Archivo el julio 15, 2020

Confía en la vida

Tiempo de lectura: 5 minutos

Autora: Marien Sosa Rojano.

Cuando escuché esa palabra, “confía”, me dolió, era un sin sentido… Porque a veces no podemos escuchar cosas que nos duelen, porque a veces, es mejor el silencio, porque a veces no ves más allá que tu dolor, porque aún no estás preparado para escuchar otras cosas, porque a veces solo necesitas llorar y que te abracen, porque esa fue mi despedida y mi comenzar.

Desde que te marchaste tuve que aprender a vivir con un dolor inexplicable, tuve que asumir tu ausencia sin más, a pesar de que mi mente luchaba porque no entendía ni aceptaba que te hubieras marchado, tuve que aprender a sobrevivir sin ti, tuve que aprender a aceptar el vacío que dejaste en mí.

Desde que te marchaste, he vivido muchas experiencias que nunca imaginé vivir, he conocido a personas que nunca pensé que conocería y formarían parte de mí, de mi recorrido, de mi acompañamiento, de mi crecimiento, de mi sanación.

Desde que te marchaste repaso cada momento que compartimos juntos, recuerdo cada frase que me dijiste a la que ahora le doy otro sentido y otro significado. Recuerdo con cariño y cierta nostalgia cada sonrisa y cada gesto hermoso que compartimos, cada bache que encontramos y juntos superamos, cada experiencia nueva vivida y compartida, cada cosa que aprendimos el uno del otro, cada beso, cada abrazo, cada reencuentro, cada despedida, sobre todo, la última.

Desde que te marchaste, “hago mal” en recordar aquello que pude decir y no dije, porque ya no lo puedo cambiar y he tenido que aprender a perdonarme por ello. Recorro mentalmente situaciones que obvié porque no sabía que podían tener otro mensaje, y ahora, tarde, me doy cuenta que querías decirme otra cosa. Por ello, aún mantengo un dolor emocional conmigo misma, uno que aún estoy aprendiendo a sanar.

Desde que te marchaste, he aprendido tanto, y la verdad es que tengo que agradecértelo a ti, que me llevaras por esos caminos, que me acompañaras a encontrarme con esas personas que me han guiado y enseñado cómo comprender, cómo recordarte cada día sin ese dolor, y cómo ser paciente conmigo cuando te echo tanto de menos que me recuesto en mi soledad y te lloro.

Leí una vez que “en esta vida no pierde quien se cae, pierde quien no se levanta”. Ya sabía que la vida es difícil y dura. A veces, viene, te da un empujón y te deja caer. Otras veces, te pone una zancadilla y te hace tropezar. Otras, viene de golpe y te tumba. En ocasiones, te deja KO. Y he aprendido, que, con cada una, algo te viene a enseñar, algo te quiere decir, algo te quiere mostrar… Pero tiene una forma peculiar de que aprendamos, un tanto dolorosa, porque si lo piensas, no hay aprendizaje en la vida que te haya causado dolor. De esos son de los que verdaderamente aprendemos.

Ahora sé, que esto es aprendizaje también, pero aún no estoy segura de qué podré aportar yo con ello a los demás. Porque como sabes, mi pasión es enseñar.

Lo que sí sé es que soy una versión diferente y mejor de mí misma, lo que sí sé es que no lo hubiera conseguido sin ayuda, lo que sí sé es que he leído como nunca, lo que sí sé es que he crecido como persona, lo que sí sé es que he aprendido mucho en todo este tiempo, lo que sí sé es que ahora ya no me voy a rendir, lo que sí sé es que me he hecho más fuerte, lo que sí sé es que ha sido también gracias a ti.

Te quiero y te seguiré queriendo, te di un lugar en mi vida y ese siempre será tu lugar. Sé que hay quienes no lo entienden y no lo comparten, pero a mí eso me da igual.

Quizás de todo lo que he aprendido, me quedo con haberme descubierto, con conectar con mi ser, despojarme de mi ego, sentir mi esencia y sentir la tuya.

Fue tan bonito sentirte que pensé que era una locura, pero hoy sé que muchas personas viven algo similar, y sé que te comunicas conmigo, en esos sueños, en esos olores, en esos sonidos, en eso que siento en mi mano cuando me acuesto y toco tu lado de la cama… Yo nunca creí en ello, hasta que no supe ni pude explicar cada cosa que me ha ocurrido. Cada casualidad empecé a ver que era causal, porque fueron demasiadas para mi cabeza lógica… Y busqué, y compartí, y hubo quien no sabía escucharme y hubo quién sí porque vivió lo mismo que yo, y es maravilloso saber que no es el final.

Me encantan las mariposas porque se han convertido en mi descubrimiento, me encantan los búhos porque me recuerdan a ti, me encantan los girasoles porque me iluminas con ellos. Todos ellos son mi nueva conexión contigo. Hacen que te vea y te recuerde de otra manera, hacen que te tenga presente cada día, aunque sabes que te llevo en mi corazón.

Me he hecho amiga de mi nuevo yo, y la verdad es que me gusta, aunque sé que aún no he terminado de sanar y me queda camino por delante. Me encanta escribirte y hablarte, me encanta nombrarte, me encanta recordarte, me encanta mirarte cada día en nuestra foto, me encanta pensar en ti. Porque ya son más los días que no dueles y eso me gusta, porque he aprendido a recordarte sin tanto dolor, aunque a veces, de repente vuelve y me tumba, me anula, me gana.

Cuando me recupero, vuelvo a conectar conmigo y también contigo, sin llanto, sin pena, desde el amor y cariño que te tengo, pero hasta que vuelve ese momento me siento derrotada, abatida, agotada.

Qué duro y qué difícil es vivir con esto, aunque he encontrado verdaderas guerreras valientes en mi camino, ahora son parte de mí, las quiero en mi vida porque me ayudan a continuar, me apoyo en ellas si lo necesito porque sé que están ahí conmigo igual que yo estoy con ellas. Son una nueva familia, muy especial, con una fortaleza enorme, y las conocí gracias a ti. Son mis papagenas.

Ahora ya me cuesta un poco menos escuchar “confía” porque veo que a pesar del dolor y de la experiencia vivida, la vida me regala personas maravillosas… así que he decidido abrir un poco el corazón y dejarme recibir aquello que esté por venir.

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