08/10/21 Lugar: Auditorio San Juan Pablo II y Virtual
La Facultad de Psicología y Cáritas Diocesana de Salamanca celebran la II Jornada de Actualización en Salud Mental. La jornada se realiza con motivo del cuarto aniversario del Centro de Día de Salud Mental ‘Proyecto Ranquines’ y del Día Mundial de la Salud Mental.
Las jornadas abordarán dos temáticas: el suicidio como trágica alternativa y la violencia hacia la mujer como causa de una enfermedad mental.
El encuentro servirá para sensibilizar a los futuros profesionales sobre la realidad actual de las personas con trastorno mental grave y reflexionar sobre cómo abordan esta realidad los profesionales actuales.
Las personas interesadas, deben rellenar previamente un formulario en el enlace directo.
El AFORO PRESENCIAL ESTÁ CUBIERTO, por lo que se podrán seguir de forma virtual a través de un enlace que se enviará una vez inscrito.
16:15 – 16:45 h. Inauguración
16:45 – 18:00 h. Conferencia y testimonio: ‘Salud mental y suicidio’
Modera: Mª José Fernández Guerrero
Ponente: Daniel J. López Vega. Responsable del Grupo de Conducta Suicida del Colegio de Psicología de Andalucía Occidental. Coordinador de Papageno, Asociación de Profesionales en Prevención y Postvención del Suicidio.
Testimonio: María de Quesada. Periodista, superviviente de suicidio y autora de La niña amarilla: relatos suicidas desde el amor.
18:30 – 19:45 h. Mesa redonda: ‘Salud mental y violencia en la mujer’
Modera: Laura Ciudad Aguadero
Ponente: Ana V. Torres García. Psicóloga. Profesora e investigadora del Departamento de Personalidad de Evaluación y Tratamiento Psicológicos de la Universidad de Salamanca; y profesora del Máster ‘Prevención en violencia de género’.
Ponente: Margarita Sáenz Herrero. Psiquiatra del Hospital de Cruces, del Servicio Vasco de Salud. Profesora asociada de Universidad del País Vasco.
Ponente: Eva M. Picado Valverde. Diputada delegada del Área de Bienestar Social, Familia y Juventud de Salamanca. 19:45 – 20:00 h. Clausura
Belén Casas Campos, es experta en Criminología y Seguridad y Máster en Sistema Penal y Criminalidad.
En los últimos años, el término anglosajón Sexting ha ido adquiriendo relevancia y abriéndose paso en la actualidad social española hasta el punto de convertirse en un vocablo conocido por gran parte de la población, pero, ¿sabemos realmente en qué consiste este fenómeno?
¿Qué es el sexting?
El sexting consiste en la producción, envío y recepción de material digital (mensajes de texto a través de plataformas de mensajería instantánea, fotos, vídeos…) de contenido erótico y/o sexual de forma consentida y voluntaria entre dos personas mediante dispositivos tecnológicos. Dentro de esta definición, encontramos el sexting activo, que responde a la persona que produce y envía material digital erótico/sexual, y por otro lado, el sexting pasivo, que hace referencia a la persona receptora de dicho material.
Esta práctica sexual surge como consecuencia de la dinámica social en que nos vemos envueltos. Las TICS, los dispositivos tecnológicos, la mensajería instantánea junto a las redes sociales y la era del tiempo acelerado en que vivimos han promovido cambios en la manera de relacionarse, expresarse y comunicarse. Es así como la sexualidad se ha ido adaptando a este nuevo escenario digital para reinventarse y crear nuevas formas, ya habituales y normalizadas, de desarrollo sexual para todo tipo de públicos.
Es muy importante no confundir este fenómeno, primero con la pornografía (en el caso de adultos), ya que no tiene un carácter profesional ni lucrativo, y en segundo lugar, con la conducta delictiva también llamada sexting recogida en el artículo 197.7 del Código Penal que hace referencia a los actos de difundir, revelar o ceder a terceros imágenes o grabaciones audiovisuales erótico/sexuales de una persona sin su autorización, aun habiéndolas obtenido con el consentimiento de la misma en un domicilio o lugar fuera del alcance de la vista de terceros provocando un daño grave en su intimidad personal.
