Adiós navidad, adiós: la felicidad en las pequeñas cosas

Adiós navidad, adiós: la felicidad en las pequeñas cosas

Tiempo de lectura: 10 minutos

Autor: Daniel Jesús López Vega, psicólogo y coordinador de papageno.es

Una reflexión muy personal sobre la navidad, el error de buscar el éxito a cualquier precio, el amor a las pequeñas cosas y el miedo a perder lo que se ama.

Dedicada a las personas con las que comparto el proyecto de prevención del suicidio papageno.es y a las personas de los grupos de ayuda mutua de Ubuntu y a sus familiares.

A los que están y a los que no están, que dan sentido a nuestro trabajo, y a todas las personas que a pesar de haber sufrido alguna pérdida aún son capaces de luchar porque la navidad siga siendo una fecha especial en el calendario.

A todos los que entienden lo que hacemos y a todos los que les cuesta entenderlo. Justamente es por vosotros por los que existimos.

Este también es mi regalo de Reyes para todas las personas que la leáis. A muchas probablemente les parecerá poco, pero tampoco os habéis portado tan bien para que os regale un iPhone.

Tampoco os sintáis en la obligación de devolverme el regalo. Mi regalo es seguir contado con vosotros al otro lado.

Foto de Jonathan Borba en Pexels
Foto de Jonathan Borba en Pexels

La navidad me molesta

Durante muchos años, las fiestas navideñas han sido para mi un puro trámite social que espero que pase para poder volver a la vida normal. No en vano, en estas fechas es más fácil recordar las pérdidas de personas queridas, abriendo los procesos de duelo de forma condicionada (os echo de menos papá y mamá).

Además, debemos afrontar otras muchas situaciones más banales que a mí siempre me han resultado molestas. Aquí se incluyen las compras navideñas, los anuncios de perfume, la imagen de los premiados en las loterías en los informativos (sí, llámame envidioso), los tumultos, la sobrealimentación, las películas de cine americano (que siempre acaban bien en navidad) y las situaciones sociales a las que nos fuerza nuestra acelerada forma de vivir.

En navidad hasta la felicidad tiene un precio y un momento indicado. Si no consigues ser feliz en navidad, sin duda serás un friki.

En esta ocasión, por si aún fuera poco, el COVID-19 venía aún más a complicar las cosas, con nuevas limitaciones y nuevos miedos fundados y otros muchos infundados de aquellos que saben que el miedo no supone sino otra forma de aumentar su control sobre nosotros y de someternos.

Ah, se me olvidaba. Otra molestia más es la reposición de múltiples versiones de «Cuento de Navidad» de Charles Dickens. Esto debería ser declarado como una forma de tortura encubierta. No tanto por su «moraleja», que yo plagiaré en mi reflexión, sino por ser una cita obligada de nuestras navidades desde que tengo uso de conciencia. Hasta yo he temido encontrarme de madrugada al fantasma de las navidades pasadas. Esto da casi tanto miedo como la cena familiar con los «cuñados».

Sí, he de reconocerlo. Yo soy el cuñado mítico que entiende de todo y que aprovecha las cenas de navidad para darlo a conocer a la concurrencia y que hacen de las cenas familiares un lugar peligroso y hostil.

Navidad como símbolo del triunfo de la luz frente a la oscuridad

Sin embargo, el pasado diciembre, AFASIB, una de nuestras asociaciones hermanas, organizó una actividad sobre duelo por suicidio en fechas especiales. Tuve la oportunidad de participar como ponente (gracias Xisca, por estar ahí siempre incondicionalmente) y eso me permitió reflexionar también sobre qué significa este período que llaman navidad, con tanto significado simbólico en los países de cultura cristiana.

Esta fiesta religiosa tiene su origen en la celebración de unas fiestas de tradición romana dedicadas al dios Saturno, a la agricultura y a la ganadería que tenían mucho de transgresión. Coincidían con la época del año donde los días empiezan a aumentar en contraposición a las noches. A mí me parece esta coincidencia interesante por lo que supone el triunfo de la luz sobre la oscuridad como hecho simbólico. Seguro que te inspira mil interpretaciones.

Para mí, la luz tiene que ver con ese concepto esquivo que llamamos FELICIDAD y también, rememorando a las saturnales, con la LIBERTAD, un bien cada vez más amenazado.

