María Francisca Morell García,
Los vínculos emocionales
Incluso en un momento en el que la sociedad tiende al excesivo individualismo, las personas seguimos creando y rompiendo vínculos de distinta naturaleza con todo aquello con lo que nos relacionamos. El hecho de vincularnos emocionalmente con algo o alguien hace que las pérdidas sean una realidad social muy común, y hace necesario que de alguna manera aprendamos a gestionar la pérdida de aquello que hemos disfrutado, y que ya no tenemos.
El proceso de aceptación de la pérdida
Este proceso de aceptación de la pérdida y de aprender a reconstruir nuestra vida es lo que se conoce como duelo. La creación y la ruptura de vínculos siempre han estado relacionadas con rituales sociales, especialmente en los casos en que los vínculos son con personas. Nacimientos, matrimonios o defunciones… todos estos acontecimientos implican distintas costumbres muy arraigadas culturalmente, que de alguna manera, dotan de significado social esa experiencia y la definen como “adecuada”.
Validación de las emociones en el ámbito familiar y social
En el caso de las pérdidas, las relaciones sociales y familiares son las que validan las emociones de tristeza, confusión, ira o culpa, para que los dolientes sientan que su padecimiento es reconocido.
Cuando perdemos a un ser querido por suicidio, este espacio social de sufrimiento compartido se reduce, a causa del estigma social, el tabú y la falta de conocimientos compartidos (de lo que no se habla, poco se puede conocer). No poder compartir el sufrimiento puede suponer que el proceso del duelo se ralentice o cronifique, que aumente la sensación de rechazo social, y hace que este acompañamiento social sea sustituido por la atención sanitaria.
Duelo por suicidio: de lo familiar y comunitario a lo sanitario
Es así como un proceso originalmente familiar y comunitario se convierte en un proceso sanitario, para una realidad que es reconocida como multifactorial y compleja: el suicidio. A pesar del esfuerzo del sector sanitario por crear equipos profesionales multidisciplinares, intentando que la atención siga un modelo biopsicosocial, suplir esta necesidad de apoyo social no puede restringirse a una visita en un centro de salud. Las personas supervivientes, a veces, lo único que necesitamos es un café o un paseo. Poder ir a comer con personas con las que poder hablar del suicidio, sentirnos escuchadas sin juicios, crear nuevos vínculos con personas, con recursos comunitarios, sentir que lo que nos ha ocurrido puede servir de ayuda a más personas, a dar a conocer la realidad del suicidio.
El duelo por suicidio es lo suficientemente complejo para justificar intervenciones desde distintos ámbitos.
María Francisca Morell García
Psicóloga en intervención social de Cruz Roja Islas Baleares. Cursando el máster en psicología general sanitaria. Miembro del Grupo de Trabajo de Investigación, Prevención y Actuación en la Conducta Suicida del Colegio Oficial de Psicología de las Islas Baleares. Presidenta de AFASIB, familiares y amigos supervivientes por suicidio de las Islas Baleares.