Los medios de comunicación y la distorsión del sexting
Los medios de comunicación han tenido un papel protagonista a la hora de arrojar luz sobre este fenómeno, pero su función, lejos de ser informativa, ha distorsionado la imagen y concepto de esta habitual práctica sexual, que no solo es cosa de jóvenes, hasta el punto de confundir términos (sexting como fenómeno/ sexting pornografía/ sexting como conducta delictiva) e introducir elementos de carácter moral que son totalmente innecesarios.
El sexting como fenómeno social per se, no es una práctica delictiva, por lo que no existe fundamento jurídico que justifique su criminalización. Tampoco debe ser juzgado bajo sentencia condenatoria moralista ya que la sexualidad cuenta con un amplio abanico de instrumentos y mecanismos que favorecen su desarrollo y expresión para que cada sujeto, de forma individual, voluntaria y sin perjuicio al colectivo social, escoja la que más se adapte a su persona y gustos.
Se trata de un juego erótico/sexual que con el tratamiento mediático se ha ido demonizando. Su práctica, desde el punto de vista social y sexual, no es algo negativo; lo que sí genera daño es el mal uso que muchos y muchas hacen de esta práctica al no respetar y vulnerar la intimidad de la otra persona, derivado de una alarmante escasez en educación afectivo/sexual y emocional.
La doble moral de la sexualidad femenina
El sexting como conducta delictiva reproduce y ejemplifica la cultura y violencia machista de nuestra sociedad. Ya son varios los casos de sexting que se han hecho mediáticos donde sus víctimas han sido mujeres (a excepción del caso de Víctor Sánchez del Amo, ex entrenador del Málaga Club de Fútbol, cuya dinámica y reacción social es notablemente diferente) empezando por Olvido Hormigos y pasando por Verónica, Tiziana y Alyssa, naturales de España, Italia y Estados Unidos, estos tres últimos, ejemplos de mujeres que decidieron suicidarse como consecuencia del daño que les fue causado.
La sexualidad femenina se concibe, social y mediáticamente, como algo censurable, dañino y vergonzoso, encubierta por una doble moral donde la mujer, en primer lugar, debe tener relaciones sexuales, y acto seguido, es cuestionada moralmente por ello.
De la combinación de una sociedad machista y la falta de educación sexual obtenemos una doble victimización hacia la mujer, lo cual la convierte en un sujeto muy vulnerable ante los factores de riesgo que la rodean. Esta vulnerabilidad se acentúa al banalizar y quebrantar de forma normalizada el derecho a la intimidad de la víctima.
Un ejemplo de ello son las declaraciones que un conocido torero español realiza en televisión aludiendo a la dificultad que tienen los hombres para no difundir un material erótico/sexual femenino, pidiendo, de tal forma a las mujeres, que no realicen Sexting para prevenir la victimización.
La dinámica social del sexting como delito
Una de las características del sexting como conducta delictiva es la finalidad de humillar y desprestigiar a la víctima por la comisión de un acto transgresor de las normas sociales impuestas. Pero antes de que la conducta típica sea consumada por la persona que difunde el material erótico/sexual en primera instancia, en ocasiones se añade a este contexto la “sextorsión” donde el sexting como fenómeno se convierte en un elemento clave para materializar una extorsión de carácter sexual.
Ya efectuado el envío del material erótico/sexual fuera del núcleo bilateral consensuado, comienza una difusión en cadena responsable de la viralización de dicho material cuyos límites son inescrutables como consecuencia del alcance de la mensajería instantánea, el poder de las redes sociales, la falta de empatía con la víctima y la alianza moral con el victimario. El primer eslabón inicia esta conducta gracias a la seguridad que le proporciona saber, si bien de forma previa, que su acción va a ser reforzada positivamente en grupos de Whatsapp y redes sociales. El reproche social no se concibe como primera reacción ante tal supuesto.
Es entonces cuando comienzan las conductas de acoso y vejaciones hacia la víctima entre su círculo más cercano, incluyendo familia, amigos, trabajo/escuela, lugar de residencia… hasta alcanzar población desconocida; aquélla, termina asumiendo la culpa y la vergüenza social que debería trasladarse al victimario. Se trata de una inversión de roles donde la sociedad muestra apoyo al victimario(s) en forma de “reenviar” y sentencia a la víctima por haber cometido una conducta sexual individual.