El éxito y el fracaso como determinantes de la felicidad. El suicidio como hecho natural

Permíteme que haga un pequeño receso en mi reflexión personal sobre la navidad y hable del suicidio. No en vano este blog se dedica a su prevención y últimamente el suicidio se ha convertido en un tema esencial de mi etapa profesional y humana.

Existe un mito sobre las personas que mueren por suicidio que los define como «cobardes» o «valientes». Sin duda esta afirmación tiene un alto contenido de perjuicio moral, señalando el suicidio como una deficiencia de un perfil concreto o, por el contrario y aún más dañino, como una capacidad que lo convierte en personas especiales.

Aunque parece claro que existen personas o colectivos con una mayor vulnerabilidad hacia esta causa de muerte, pensar que la conducta suicida es solo propia de un tipo de persona concretas forma parte del estigma y el autoengaño. A esto contribuye también considerarla una enfermedad mental o una causa de muerte «no natural». Si bien puede ser útil como categoría nosológica, a mi siempre me ha dado algo de grima porque en cierta forma fomenta la discriminación hacia las personas que emiten esta conducta. Ninguna causa de muerte, fuera de condicionamientos morales, debería ser considerada como «diferente», al margen del sufrimiento diferencial que pueden producir por sus circunstancias y consecuencias.

Frecuentemente recuerdo este mito cuando alguna persona con conducta suicida o un familiar que perdió a un ser querido por esta causa me narra su historia. ¿Qué determina la felicidad de una persona? ¿Cómo definimos el éxito o el fracaso en la vida?

Foto de Maria Orlova en Pexels

Muchas muertes por suicidio no son necesariamente de personas que habían fracasado en sus objetivos personales y profesionales. Por el contrario, muchos eran personas muy reconocidas en su entorno, con habilidades que yo he aprendido a admirar y envidiar a partes iguales. Sin embargo, ellos no supieron encontrar en este supuesto éxito una razón para seguir viviendo.

Al éxito y al fracasoesos dos impostorestrátalos siempre con la misma indiferencia.

Rudyard Kipling

El suicidio no es una cuestión de éxito o fracaso personal, sino una manifestación del fracaso social que supone no ser capaces de crear una sociedad donde todas las personas tengamos cabida. Y en casos extremos (los menos) es la manifestación libre de una persona que tiene razones objetivas para no desear seguir sufriendo unas circunstancias de vida por las que ninguna persona desearía pasar y que no tienen ningún tipo de solución (esta postura última no desea representar en ningún modo la postura oficial de papageno.es, sino que muestra mi opinión personal).

Por eso siempre defiendo que el papel de los que hemos decidido aportar un grano de arena a la prevención de este grave problema, debemos tener claro nuestro papel y nuestro rol frente a las personas que sufren. Jamás defenderé el suicidio, pero tampoco me parece ético el paternalismo sobreprotector que indirectamente contribuye a pensar en la persona con conducta suicida en alguien inútil para activar sus propios recursos para enfrentarse a su sufrimiento.

Ayudar nunca debe suponer apropiarse de la responsabilidad de otras personas sobre sus propias vidas. Ayudar es acompañar, comprender, escuchar, tender una mano… No «salvar» a una persona ni mucho menos contribuir a mitificarla como un ejemplo a seguir o que justifique esta conducta bajo el simplismo de que el suicidio es una decisión libre. En la inmensa mayoría de los casos no lo es.

La felicidad no solo es aprender, sino también desaprender

Pero volvamos a la navidad y a sus peculiaridades como fechas especiales por su peso en la tradición. En este sentido, este año me propuse intentar hacer durante estas fechas un proceso de desaprendizaje personal, con la finalidad de convertirlas en momentos especiales volviendo a recuperar parte de la inocencia que hace posible ser feliz amando las pequeñas cosas.

Esta capacidad es una actitud natural que veo en mis hijas pequeñas, Ainhoa y  Marta (ya no lo son tanto, pero me resisto a dejarlas ir) y en los niños en general.

