tu hijo de tan traumática información contándole «mentiras piadosas» o verdades a medias. Sin embargo, al no tener una explicación sincera, los niños tienden a inventarse sus propias historias. Estas historias que se cuentan a sí mismos pueden provocar todavía más confusión, miedo y aislamiento.
Margo Requarth, terapeuta de pareja y de familia margo@HealingHeartsPress.com
Los ingredientes principales para una comunicación efectiva se basan en dos pilares. Por un lado, la honestidad. Mentir suele traer consecuencias y hoy en día es difícil ocultar un hecho de tal envergadura. Siempre será mejor que un adulto sensibilizado comunique la muerte del familiar, que la información llegue por otro medios (otros niños, medios de comunicación, redes sociales…). Por otro lado, a la hora de informar hay que personalizar el mensaje teniendo en cuenta la edad de la persona superviviente y su nivel madurativo. Adaptar el lenguaje a sus necesidades es vital para ser entendidos.
Otro aspecto importante son los tiempos. La precipitación o los miedos y los retrasos pueden hacer de la comunicación un proceso complicado que nos aleje del objetivo que no es otro que ayudar al menor a adaptarse a la falta del ser querido y a los cambios que ello conlleva.
Por último es necesario destacar que muchas de nuestras experiencias traumáticas están más ligadas al silencio alrededor de éstas que al hecho que las motivó. Esto está causado porque hablar y comunicar sana y el dolor compartido se atenúa. En cosnecuencia debe favorecerse la expresión emocional. El duelo no es patológico y sólo necesita de apoyo profesional cuando se patologiza.
¿Qué significa elaborar el duelo?, ¿existe una manera adecuada de procesar esta experiencia? A pesar de que el dolor no restaura el vinculo perdido, existe evidencia de que tal experiencia estimula un complejo neurológico responsable del procesamiento de la información que incluye un establecimiento de nuevos significados o la reorganización de nuevos esquemas mentales. En definitiva, una reestructuración de nuestro mundo interior y nuestra propia identidad.
Pero detrás de estos procesos hay una base biológica, así las acciones arriba indicadas y que señalaban autores como Robert Neymeyer y Ronnie Janoff-Bulman en lo referido al propio sistema de creencias y valores del doliente tras el proceso traumático, o Richard Tedeschi y Lawrence Calhoun en lo que se refiere al crecimiento postraumático que experimentan algunas personas en la etapa final del duelo y por último en cuanto a la creación de nuevos significados o esquemas mentales que citan Mardi Horowitz y Susan Folkman, todas ellas tienen un incuestionable correlato neurobiológico
Ello, tiene importantes implicaciones en cuanto al diseño de estrategias de intervención, así , estos cambios citados, en forma de nuevas creencias, o significados o conclusiones referidas a una misma persona, sobre la vida y las relaciones con las demás personasdeben emerger de forma natural como consecuencia del proceso de asignación de significación emocional-cognitiva, y no como un esfuerzo mental de distorsión para reducir la sintomatología. Es por ello que el trabajo desde lo puramente cognitivo e implicando auto instrucciones del tipo: Hay que resignarse, no debo pensar en ello, tienes que esforzarte, etc.., no sólo resultan poco útiles sino que pueden complicar el proceso de recuperación y elaboración del duelo
Pero ello no implica la eliminación o minimización de las conductas de afrontamiento del duelo por parte de la persona superviviente, lo que cabe es una exploración cuidadosa de la vivencia subjetiva de la persona con el objetivo de determinar si las conductas, sentimientos o pensamientos que experimenta la persona doliente son realmente estrategias que contribuyen a un adecuado procesamiento del duelo o por el contrario se constituyen como respuestas inadaptativas
En este contexto, por extraño que parezca, la estrategia de afrontamiento más efectiva no es siempre la que modera el efecto del estrés sobre la persona, sino la que promueve un procesamiento emocional-cognitivo de la experiencia de pérdida, por ello, la efectividad del afrontamiento puede ser independiente de la sintomatología, pudiéndonos encontrar con situaciones donde un afrontamiento correcto es aquel que incrementa la sintomatología y en otras ocasiones la reduce, así por ejemplo en una primera etapa, una persona puede intentar evitar conectar con la pérdida y su significado y ello le ayuda a permanecer estable de tal manera que se protege de un exceso de sufrimiento que es difícil de asimilar en principio.
En definitiva, el quid de la cuestión reside en si el afrontamiento que emplea la persona en ese momento le ayuda o no, a asimilar la situación traumática.
Payás Puigarnau, Alba (2010). Las tareas del duelo. Editorial Paidós
La Asociación de Familiares y Amigos Supervivientes por Suicidio de las Islas Baleares (AFASIB, Familiars i Amics Supervivents per suïcidi de les Illes Balears) se ha adherido a la iniciativa PAPAGENO.ES
AFASIB es una entidad privada de carácter no lucrativo de reciente creación, creada por y para supervivientes por suicidio de las Islas Baleares. Unen a la ilusión de trabajar frente al suicidio, el espíritu de servicio para acompañar a afrontar el duelo a personas dispuestas a recibir ayuda y a ayudar con su experiencia a otros que han transitado por el mismo camino.