Como consecuencia de ello, la atención, curiosamente se vuelca en la víctima recibiendo una mayor presión social, traducida en un intento de aleccionamiento, reprimenda y reeducación bajo la premisa de que el sexting es una conducta dañina que no debe hacerse, más aún si eres mujer.
Lejos de criticar la postura de quien realiza sexting como conducta sexual, es necesario trasladar los esfuerzos para invertir la reacción social y desprenderse de las lecciones morales, porque, como se ha expuesto anteriormente, sextear no es un delito, sino una práctica sexual con determinados riesgos en forma de juego erótico, por lo que es importante evitar introducir la moral en intentos de educación hacia las víctimas, y trasladar el foco hacia la figura del victimario(s), quien/es debería/n protagonizar los debates sociales y mediáticos por la comisión de una figura delictiva dentro de un espacio tan reservado e íntimo como es la sexualidad.
Consecuencias psico-sociales y emocionales del sexting para la víctima dentro del encuadre de las ciberviolencias de género
Además, el informe de Amnistía Internacional publicado en 2018 bajo el nombre “La situación de los derechos humanos en el mundo” estima los siguientes efectos adversos centrados principalmente en la salud mental (Amnistía Internacional, 2018):
Estrés
Ansiedad
Ataques de pánico
Impotencia
Pérdida de confianza en sí mismas
Problemas para conciliar el sueño
Sensación de pérdida de poder
Miedo respecto a su integridad física
Disminución de la capacidad de concentración
Dificultad para tomar decisiones cotidianas
Estado de alarma
Angustia
¿El sexting es motivo de suicidio?
El suicidio responde a la conjunción de una pluralidad de factores, por lo que una única explicación no será suficiente para tratar de comprender una realidad tan compleja dentro de la esfera online.
Si bien es cierto que, dentro de la cadena de difusión del material erótico/sexual existe una responsabilidad jurídico-penal, es importante conferir la misma entidad a la responsabilidad social en estos casos.
Dentro de los factores que rodean a la víctima en cuanto al suicidio (características psicológicas y emocionales personales de la víctima y rasgos de personalidad, infravaloración los riesgos del sexting como conducta sexual, falsa protección derivada del sentimiento de seguridad que confieren las redes sociales y la mensajería instantánea, confianza puesta en una persona ligada a una relación afectivo/sexual…) existe uno que ostenta el máximo protagonismo: la difusión del material entre terceros como responsable del tratamiento social del mismo como factor de estrés vital.
En este caso, es la repercusión social que sufre la víctima derivada del tratamiento que la sociedad efectúa sobre su sexualidad y no el singular acto de difusión lo que favorece positivamente la ideación/conducta suicida.
Según la teoría criminológica de los vínculos sociales de Hirshi, son cuatro los factores responsables de mantener dentro de la sociedad a una persona.
El apego, traducido en la importancia que se confiere a la opinión que los miembros del círculo más cercano tienen sobre su comportamiento
El compromiso, como el esfuerzo invertido en actividades particulares que muestra sentimiento de unión a la sociedad.
La implicación, en forma de estar involucrado en actividades convencionales.
Las creencias, como la fortaleza de los valores sociales convencionales.
Por el contrario, la debilidad de estos vínculos aumenta la disposición a infringir las normas sociales y desprenderse de la sociedad.
Con la presión y condena social hacia la víctima, su apego se ve afectado como consecuencia de la opinión negativa que, desde su circulo más cercano hasta una pluralidad de desconocidos, se tiene de ella. Así, la importancia que se confiere a esas opiniones, juega como un arma de doble filo.
El compromiso y la implicación social de la víctima se ponen en riesgo. La propia sociedad la va rechazando y cerrando el círculo de actuación por lo que, a partir de ahora, le será más difícil desempeñar esas actividades (trabajo, escuela, gimnasio, asociaciones, grupos de encuentro, encuentros con amigos, cumpleaños, reuniones formales/informales…).
La creencia se va debilitando como consecuencia de haber roto y desobedecido los valores sociales convencionales, en este caso, disfrutar de una sexualidad libre para una mujer.