Hoy le tocó a Myriam. No es una de mis hijas, pero aunque nunca la he llegado a ver en persona he aprendido a quererla a través de la dulce mirada de su madre a quién conocí desgraciadamente porque perdió a su pareja por suicidio. Ella fue quien puso su foto hoy en uno de los grupos de WhatsApp de UBUNTU y PAPAGENO. En la foto Myriam mira a su muñeca nueva (se la trajeron los Reyes) como si eso fuera lo único importante en la vida. Hoy yo quise ser Myriam. Tanto, que me hizo reflexionar sobre cuándo perdemos los adultos la capacidad de disfrutar de estas pequeñas cosas.

Ayer, casi cuando pensé que este año yo tampoco conseguiría dejar de pensar que la navidad apesta, la vida me regaló varios momentos únicos y simples que tardaré en olvidar.

Ayer volví a constatar el error que cometo cuando vinculo mi felicidad al éxito profesional y que hace de la navidad un período especialmente molesto porque supone un paréntesis en mi loca carrera por ser un profesional reconocido (para profundizar en esta reflexión te aconsejo ver la película «Ciudadano Kane»). 

En este sentido, a lo largo de mi vida profesional he subido y he bajado tantas veces como para no poder negar el hecho que mi felicidad no se relaciona tanto con «estar arriba», «ganar mucho», tener muchos me gusta en Facebook o corazoncitos en Twitter o tener un coche de mayor o menor tamaño. Pero sigo siendo fiel a mis errores, el único tipo de fidelidad que NUNCA debería ser premiada.

Espero que todo esto mañana no se me olvide, puesto que el mérito de esta reflexión no es mía, sino de mi hija más pequeña, Marta, que con 11 años ya es tan alta como su madre. Mientras cenábamos ayer en un restaurante, ajena a las consecuencias, lanzó una pregunta que dio origen a esta entrada del blog:

¿Papá si mañana tuvieras la oportunidad de ganar más dinero o de estar con nosotras en navidad, qué elegirías?

Mientras pensaba en la pregunta y en la respuesta absurda que le di para salir del paso y que ni yo mismo me creí, nos dimos los regalos (a nuestra casa, los Reyes vienen casi los primeros, el vivir en el sur tiene sus ventajas).

Los regalos y el proceso de regalar, me parecen un momento único para educar en familia. Además, se disfruta. Me encantan sus caras de sorpresa y la preocupación que han puesto por acertar lo que le gusta al otro. Me gusta mucho menos, la pasión por las las marcas y el valor monetario (lo siento, otro año más sin iPhone nuevo en casa). 

Foto de Jonathan Meyer en Pexels

Hoy me reservo el derecho de mejorar la respuesta que le di anoche a su trascendental pregunta: Sin duda las elijo a ellas.

Elijo la muñeca de Myriam

Elijo a Marta, elijo ver la cabalgata de Reyes con ella y recoger caramelos juntos. Marta y yo, fuimos durante una hora «The best friends«. Volví a ser un niño ¿A quién no le divierte eso? Resulta extraño ver como tus hijos crecen y adquieren su propia personalidad tan diferentes pero tan iguales a ti. Jamás podré agradecer tanto a la vida haberme permitido conocerla y poder disfrutar viéndola dormida a mi lado en el sofá cuando quedamos para ver una «peli», para luego dormirnos sin llegar nunca a ver el final. Marta, esa niña sensible, que combina la ingenuidad con un sexto sentido para leer las situaciones sociales y resolverlas a su favor.

Elijo a Ainhoa, mi hija mayor, que es casi tan alta como yo. Aún soy capaz de recordar su peso entre mis brazos. He aprendido tanto de ella durante todos estos años, que no sería el mismo sin su existencia. Me tocó de «amiga invisible». Su regalo lo reservo para el ámbito de lo privado. Sin embargo, os cuento que espero que durante todos estos años yo haya sido capaz de transmitirle el amor incondicional que siempre sentí hacia ella. Le toca cruzar los duros y maravillosos años de la adolescencia. Pronto (si no lo ha hecho ya) se dará cuenta que su padre solo es otra persona más y no el gigante de sus sueños. Ojalá ella sea capaz de amarse a sí misma tanto como yo la he amado desde que vino a este mundo.

Y también la elijo a ella. No hago este viaje solo. Nuria, mi compañera de las últimas décadas, aún sigue ahí. Y eso, pese a todo (os aseguro que no ha sido poco). Con ella tengo tantas deudas que ni en dos vidas tendría tiempo de devolverle todo lo que me dio todos estos años. Y aún tuvo tiempo de hacerme los dos mayores regalos de mi vida, ambos con nombre de mujer. Será fácil que los reconozcáis en este texto.