Su logotipo, una estrella de mar a la que le falta un brazo, es un fuerte símbolo que resume las emociones que acompañan al duelo, pero que a su vez abre una puerta a la esperanza de la recuperación. Porque quien lo sufre debe aprender que no está sólo y que pedir ayuda no es mostrar debilidad sino la fortaleza de quien se reconoce como humano y necesita de los demás.
Importancia y funciones de los grupos de supervivientes
La OMS ha señalado la importancia de la existencia de este tipo de grupos. Los supervivientes por suicidio son afectados por las emociones de una forma más intensa a otras formas de duelo (culpa, rechazo, abandono, vergüenza y estigmatización). Frecuentemente afrontan una menor probabilidad de conocer a otras personas con los mismos problemas, dado el estigma asociado y la incomodidad para hablar del tema. En consecuencia, un grupo de apoyo puede ayudar muchísimo, ya que la falta de apoyo social y de comunicación puede alargar el proceso de recuperación.
Las reuniones de personas con el mismo problema aumenta la capacidad de comprensión entre sus miembros, proporcionando una sensación de comunidad, apoyo, empatía, pertenencia y esperanza de recobrar la «normalidad», experiencias para afrontar los momentos más difíciles del duelo y los problemas derivados. En suma un lugar para expresar el miedo, las preocupaciones y el dolor de forma confidencial.
Trabajo en red
La labor de las asociaciones de supervivientes pues nos parece incomensurable. Por ello AFASIB y PAPAGENO.ES unen sus esfuerzos para seguir luchando contra el estigma y para evitar la segunda victimización que en muchos casos sufren aquellas personas que viven de cerca el suicidio de un ser querido.
Cuando pienso en el día en el que falleció mi hermano por suicidio, todo lo que recuerdo son imágenes. Imágenes de quienes estuvieron a mi lado, no recuerdo sus palabras. En los momentos en que vivimos experiencias traumáticas, todo parece ir a otro ritmo, la cabeza no acaba de entender lo que está pasando, pasas de la incredulidad a la rabia, de la rabia al llanto, del llanto a la confusión y de la confusión a la incredulidad. Seguro que más de una persona me habló en ese momento, ese día, pero yo solo podía ver pasar imágenes. Y las imágenes se quedan grabadas. De ahí la importancia de la presencia y el silencio en los momentos difíciles.
Las convenciones sociales han hecho que veamos el silencio como una circunstancia asociada a la idea de soledad y aislamiento. Cuando estamos con más gente, el silencio se convierte en algo incómodo, porque parece vacío de contenido. Siempre tenemos que tener algo que decir cuando estamos con los demás.
Sin embargo, cuando una familia pierde a alguien por suicidio, el silencio del entorno más cercano es, después de la pérdida, una de las experiencias más dolorosas. Estos silencios vienen de la mano de la ausencia, y parecen intentar borrar el recuerdo de la persona que hemos perdido. Estos silencios dolorosos vienen, en la mayoría de los casos, del miedo a herir y de la incomodidad de no saber qué decir.
Como profesional de la psicología y como superviviente en un grupo de ayuda mutua, he aprendido que el silencio, desde la presencia, por sí mismo, ya tiene contenido. El silencio en este contexto significa mucho: “Estoy aquí por ti”, “si me necesitas, aquí me tienes”, “sé que estás sufriendo, y quiero estar contigo”, “no estás sola”, “me importas”, “quiero ayudarte”, “si quieres decir algo, te escucho”. El silencio atento y presente invita a hablar, porque alguien te escucha.
En los grupos de ayuda de familiares supervivientes se puede ver esa incomodidad silenciosa en ocasiones, pero en otras, basta con conectar la mirada para que invada la sensación de empatía, comprensión y confianza. Curiosamente, ese silencio presente es el que hace que algunas veces broten las palabras de las personas que más lo necesitan.
Gracias a los que estuvisteis y seguís estando a mi lado, en silencio. Y, por supuesto, gracias a todos los profesionales de la psicología que me acompañaron en el proceso de recuperación (ellos sí que saben manejar bien los silencios!).
Xisca Morell García
Psicóloga, superviviente por suicidio y presidenta de AFASIB
Aun si nuestra vida parece estar bien desde fuera, la procesión puede ir por dentro y hacer que alguien tome la decisión de poner fin a su vida. En TEDYou, JD Schramm nos pide romper el silencio que rodea al suicidio y a los intentos de suicidio, y crear más recursos necesarios para ayudar a las personas a recuperar su vida después de escapar de la muerte.
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