Aquella persona que posea estos vínculos, tendrá mucho que perder si se aleja de la sociedad, por tanto, le supone una obligación a la vez que un beneficio seguir mantenido a ella. En el caso de las víctimas de sexting, estos vínculos se han ido desgastando dentro de un corto periodo de tiempo, por lo que desde su percepción, no se sienten unidas a la sociedad, y por consiguiente, no tienen mucho o nada que perder si se desvinculan de ella.
Sexting y responsabilidad social
Tras el suicidio de Verónica el pasado año, la sociedad se echaba las manos a la cabeza por lo ocurrido. Era incomprensible cómo una mujer joven, madre de dos niños pequeños, con trabajo estable y con toda una vida por delante había tomado la decisión de quitarse la vida. Resulta incoherente esta alarma social si, mediante la retrospectiva, analizamos cómo esa misma sociedad fue la encargada de viralizar su sexualidad.
La comunidad social actual necesita a gritos educación afectivo/sexual y concienciación sobre este asunto. Se requiere de una prevención primaria, secundaria y terciaria, encargada de crear conciencia en la sociedad, potenciales víctimas y víctimas para que:
Se refuerce el reproche social hacia el victimario(s) en casos de sexting como conducta delictiva
Se evite el acoso social hacia la víctima
Se disminuyan las conductas de redifusión entre terceros
Se motive a denunciar en contra de la vergüenza social sufrida por parte de las víctimas
Las conductas de sexting como juego erótico aumentan conforme avanza la edad, por lo que, a pesar de los riesgos con conlleva este fenómeno, estos son asumidos (de manera más o menos madura) por una proporción considerable de jóvenes y adultos. Otra característica es un mayor predominio de la mujer adolescente y adulta responsable de producir y enviar sexts donde las razones que lo justifican son diversas, respondiendo algunas a la cosificación sexual femenina y reproduciendo la jerarquía de roles en base al género:
Presión por su pareja afectivo/sexual
Manipulación por su pareja afectivo/sexual
Baja autoestima y necesidad de reforzar el amor propio y el ego
Conseguir y/o mantener una relación afectivo/sexual
Dependencia afectivo/sexual
Sentimiento del deber de complacer sexualmente a la pareja afectivo/sexual
Moda social
Diversión
Aburrimiento
Por otro lado, dentro del sexting como juego erótico, hay una más sexting pasivo que activo. Ello responde a la cantidad de mensajes en forma de reenviar, fruto de la banalización de la intimidad de la víctima y a la falsa y justificada creencia de que si ese material erótico/sexual ha salido del círculo íntimo, ya pertenece al dominio público.
Por ello, una cuestión relevante en este sentido se relaciona con los riesgos y consecuencias que deben asumir las víctimas de edad adolescente, en especial las de género femenino, cuando la propia sociedad, en este caso adulta, ha desempeñado un papel esencial en el suicidio de Verónica.
Belén Casas Campos
Grado en Criminología y Seguridad y Máster en Sistema Penal y Criminalidad. Formación en violencia de género. Técnica en Laboratorio Criminalístico. Experiencia en centros de internamiento de menores infractores. Alumna Becaria en el Máster en Sistema Penal y Criminalidad y prácticas en un servicio de gestión de penas.
La violencia machista se caracteriza por su continuidad en el tiempo y por la intención de sometimiento. Esto puede llevar a aumentar la probabilidad de aparición de conductas suicidas. La violencia machista y el suicidio están profundamente relacionados. El maltratador no busca provocar unas lesiones determinadas, sino someter a la víctima a su voluntad. El objetivo es lograr la sumisión de la misma.
Paradójicamente se da la circunstancia de que en la mayoría de los casos la primera asistencia ante un intento de suicidio se da por parte del agresor. Tiene el objetivo continuar la relación bajo un patrón de dominio-sumisión, no acabar con ella.
En el 88% de los casos la relación no mejoró tras la tentativa de suicidio. Así mismo el 54% de los agresores culpabilizaron a las víctimas de dicho intento.
La violencia contra la mujer, especialmente la ejercida por su pareja y la violencia sexual constituyen un grave problema de salud pública. Es además una violación de los derechos humanos de las mujeres (Conferencia internacional de Viena 1993).