Al final, disfrutamos de momentos mágicos. No faltaron las fotos de los regalos y la cena al grupo de WhatsApp de la familia (todos tenemos un pequeño monstruo llamado EGO, pero no tanto como para publicarlo en las redes sociales).

Y luego incluso hubo tiempo para visionar la TV Local que ayer daba la reposición de la película «Descalzos por el Parque», que usaré para resumir la moraleja y concluir este texto (tengo vocación de escritor frustrado)

La felicidad está en pequeñas cosas: a propósito de «Descalzos por el parque»

Foto de Anna Guerrero en Pexels

Resumiendo mucho, esta película basa su argumento en la relación de una pareja donde el varón es un abogado serio y aburrido y su pareja una mujer alocada y amante de las emociones extravagantes. Un símbolo central de la trama, que da título a la cinta, es que a ella le encanta pasear por el parque descalza en invierno cosa a la que él se niega.

Pese a que no pasaría el filtro de «fomento de la igualdad entre géneros» ni el de «consumo responsable de alcohol» me divirtió y entretuvo. Me dio la clave para que ayer fuera, pese a todo, un día especial para mí.

Andar descalzos sobre el frío o la nieve representa en esta película dejarse llevar por los impulsos, un momento mágico compartiendo un pequeño y simple detalle de la vida cotidiana entre personas que se aman y transitan un período de la vida juntos.  

Así que hoy, o mañana (ya no será navidad y no tendremos la obligación de ser felices, ni de llevarnos bien), te invito a pasear por el parque descalzos. Cuando la vida nos obligue a llevar caminos diferentes o cuando nosotros mismos así lo decidamos, te prometo que conseguiré vencer el dolor que me producirá no tenerte y que siempre recordaré el tacto del césped o la nieve bajo nuestros pies de aquel día que paseamos juntos.

Mil disculpas

Empecé quejándome de las películas americanas sobre la navidad que siempre acaban bien, y releyendo el texto soy consciente de que he caído en todos los tópicos de sus guiones.

Mil disculpas: No me salió muy original.

Solo deseo que la lectura de esta pequeña reflexión te permita encontrar tu propio camino para recuperar aquellas pequeñas cosas que hicieron alguna navidad especial y que cada día de tu vida sea una nueva oportunidad para amar sin límites ni reservas.

Nunca sabremos si esta navidad será la última. No es adecuado esperar a la siguiente, sino a mañana o a esta misma tarde. Disfruta de cada minuto que te regale la vida y de los tuyos (no te pertenecen). Son un regalo, se te ofrecen solo en calidad de préstamo para una parte del camino. Porque como decía el popular músico:

«La vida es aquello que te pasa mientras estas ocupado haciendo otros planes«.

John Lennon

Hasta ahora, 1 comentario

valentin spindler (estud.suicidiología) Publicado el2:04 pm - enero 7, 2022

Hola, ESTIMADO DANIEL – GRACIAS por tu ‘regalo’ de tus buenas reflexiones.
Subrayo mucho, especialmente los argumentos ref. suicidio –y- ahí, a pesar de tu dedicación profesional en papageno.es – tu tolerancia a decisiones existenciales de otras personas.
En lo ‘privado’ subrayo tu reflexión que –de adulto- hemos perdido a capacidad de disfrutar de pequeñas cosas. Aquí solo puede tranquilizar: que en la vejez (lo mío) – vuelve esta capacidad. Será por acercarnos de nuevo a la debilidad de niño…
También quiero añadir a tus mencionadas ‘citas obligadas’ de navidad – una cita (mía desde 50 años) que ‘eleva’ los espíritus: el Concierto del Nuevo Año desde Viena. No lo digo para ser austríaco, sino para ser convencido que este evento da un buen principio (p.ej. del valor de perfección) al año 2022.
Un año 2022 con sus problemas añadidos – que aumenta tus preocupaciones y trabajos en el sentido tan positivo de papageno.es.
GRACIAS por tu /vuestro trabajo.
valentín – espero que te recuerdos nuestro primer encuentro ref. la presentación de tu libro ref. G.Civil…
Si tus caminos te lleven una vez a la sierra de Cádiz – visita mi ‘retiro’ en La Muela (de Algodonales).

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