Cuando pienso en el día en el que falleció mi hermano por suicidio, todo lo que recuerdo son imágenes. Imágenes de quienes estuvieron a mi lado, no recuerdo sus palabras. En los momentos en que vivimos experiencias traumáticas, todo parece ir a otro ritmo, la cabeza no acaba de entender lo que está pasando, pasas de la incredulidad a la rabia, de la rabia al llanto, del llanto a la confusión y de la confusión a la incredulidad. Seguro que más de una persona me habló en ese momento, ese día, pero yo solo podía ver pasar imágenes. Y las imágenes se quedan grabadas. De ahí la importancia de la presencia y el silencio en los momentos difíciles.
Las convenciones sociales han hecho que veamos el silencio como una circunstancia asociada a la idea de soledad y aislamiento. Cuando estamos con más gente, el silencio se convierte en algo incómodo, porque parece vacío de contenido. Siempre tenemos que tener algo que decir cuando estamos con los demás.
Sin embargo, cuando una familia pierde a alguien por suicidio, el silencio del entorno más cercano es, después de la pérdida, una de las experiencias más dolorosas. Estos silencios vienen de la mano de la ausencia, y parecen intentar borrar el recuerdo de la persona que hemos perdido. Estos silencios dolorosos vienen, en la mayoría de los casos, del miedo a herir y de la incomodidad de no saber qué decir.
Como profesional de la psicología y como superviviente en un grupo de ayuda mutua, he aprendido que el silencio, desde la presencia, por sí mismo, ya tiene contenido. El silencio en este contexto significa mucho: “Estoy aquí por ti”, “si me necesitas, aquí me tienes”, “sé que estás sufriendo, y quiero estar contigo”, “no estás sola”, “me importas”, “quiero ayudarte”, “si quieres decir algo, te escucho”. El silencio atento y presente invita a hablar, porque alguien te escucha.
En los grupos de ayuda de familiares supervivientes se puede ver esa incomodidad silenciosa en ocasiones, pero en otras, basta con conectar la mirada para que invada la sensación de empatía, comprensión y confianza. Curiosamente, ese silencio presente es el que hace que algunas veces broten las palabras de las personas que más lo necesitan.
Gracias a los que estuvisteis y seguís estando a mi lado, en silencio. Y, por supuesto, gracias a todos los profesionales de la psicología que me acompañaron en el proceso de recuperación (ellos sí que saben manejar bien los silencios!).
Xisca Morell García
Psicóloga, superviviente por suicidio y presidenta de AFASIB
Afasib, Familiars i Amics Supervivents per suïcidi de les Illes BalearsAFASIB