Las mujeres que sufren violencia constante tienen 12 veces más probabilidades de suicidio que el resto de mujeres. También tiene el doble de probabilidades de sufrir problemas físicos o mentales.
Discordancia entre los datos de las asociaciones y las cifras oficiales respecto de las víctimas
Miguel Lorente, Cruz Sánchez de Lara y Covadonga Naredo, trabajaron sobre una idea de Enriqueta Chicano y desarrollaron un completo informe sobre la relación suicidio-violencia de género. De él se desprenden importantes datos como la discordancia entre los datos de las asociaciones y las cifras oficiales respecto de las víctimas. Este hecho podría estar motivado por diferentes aspectos como:
Una inadecuada recogida de datos, que hace que muchos homicidios no sean relacionados con sus circunstancias. Algunos no entran dentro de la categoría estricta de violencia de género recogida en la LIVG (Ley Intregral de Violencia de Género). Como ejemplo podemos citar el caso del crímen de Cuenca perpetrado por Sergio Morate. Asesinó a su expareja y a una amiga que no se contabilizaría como crímen machista.
También quedan fuera de los recuentos oficiales las prostitutas, aunque el móvil del asesinato fuesen los celos.
En otras ocasiones no se conoce al autor, no existe confesión de autoinculpación ni testigos. Se espera que la sentencia judicial sea la que determine la autoría. Esto hace que hasta que se celebre el juicio, dado que habitualmente transcurre más de un año, no se incluyan en las estadísticas oficiales.
Concurrencia de más de un delito, pero en las estadísticas solo se computa uno de ellos.
La muerte diferida en el tiempo es otro criterio que hace variar las cifras del ministerio de los recuentos por parte de asociaciones especializadas. En muchas ocasiones la víctima es trasladada al hospital con vida, falleciendo días después y no se establece una relación directa con las circunstancias de la agresión.
En Estados Unidos, existe un servicio de prevención del suicidio: la U.S.Substance Abuse and Mental Health Services Administration, (SAMHSA) que lleva varios años sensibilizando en relación al vínculo entre el suicidio y la violencia machista.
Por otra parte en algunos países se ha legislado sobre suicidio femicida. En El Salvador, por ejemplo, se ha incorporado por ley la figura de suicidio femicida por inducción o ayuda.
Conclusiones
Ante este panorama algunas conclusiones importantes son:
Que no es tanto la violencia física extrema la que conduce a la muerte, sino que en la gran mayoría de los casos es el clima de dominio el mayor indicador del desenlace. Puede ser el desencadenante del inminente asesinato machista o de un intento de suicidio.
Necesidad de trabajar para que el sistema contemple el suicidio en mujeres víctimas del maltrato como un factor y una evidencia de la comisión del delito. Puede incluirse en concurso con el delito de inducción al suicidio a los maltratadores.
Inclusión de la perspectiva de género en los planes nacionales de prevención del suicidio.
Trabajar en el diseño de recursos educacionales y en explorar formas de asegurar que, cuando se trabaja en prevención de suicidio, no se pasen por alto los signos de este tipo de violencia, en relación también a la detección de señales de riesgo suicida.
Una recomendación básica es atreverse a hablar, difundiendo especialmente el término suicidio femicida. La sociedad en general tiene escasa conciencia de que se puede conducir a una víctima al suicidio como consecuencia del abuso sistemático.
Capacitar a los/las profesionales que trabajan con las víctimas en la detección de señales de riesgo suicida; el desarrollo de factores protectores, como por ejemplo redes de apoyo comunitarias; y la derivación al sistema de atención en salud mental.
Emplear las nuevas tecnologías y la publicidad como herramienta didáctica y preventiva frente al suicidio femicida, mediante la creación de aplicaciones para la detección y prevención del riesgo suicida y por otra parte mediante la generación de redes de apoyo necesarias para prevenirlo.
Es importante ayudar a las mujeres a eliminar la variable de la dependencia económica al agresor.
Fuentes:
Francisco Rodríguez Laguna
Psicólogo con formación avanzada en duelo (Modelo Integrativo-Relacional). Máster en Psicopatología y Salud. Experto en trastornos Infanto-Juveniles y en Intervención profesional desde la Perspectiva de Género. Es socio fundador de la Sociedad española de Suicidiología.
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